El presidente necesita un reconocimiento político que está lejos de llegar y no cuenta con fondos para la reconstrucción
BEIRUT, 14 Mar. (Reuters/EP) -
Ocho años después de que Siria se deslizara hacia la guerra, muchos de los enemigos del presidente, Bashar al Assad, han sido derrotados y el grueso del país vuelve a estar bajo su control. Pero no lo está celebrando.
"No debemos pensar equivocadamente, como ocurrió el año pasado, que la guerra ha terminado. Lo digo no solo a los ciudadanos sino también a los responsables", señaló el mandatario a sus partidarios durante un discurso el pasado febrero. "A veces tenemos esta visión romántica de que somos victoriosos. No. La guerra no ha terminado", recalcó.
El presidente previno de que aún quedan batallas por librar antes de centrarse en lo principal, el "asedio" que le han impuesto muchos países. "El asedio es una batalla en sí misma", sostuvo ante una sala de conferencias abarrotada en Damasco. "Se está intensificando en comparación a años anteriores", subrayó.
Los comentarios reflejan el incómodo invierno en Damasco, el octavo desde que comenzaron las protestas el 15 de marzo de 2011. Hace casi un año que ningún proyectil de mortero cae en la ciudad poer los sirios en las zonas bajo control gubernamental se quejan de la falta de combustible atribuida por Damasco a las sanciones occidentales.
Las colas para recibir bombonas de gas para cocinar subsidiadas por el Estado han puesto de relieve las dificultades económicas más amplias a las que se enfrenta el Gobierno sirio pese a las victorias militares logradas con la ayuda de Irán y Rusia.
FALTA AYUDA PARA LA RECONSTRUCCIÓN
Aunque estos aliados han suministrado potencia de ataque clave, han ofrecido poca ayuda para reconstruir las ciudades devastadas por la guerra que ha dejado cientos de miles de muertos y empujado a más de la mitad de los sirios a abandonar sus hogares.
Occidente no ayudará antes de que haya una solución política. Pero Al Assad no parece dispuesto a hacer concesiones, tras haber arrinconado a sus enemigos en el noreste, que es donde ahora tienen puesta su mirada las fuerzas gubernamentales.
Al Assad recuperó amplias zonas en 2018, incluida Ghuta Oriental, cerca de Damasco, en avances apoyados por Rusia. Pero no ha habido logros significativos desde la recuperación de Quneitra, en la frontera con la parte controlada por Israel de los Altos del Golán, el pasado julio.
La presencia de potencias extranjeras hostiles en suelo sirio --Turquía en el noroeste y Estados Unidos en el noreste y el este-- ha obstruido avances adicionales. La decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, el pasado diciembre de retirar todas las tropas planteó la posibilidad de que Damasco recuperara la región bajo control kurdo, donde están desplegadas dichas fuerzas. Pero esta perspectiva se ha desvanecido ya que ahora algunos efectivos van a permanecer.
Y aunque parecía que algunos de sus enemigos árabes están dispuestos a romper el hielo diplomático con Al Assad hace unos meses, la presión estadounidense ha frenado un mayor acercamiento. En este sentido, la vuelta de Siria a la Liga Árabe parece haberse frenado.
"Estoy de acuerdo con Al Assad, la guerra no ha terminado. El régimen no está en peligro inminente de caer pero los retos son inmensos, tanto política como económicamente", subraya David Lesch, experto en Siria y autor del libro 'Siria: La caída de la casa Al Assad'.
En este sentido, considera que Siria se está convirtiendo más un país golpeado por la crisis como Sudán, donde el Estado ejerce un control limitado y las regiones autónomas están fuera de su alcance. "La cuestión es ¿se dan cuenta Bashar al Assad --y las personas que le rodean-- de que este es su futuro?", plantea.
SIRIA SE ENFRENTA A CUATRO GUERRAS
En su discurso, Al Assad dijo que Siria se enfrentaba a cuatro guerras: el conflicto militar, el "asedio" económico, una lucha contra la corrupción y lo que definió como una batalla en las redes sociales donde dijo que los enemigos del país estaban llevando a cabo una campaña de propaganda.
En cuanto a la falta de gas y otros suministros, reconoció "la asfixiante crisis" y comparó las sanciones económicas a una guerra en la que se ganan y se pierden batallas. "Muchas las ganamos, pero a veces tropezamos porque hay nuevos métodos por parte de estados hostiles", señaló.
Estados Unidos sostiene que sus sanciones buscan aislar a los dirigentes del país y sus partidarios de los sistemas financiero y económico en respuesta a las atrocidades, incluido el uso de armamento químico. El Gobierno niega usar este tipo de armas.
La Comisión de Investigación de la ONU sobre Siria dijo esta semana que las fuerzas gubernamentales perpetraron 32 de los 37 ataques químicos que ha registrado durante la guerra, incluido el uso de gas de cloro y sarín.
SANCIONES ECONÓMICAS
Está previsto que las sanciones de Estados Unidos se endurezcan aún más con la aprobación de una nueva ley, llamada Caesar Act, en referencia al desertor sirio que logró sacar del país decenas de miles de fotos tomadas entre mayo de 2011 y agosto de 2012, según Human Rights Watch (HRW), y que muestran a al menos 6.786 personas que murieron bajo custodia gubernamental.
La Unión Europea también ha ampliado sus sanciones, añadiendo a once empresarios y cinco compañías implicadas en un proyecto inmobiliario de lujo y otros proyectos apoyados por el Gobierno el pasado enero.
El Gobierno sirio no es ningún novato en lo que se refiere al estatus de paria: Damasco ya estuvo proscrito como estado patrocinador del terrorismo por Estados Unidos desde 1979. El creciente papel de Irán en Siria complica cualquier perspectiva de que Washington normalice las relaciones.
Para Emiratos Árabes Unidos, país árabe aliado de Estados Unidos y que otrora apoyó a los rebeldes, contrarrestar la influencia iraní fue razón suficiente para reabrir su Embajada en Damasco el pasado diciembre, en un gran respaldo político a Al Assad.
Pero otros, en especial Arabia Saudí y Qatar, comparten la oposición estadounidense a estos gestos. "En último término, Damasco piensa que ganó la guerra después de la caída de Ghuta Oriental, así que después de la victoria militar necesitan una victoria política, lo que incluiría el reconocimiento exterior", señala un diplomático que sigue lo que pasa en Siria.
"Pero Arabia Saudí definitivamente no abrirá su embajada, Qatar tampoco, las grandes potencias occidentales tampoco", subraya. "El gran reto es la economía. Tienen que decir 'nos encaminamos a la reconstrucción', pero no está llegando ningún dinero", incide este diplomático.
Tanto Estados Unidos como la UE han dicho que no ofrecerán asistencia para la reconstrucción a menos que haya una transición política en Siria. El Ejército sirio ha ofrecido cierta ayuda a proyectos de reconstrucción, pero los esfuerzos de Moscú no han persuadido a la comunidad internacional para que pague la reconstrucción a largo plazo.