MADRID, 26 Abr. (EDIZIONES) -
Ibrahim al Hussein, un sirio a quien la guerra truncó su carrera como nadador y estuvo a punto de terminar con su vida, cumplirá este martes un "sueño" al portar la antorcha olímpica. Lo hará a las afueras de Atenas, en el país que lo ha acogido como refugiado y donde sigue tirándose a la piscina.
Su padre, entrenador de natación, inculcó tanto a Al Hussein como a sus 13 hermanos un amor por la natación que comenzó en el río Éufrates, donde dio sus primeras brazadas. El joven, de 27 años, siguió entrenando y compitiendo incluso cuando ya había comenzado a trabajar como electricista.
En 2011, sin embargo, llegó la guerra y, con ella, la demolición del puente desde el que se lanzaba al Éufrates en Deir al Zor y la destrucción de la vida que soñaba construir. Una bomba le dejó sin parte de su pierna derecha y truncó el que siempre había sido su sueño: competir en los Juegos Olímpicos.
Al Hussein huyó en 2012 a Turquía y, dos años después, cruzó el Egeo en una precaria barca de goma para llegar a la isla griega de Samos. Grecia le ha dado asilo y, por extensión, nuevas oportunidades tanto personales como profesionales.
Un médico privado logró que Ibrahim pudiese recibir una prótesis de forma totalmente gratuita y, gracias a la ONG ALMA, que trabaja con deportistas discapacitados, ha recuperado sus rutinas de nadador. También forma parte de un equipo de baloncesto en silla de ruedas, y todo ello a pesar de que cubre el turno de noche en una cafetería.
"No sólo es un juego para mí. Es mi vida", cuenta Ibrahim al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ilusionado al hablar de un deporte que le permite mirar hacia adelante. "No puedo mirar al pasado. Si recuerdo todo lo que he vivido, me vengo abajo", ha añadido.
Su entrenador, Eleni Kokkinou, recuerda lo que supuso para Ibrahim volver a la piscina en octubre, cinco años después de su último baño: "Estaba con él, ayudanándole a que equilibrese su cuerpo de nuevo". Tras los miedos iniciales, y pese a las complicaciones por la amputación, en la segunda sesión ya volvía a tener confianza.
En su mente está superar su mejor marca en los 50 metros libres y ya es capaz de cubrir esta distancia en unos 28 segundos, a menos de tres de su récord. El próximo mes de junio tendrá la oportunidad de demostrar su progreso en los campeonatos de natación de Grecia para personas con discapacidad.
LA ANTORCHA
Este martes, 26 de abril, Ibrahim cubrirá uno de los relevos de la antorcha olímpica cuando ésta pase por Atenas. Para él, es un "honor", y para el Comité Olímpico Internacional (COI), una forma de demostrar su solidaridad con los millones de personas que han huido de Siria o de otros países en conflicto en busca de una vida mejor.
Más de un millón de migrantes y refugiados llegaron a Europa en 2015 y las cifra de 2016 se aproximan ya a las 200.000, según datos de la ONU. Actualmente, casi 60 millones de personas de todo el mundo han tenido que abandonar sus hogares para escapar de la violencia.
"Imagina cumplir uno de tus mayores sueños. Imagina que tu sueño desde hace más de 20 años se hace realidad", destaca Ibrahim, orgullo de todos los que le rodean.
El presidente honorario del COI, Jacques Rogge, ha destacado que, aunque "el deporte no es la solución" a los problemas que vive el mundo, sí puede hacer una "gran contribución", especialmente a la hora de "curar muchas heridas". En el caso de los refugiados, ha añadido, "el deporte puede permitirles tener "esperanza" y "sueños".
El COI también quiere trasladar este mensaje a la propia competición olímpica y, desde hace meses, trabaja junto a ACNUR para identificar 43 candidatos que sean refugiados registrados y que, si logran clasificarse, podrán viajar a Río de Janeiro para participar junto al resto de deportistas.
"Llevaré la antorcha por mí, pero también por los sirios, por los refugiados de todas partes del mundo, por Grecia, por los deportes, por mis equipos de natación y baloncesto", explica Ibrahim a ACNUR. "Mi objetivo es no rendirme nunca", proclama.