Comando femenino yazidí
REUTERS
    
Actualizado: sábado, 7 mayo 2016 10:21

"Están convencidos de que si les mata una mujer nunca irán al cielo"

   MADRID, 7 May. (EDIZIONES) -

   El 3 de agosto de 2014, Estado Islámico lanzó una campaña de limpieza étnica en las montañas de Sinyar, en el noroeste de Irak, para exterminar a la minoritaria comunidad yazidí. Los hombres y los niños fueron simplemente capturados y ejecutados, pero a más de 300 mujeres se les reservó otro destino: el matrimonio forzado, la violación y la esclavitud sexual, con el objetivo final de disolver su línea genética para siempre. Un año después, 30 mujeres yazidíes se levantaron en armas contra los islamistas y con la misión de vengar a las mujeres aniquiladas por Estado Islámico.

   El ataque sobre Sinyar puso de manifiesto el aspecto genocida de la campaña de Estado Islámico en Irak, dirigida contra una población ya de por sí bastante debilitada por la marginación de las autoridades kurdas e iraquíes. Antes de que llegaran los islamistas, los yazidíes se temían que el Gobierno central iraquí estaba intentando diluir las diferencias con los árabes y los creyentes en la fe del Islam. Los yazidíes no son ni lo primero ni lo segundo.

   "Los kurdos y los yazidíes son, originalmente, arios", explica al 'Daily Mail' el presidente del Centro Cultural Kurdo en Londres, Adnan Kochar, que recuerda que profesan una religión preislámica y monoteísta, cercana a la antigua Persia. "Sin embargo, como los yazidíes conforman una comunidad tan cerrada, su piel es más clara, su pelo es más rubio y sus ojos, más azules", indica.

   

    El secuestro de las 300 mujeres en Sinyar fue el principio de una campaña de exterminio. "Lo que quieren hacer", explica Kochar, "es preñarlas con un niño musulmán. Si no pueden matar a todos los yazidíes, aniquilarán todo su linaje".

COMANDO FEMENINO YAZIDÍ

   "Se llevaron a ocho de mis vecinos y comenzaron a matar a todos los niños", declaró Asema, una joven de 21 años que se ha convertido en una de las más recientes incorporaciones a una sección femenina que combate junto a las fuerzas kurdas de los Peshmerga para expulsar a Estado Islámico del norte de Irak.

   La joven explica a Reuters que se encuentra en una "misión de venganza", como todas sus camaradas, tras ser testigo hace dos años de la extrema brutalidad ejercida por los milicianos, muchos de los cuales eran vecinos de la zona que se unieron en un instante a las filas de Estado Islámico.

   La integración de las mujeres en la fuerza de combate ha sucedido sin mayor trascendencia, amparada en la revolucionaria legislación kurda por la que se concede a la mujer unas competencias de amplitud nunca vista en la región. Los kurdos han ilegalizado la poligamia, los matrimonios forzados y los llamados "crímenes de honor". "El movimiento para la liberación de la mujer", apunta el primer punto del decreto para la igualdad aprobado por el Partido Democrático Kurdo, "es una necesidad invencible en la lucha contra todas las formas de opresión, violencia y homicidio".

   "Si un hombre puede alzarse en armas", apunta Haseba Nauzad, comandante con solo 24 años de la unidad femenina, "una mujer puede hacer lo mismo". Nauzad entiende que la incorporación de la mujer a filas esconde una poderosa carga simbólica que podría contrarrestar la terrorífica ideología de exterminio de Estado Islámico. "Primero, porque los hombres luchan con más energía si ven que las mujeres combaten junto a ellos en el campo de batalla y, segundo, porque Estado Islámico nos tiene miedo: están convencidos de que si mueren a manos de una mujer, nunca irán al cielo", asegura Nauzad.

   La sección que lidera Nauzad es heredera de las primeras mujeres que se levantaron en armas contra Estado Islámico, concretamente en la ecléctica localidad siria de Kobane, donde kurdos, árabes, turcos y armenios consiguieron expulsar a los islamistas. Allí combatieron mujeres como Shireen, capturada y decapitada por los yihadistas o Hameera, muerta por la explosión de una bomba contra una posición rebelde en Kobani.

SIN RECUERDOS DEL HOGAR

   "He tenido que abandonar mi vida", recuerda Nauzad. Su esposo insistió en abandonar la región y viajar a Europa, pero la joven decidió quedarse para combatir. Él vive ahora en Alemania y Nauzad ha perdido todo el contacto.

   En los barracones de la sección femenina hay fotos de niños y familias apiñadas en los marcos de los espejos como recuerdo de lo que han tenido que sacrificar para unirse al combate. "Me decidí", recuerda Nauzad, "cuando me llegaron noticias de que estaban violando a mis hermanas kurdas; era una injusticia que no podía aceptar".

   Dahir, por su parte, recuerda cómo su tío fue asesinado y la esposa de su primo fue capturada por los yihadistas durante el primer asalto a Sinyar. En el contraataque, Dahir asegura que mató a dos milicianos de Estado Islámico antes de resultar herida por un balazo en la pierna.

   Nauzad y Dahir se han convertido en la última línea de defensa contra Estado Islámico en Sinyar. Los milicianos dominan ahora el 80 por ciento del territorio pero no se han atrevido a entrar en las montañas, donde la brigada femenina mantiene una posición elevada que  causa enormes bajas a los yihadistas cada vez que intentan entrar, por lo que Estado Islámico ha decidido mantener la posición. Las combatientes aguardan ahora desde puestos de ametralladoras a sabiendas de que sus decisiones están únicamente en sus manos.

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