Hay 27,3 millones de votantes hispanos y su peso podría ser clave en algunos de los estados decisivos
WASHINGTON, 3 Nov. (Por Daniel Ureña, presidente de The Hispanic Council) -
El próximo martes 8 de noviembre más de 230 millones de estadounidenses elegirán al sucesor de Barack Obama para el próximo mandato hasta 2020. Y entre ellos hay un grupo decisivo de 27,3 millones de personas de origen hispano que puede volver a ser clave a la hora de decidir quién llega a ocupar el Despacho Oval los próximos cuatro años.
Según los analistas, un candidato a la Presidencia en Estados Unidos necesita el apoyo del voto hispano para lograrlo. La historia y los resultados así lo demuestran. En las elecciones de 2004, George Bush logró el 44% del apoyo hispano y ganó su reelección. En 2012, Mitt Romney apenas llegó al 27%, y Barack Obama consiguió el 71%. Éste último ha sido presidente durante 8 años.
Y para la cita de 2016 se calcula que el candidato republicano Donald Trump necesitaría al menos un 42% del voto hispano para considerarse competitivo frente a la demócrata Hillary Clinton. Pero las encuestas más optimistas entre los ciudadanos hispanos apenas le otorgan a Trump un 20% de respaldo, lo que complica mucho su situación y la del Partido Republicano.
Los motivos del poder político de la comunidad hispana en Estados Unidos son esencialmente dos: su número y su situación geográfica. Desde las elecciones de 1988 el número de hispanos con derecho a votar ha crecido desde los 7,7 millones hasta los 27,3 millones de este año.
Un incremento que se debe al aumento de personas que obtiene la ciudadanía, y con ella el derecho a votar, y a los hispanos que cumplen la mayoría de edad para votar y ya han nacido en territorio nacional, unos 800.000 cada año según los cálculos del Censo de Estados Unidos. Un número de electores que crece exponencialmente aunque no a la misma velocidad que su participación.
GIGANTE DORMIDO
En las elecciones presidenciales de 2012, solo el 48% de los hispanos con derecho a votar acudieron finalmente a las urnas. Una situación que se ha identificado en el mundo de la política como el "fenómeno del gigante dormido".
Un gigante, la comunidad hispana, que todavía no ha despertado para demostrar su poder para determinar quién es el próximo presidente de la nación. Sin embargo, gracias al cambio de leyes que modifica los requisitos para votar y facilita la votación de muchos hispanos o las campañas informativas lanzadas en exclusiva para los latinos, tanto por parte del Partido Republicano como por el Partido Demócrata, parece que podrían conseguir que este año la participación alcance un nuevo récord.
Pero el poder electoral de los hispanos no solo radica en su tamaño, sino en su situación geográfica. Para las elecciones generales de este año se han identificado 11 estados indecisos, o 'swing-states', que serán los que podrían decidir la elección.
PESO EN LOS 'SWING STATES'
De estos 11, en cuatro de ellos el electorado hispano es superior al 14% del total. Es el caso de Arizona, donde los hispanos son el 21,5% de las personas con derecho a voto; Florida, donde son el 18,1%; Nevada, el estado en el que representan un 17,2% del electorado total; y Colorado, donde son un 14,5%. Cuatro estados que suman 55 votos electorales de los 270 que los candidatos tienen que lograr para proclamarse ganadores de la elección.
Este papel decisivo de los votantes hispanos es bien conocido por los partidos y los candidatos, que despliegan todas las herramientas y estrategias posibles para lograr conseguir su apoyo el día de la votación.
Anuncios y cartelería en español, mítines con invitados hispanos de renombre, visita a los programas de los canales de habla hispana más seguidos en los estados del sur de Estados Unidos, perfiles y webs en español y propuestas que afectan de lleno a la comunidad hispana, son las más extendidas.
Durante la campaña de 2016 estamos viendo como el español ha sido uno de los grandes protagonistas, no solo con las acciones ya convencionales, sino con la inclusión en la fórmula del Partido Demócrata de un candidato a vicepresidente bilingüe o la candidatura a la presidencia en el Partido Republicano de varios candidatos que dominan el idioma, como Jeb Bush, y que además son hispanos, como Marco Rubio.
DESAPROBACIÓN DE TRUMP
Sin embargo, esta necesidad del apoyo hispano parece no haber sido entendida con la misma fuerza por parte del candidato republicano Donald Trump. El magnate, desde que anunció su candidatura en junio de 2015 con un discurso descalificando a los ciudadanos mexicanos de Estados Unidos, se ha ganado día tras día la desaprobación de toda la comunidad.
Un programa electoral en el que la construcción de un muro con la frontera con México es su máximo exponente, además de una política migratoria más dura que la actual, en la que rechaza la reforma que regularizaría la situación de más de 5 millones de indocumentados (gran parte de ellos hispanos), le alejan aún más de estos votantes.
Una situación que plantea al Partido Republicano un gran desafío y debate interno que deberá resolver en el corto plazo y decidir si quiere seguir una línea de entendimiento y aceptación de que los hispanos son ya parte de la sociedad o convertirse en un partido anti-inmigrante que tendrá cada vez más difícil volver a la Casa Blanca.
Para el próximo día 8 de noviembre las encuestas le dan a Hillary Clinton el 74% del voto hispano en las mediciones de Telemundo y NALEO tras el último debate presidencial celebrado a mediados de octubre en Las Vegas. Una gran ventaja frente a Donald Trump que podría ser una de las causas de su derrota final de llegar a darse.
Los hispanos han demostrado en las últimas citas electorales que pueden tener la última palabra. Y su poder no hará más que crecer en los próximos años. Porque el futuro de Estados Unidos es hispano.