MADRID, 18 Mar. (Por Pablo Tosco para Oxfam Intermón) -
Laraba está sentada en medio de su choza de paja esquelética y abraza el cuerpo de Kubi, un cuerpecito frágil. Kubi llora, afónico. Afuera, entre cientos de chozas, otros cientos de cuerpos arrastran sus pies por el desierto. Se empeñan en luchar contra el viento. Porque el harmatán es más que un viento: es aire con arena y polvo que todo lo abraza. Ese viento no acaricia los cuerpos, los desgarra.
Más de 300.000 personas han quedado varadas en el desierto del sur de Níger huyendo de la violencia de Boko Haram. El conflicto con este grupo armado no solo ha desestabilizado las ciudades y comunidades rurales del noroeste de Nigeria, sino que se ha atrevido a cruzar fronteras y atacar poblados de países vecinos como Níger, Chad y Camerún.
Kubi tiene un año y medio y sufre malnutrición severa. Huyó de Nigeria con su abuela, hermanas y primos cuando Boko Haram entró en su pueblo por la noche y arrasó, saqueó y asesinó a su madre y a su padre.
Todos los relatos tienen la misma simiente, la llegada de los demonios, el horror de la violencia y la huida. Esa es la trágica memoria colectiva. La violencia surge como herencia de un proceso de descolonización que, una vez más, enemistó a creyentes, enfrentó a etnias y linajes, levantó fronteras separando comunidades y distribuyó la riqueza de manera desigual, dejando al país fracturado en dos.
El sur, de mayoría cristiana, con tierras fértiles, industria y petróleo como sostén de una economía cada vez más creciente. Y el norte, de mayoría musulmana, tierras inhóspitas sedientas, con altas tasas de pobreza, desempleo y analfabetismo, comunidades ganaderas que buscan sobrevivir con pequeñas producciones hortícolas en una situación de extrema vulnerabilidad.
En la provincia de Borno, al noroeste de Nigeria, se gestó Boko Haram, que podría traducirse como "La educación occidental es pecado". Su líder fundador fue Utas Mohamed Yosef, un clérigo musulmán que hasta ese entonces criticaba al Gobierno a través de sus 'jubtas' en la mezquita de Maiduguri. En el año 2009 llamó a sus seguidores a las armas contra el Gobierno. Terminaría ese año ejecutado por la Policía en plena calle. Heredó el liderazgo Abubaker Shekau que, en el año 2011, modificó la estrategia del grupo virando hacia la barbarie. Sin contemplaciones arrasaba lo que tenía enfrente dejando al Ejército nigeriano desorientado y diezmado.
En el año 2014 #bringbackourgirls abrió la portada de periódicos en todo el mundo. El grupo armado había secuestrado a 200 niñas en una escuela de Chibok (pueblo a unos 100 kilómetros de Maiduguri). La mayoría de esas niñas aún no han sido liberadas. Este incidente no describe la real tragedia de esta práctica. Miles de mujeres y niñas han sido secuestradas por Boko Haram desde el inicio de la guerra. Al final de ese año, Boko Haram se declaró (unilateralmente) filial del Estado Islámico.
PABLO TOSCO/OXFAM INTERMÓN
VIOLENCIA SIN RAZÓN
Con el objetivo final de instaurar un califato, las acciones hacia la población civil se intensificaron. Se instauró la violencia sin razón.
Atravesaron el norte de Nigeria, cruzaron a Níger, Chad y Camerún asaltando aldeas y pueblos para conseguir comida. Esclavizando mujeres y niñas que eran violadas en las mayoría de los casos y muchas obligadas a casarse con combatientes. Secuestrando a hombres y niños para reclutarlos como combatientes. Asaltando puestos militares para conseguir armas. Utilizando hombres, mujeres, niñas y niños suicidas para atacar mercados y espacios públicos.
Este horror ha provocado que más 2,6 millones de personas hayan tenido que abandonar sus vidas y pasar a formar parte de ese éxodo de desplazados y refugiados que se extiende por toda la cuenca del Lago Chad.
Naciones Unidas estima en 11 millones el número de víctimas del conflicto en términos humanitarios. Se calcula que unas 150.000 personas han sido asesinadas.
Pero los desplazamientos, el reclutamiento forzoso, las torturas, los asesinatos, las violaciones no son las únicas tragedias de este conflicto. El hambre es la otra herida de esta guerra. De esa violencia surgió este hambre.
Mientras, Naciones Unidas declara que el mundo atraviesa la mayor crisis humanitaria desde 1945. Donde más de 20 millones de personas están al borde de la muerte segura por inanición y millones más corren riesgo inmediato de morir por las enfermedades asociadas a la falta de alimentos y agua potable en países como Yemen, Sudán del Sur, Somalia y Nigeria.
Se calcula que al menos 2.000 personas han muerto de hambre solo en la provincia de Borno. Unos 7 millones de personas están en riesgo de hambruna.
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A SOBREVIVIR AL DESIERTO DE NÍGER
Miles de personas cruzaron la frontera para refugiarse en este infierno de arena. Kubi llegó en los brazos de su abuela al campamento de refugiados de Toumour, a escasos kilómetros de la frontera con Nigeria después de caminar tres días por el desierto.
Miles de personas han huido a pie de la violencia. Esa es otra trágica memoria colectiva, cientos de personas sufriendo estrés postraumático, cientos de personas sin dormir durante días.
"Huimos con lo puesto" dice Laraba. De otra forma no se puede huir de Boko Haram. Estaba sumergida hasta el pecho en el río con Kubi en brazos y aún sonaban los disparos y gritos en la aldea. "Yo solo tenía mi ropa mojada". Sin nada huyeron y sin nada llegaron a este desierto.
Encontraron un lugar seguro en el campo de Toumour donde hoy viven 40.000 personas refugiadas. Allí cientos de miles de personas construyeron sus refugios con lo que encontraron, palos, paja y algunos plásticos.
Era, años atrás, un pueblo con escasos recursos, poca comida, nada de agua. Hoy es un mar de chozas en un océano de arena.
Casi todas las personas en Toumour comen solo una vez al día. Es diaria la lucha por conseguir agua y comida en unas tierras donde la escasez es la dominante.
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"NUNCA PENSÉ QUE ESTE HORROR LLEGARÍA"
Kubi se abraza a su abuela, le pide el pecho, ella se resigna y se lo ofrece, sabiendo que de allí no beberá nada. Empieza a llorar de una manera agónica. Moussa corre la cortina de la choza y le acerca un jarro de metal con agua y ella empieza a beber.
Según Moussa, responsable de seguridad alimentaria de Oxfam, el 80% de niños y niñas en Toumour sufre malnutrición. La llegada de esta gran cantidad de desplazados ha colocado a todas las personas del lugar en una situación crítica a nivel nutricional ya que previamente era una zona con pocos recursos. Pero el drama no culmina allí, las altísimas tasas de malaria y diarrea las convierten en epidemia.
"Pero no es una cuestión solo de comida, el agua es vital, más importante que el alimento, cuando llegamos aquí solo había un pozo de agua, poca y sucia, hacíamos cola varios días con nuestros bidones para poder llenarlos. Todo mejoró cuando llegaron las ONG".
Oxfam construyó dos tanques de agua que abastecen a gran parte del campo de refugiados y a la comunidad que antes allí vivía, de esa forma también se han reducido las tensiones provocadas por la escasez de recursos entre las personas refugiadas y las locales.
"Y ahora aquí estamos, jamás pensé que podría encontrarme en una situación así, refugiada, sin comida, sin ropa. Nunca pensé que este horror llegaría". Laraba se tapa la boca con la mano izquierda y abraza a Kubi con la derecha: "Yo suelo pasar varios días sin comer para poder alimentar a los niños con lo poco que tenemos".
¿Cómo sostener la vida en un lugar donde es imposible vivir?