MADRID, 3 Feb. (Por Solenn Honorine, periodista de Médicos Sin Fronteras) -
Malaui lleva semanas sufriendo las peores inundaciones que se recuerdan. El país ha quedado devastado. A día de hoy, la población sigue luchando por recuperar sus vidas y se preparan lo mejor que pueden para un futuro difícil. En mitad del desastre, la llegada al mundo de un bebé se acaba convirtiendo en un pequeño rayo de esperanza.
Berita no huyó cuando llegaron las inundaciones. No huyó porque no tenía a donde ir: ella vive en Makhanga, una agrupación de pueblos con unos 5.000 habitantes, ubicada en una zona ligeramente más alta que los vastos territoros llanos característicos del sur de Malaui, un área que quedó aislada y rodeada de agua a causa de las inundaciones. Pero, además, Berita tampoco huyó porque estaba embarazada de ocho meses.
Las inundaciones comenzaron durante la noche. Berita se despertó a las tres de la madrugada: había agua en su casa, mojando la manta sobre la que dormía. Muy despacito se fue deslizando dentro del agua, primero metió los tobillos, después las rodillas hasta que alcanzó la repisa de la ventana.
Las lluvias arrasaron los campos de maíz -el alimento básico de la población- dejando sin bienes ni sustento a las familias. Además, cubrió de un barro muy espeso la clínica, pegándose a los medicamentos, al instrumental médico, a todo. No había donde ir. Solo seguir subiendo hacia arriba, pero allí no había nada más que árboles.
El marido de Berita, Mathias, aupó a su mujer embarazada y a sus cinco hijos a una rama que aún estaba húmeda debido a las lluvias. Allí permanecieron durante cuatro días. Mientras, el bebé no dejaba de dar pataditas y moverse.
Foto: Wilfred Masebo/MSF
LLEGÓ EL MOMENTO
Y entonces llegó el momento. La mañana del jueves 22 de enero, 13 días después de que comenzaran las lluvias y de que las inundaciones arrasaran con todo lo que tenían ella y su familia, Berita sintió que el bebé estaba preparado para nacer. La que no lo estaba era ella.
"Fuimos a la clínica, pero estaba cerrada. Allí no había nadie que nos pudiera ayudar. Me dijeron que esperara, que un helicóptero llegaría en cualquier momento y que me podría llevar a otra clínica", recuerda. A esas alturas, el pueblo de Makhanga se había convertido en una especie de isla, apartado del resto del país, y sólo recibía ayuda con cuentagotas y desde el aire.
"Cuando aterrizamos nos dijeron que había una mujer a punto de dar a luz, pero que no había nadie que pudiera asistir el parto. Así que era mi responsabilidad", dice Clive Kasalu, enfermero de Malaui y matrón de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Clive contaba con un kit de emergencia para ayudar a dar a luz. También contaba con 14 años de experiencia a sus espaldas. Se sentía tranquilo, "pero aún así siempre puede haber algún imprevisto", contaba.
Por suerte, tres días antes los equipos de MSF habían podido limpiar algunas partes de la clínica. Clive le pidió a su ayudante que fuera corriendo para traerles agua, mientras él ayudaba a la mujer.
Pasada una hora, Berita sufría dolores intensos de parto, sudaba y se agarraba a la camilla mientras su marido, Mathias, el jefe del pueblo, esperaba fuera, preocupado. En Malawi da mala suerte que el padre esté presente durante el nacimiento.
UN NUEVO HABITANTE
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Y entonces, al llegar la noche, Makhanga sumó un nuevo habitante: una niña sana, llorona y que parecía tener mucha hambre, que pesó 2.9 kilos.
Tres semanas después de que comenzaran las lluvias, Makhanga sigue convertida en una isla en la que sus habitantes permanecen atrapados. Mientras, MSF sigue llevando de manera regular apoyo médico a través de helicópteros, ayudando a que la población pueda continuar con sus vidas. Las consecuencias de estas inundaciones, las peores que se recuerdan, durarán meses.
"Estoy contenta de tener a mi bebé", dice Berita, "pero no tenemos suficiente comida, ni ropa ni agua limpia". Su casa de ladrillo, que fue construída hace un año, todavía se mantiene en pie, pero está llena de barro y tendrá que ser reparada debido a los daños causados por las inundaciones.
Además, ahora la casa está llena de gente porque los familiares de Berita y Mathias, que han perdido sus hogares, han venido aquí a refugiarse. Los campos donde acababan de plantar maíz quedaron arrasados. El agua se ha llevado consigo la esperanza de futuras cosechas.
La lucha continúa. Y la niña, que ahora tiene ya una semana, aún espera a que le pongan un nombre.
Foto: Rowan Pybus
El Gobierno de Malaui ha declarado el estado de emergencia en dos terceras partes del territorio debido a las inundaciones. Según las estimaciones de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), hay 638.000 afectados y al menos 174.000 desplazados. Las inundaciones han dejado unos 80 muertos y más de 150 desaparecidos.
MSF está prestando ayuda de emergencia en cuatro puntos del país mediante clínicas móviles desde el 9 de enero. La ONG, que sigue presente en los campos de desplazados del distrito de Chikwawa, ha enfocado su intervención en el distrito de Nsanje, donde apenas hay otros actores sanitarios y donde existen graves riesgos para la salud, especialmente en la orilla oriental del río Shire.