MADRID, 7 Abr. (EDIZIONES) -
El 6 de abril de 1994 el avión en que viajaba el presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana (miembro de la mayoría hutu) fue derribado por un misil. El incidente fue el inicio de un genocidio en el que murieron más de 800.000 personas, la mayoría de ellas miembros de la minoría tutsi y hutus moderados.
La masacre se extendió durante cien días ante la retirada del país de la misión de la ONU (UNAMIR), que retiró del país a la mayoría de efectivos después de que diez 'cascos azules' belgas fueran asesinados el 7 de abril. En apenas dos semanas, la misión de la ONU pasó de 2.165 a 270 efectivos.
Ante la desprotección internacional, las matanzas se cobraron en tres meses la vida de al menos 800.000 tutsis y hutus opuestos al régimen, en su mayoría asesinados con machetes y otras armas blancas. En este mismo periodo, según la ONU, se cometieron entre 250.000 y 500.000 violaciones.
Con motivo del 22 aniversario del genocidio, que se conmemora este jueves, el asesor especial del secretario general de la ONU sobre la Prevención del Genocidio, Adama Dieng, ha recordado que "hay que prestar más atención a la prevención".
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Un importante motivo para no olvidar el genocidio de Ruanda es no volver a caer en los errores, según ha explicado en una entrevista al medio africano SABC News. "Cada día oigo declaraciones de políticos de todo el mundo, de Europa, y de Asia, hablando con odio de exclusión. Cuando oigo a partidos nacionalista en Europa o incluso en Estados Unidos, candidatos como Donald Trump, hablando en conta de los musulmanes, pienso que es inaceptable, todos debemos oponernos porque todos somos seres humanos".
"Un genocidio no ocurre de la noche a la mañana, es un proceso que lleva tiempo, que requiere de recursos, que tiene que ser planeado y que siempre viene precedido de importantes violaciones de los derechos humanos", ha indicado.