Un joven rohingya en el campo de refugiados de Kutupalong
REUTERS / ADNAN ABIDI
Actualizado: sábado, 28 octubre 2017 9:57


COX'S BAZAR, 28 Oct. (Thomson Reuters Foundation/EP) -

La desesperación que están viviendo miles de mujeres rohingya ha provocado que a las dificultades que a las que ya hacen frente diariamente se haya unido una nueva problemática: la creciente industria clandestina del sexo, que ya cuenta con al menos 500 prostitutas solo en el campamento de refugiados de Kutupalong.

Thomson Reuters Foundation ha podido hablar con cuatro de estas mujeres, que al ser preguntadas sobre si ofrecían sexo a cambio de dinero, se quedaron en completo silencio.

Más tarde, después de varias tazas de té, se les volvió a plantear la misma pregunta. Las cuatro se miraron a los ojos y una de ellas se levantó para cerrar la puerta, mientras que otra de ellas hizo lo propio con la ventana. Fue entonces cuando comenzaron a responder, susurrando.

Una de ellas, Romida, de 26 años, ha explicado que si alguien se entera de "lo que hacen" las matarán. Más de 600.000 rohingya --una minoría musulmana de noroeste de Birmania-- han huido desde agosto a Bangladesh a causa de la oleada de violencia por parte del Ejército birmano en el estado de Rajine, una campaña que Naciones Unidas ha tildado de 'limpieza étnica'.

Kutupalong es el mayor de los dos campamentos formales que existen en Bangladesh además de todos los asentamientos improvisados que hay en la región de Cox's Bazar, donde la industria del sexo está creciendo con fuerza.

Muchas de las prostitutas son refugiadas rohingya que llevan años en Bangladesh. No obstante, se espera que la llegada de miles de mujeres y niñas desde la frontera con Birmania potencie la industria.

Noor, uno de los proxenetas que trabaja desde hace años en el campo de Kutupalong --fundado en 1992-- ha afirmado que al menos unas 500 prostitutas viven en ese mismo campamento. "Los reclutadores están a la espera de ver quién llega nueva", ha apuntado.

Sin embargo, la ONU ha anunciado que aún no existen cifras oficiales acerca del número real de personas que se dedican a la industria sexual. El experto en violencia de género del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Saba Zariv, ha asegurado que "es difícil" recoger esta problemática en cifras y que no registran datos sobre la situación de las prostitutas en los campamentos.

NIÑOS Y JÓVENES: PRESAS FÁCILES

Uno de los últimos informes del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha denunciado que "el caos y la desorganización" de estos campamentos son algunos de los principales factores que convierten a los niños y jóvenes en presas fáciles para los traficantes y para cualquiera que quiera aprovecharse de ellos o explotarles.

Las comunidades musulmanas más conservadoras han acusado a la población rohingya de "hacer la vista gorda" ante la prostitución.

"La gente hace como si no pasara nada" ha explicado Noor, tras añadir que los encuentros con clientes --hombres bangladesíes y nunca rohingya-- se producen fuera de los campamentos. "Nuestras comunidades son muy pequeñas y los rumores se extienden con mucha facilidad. Todas las chicas quieren parecer puras", ha apuntado.

Muchas de las prostitutas son niñas que solo realizan una comida al día y que no están escolarizadas. Trabajan de forma clandestina sin que ni siquiera lo sepan sus padres.

Rena, de 18 años, que ha vivido en el campamento durante los últimos diez años, ha contado que hace dos años fue obligada a casarse con un alcohólico.

"Me maltrataba y me pegaba", ha narrado. Poco después su marido la abandonó al nacer su primer hijo. Según ha contado, alimentar al pequeño se convirtió en una tarea prácticamente imposible.

"Fue entonces cuando decidí dedicarme a la prostitución. Sólo tenía 16 años, pero estaba desesperada y necesitaba el dinero", ha señalado.

Kamru, de 14 años, es otra de las menores que trabaja en la industria del sexo de Kutupalong. Ingresó en el campo hace un años en una de las oleadas de rohingya huyendo de Birmania previas a la crisis de este verano.

Kamru nunca ha podido acudir a la escuela por falta de dinero y ha asegurado que el campamento es "lo único" que conoce. "Crecí aquí, pero siempre tenía hambre", ha contado.

Las mujeres que se ven obligadas a prostituirse en Kutupalong comparten determinados rasgos: pobreza, familiares que abusaban de ellas y falta de recursos económicos, lo que las hace especialmente vulnerables al tráfico de personas dentro de la industria sexual.

"Si las agencias humanitarias no son capaces de brindar a la población rohingya sus necesidades básicas (...) los niveles de tráfico de personas van a aumentar", ha advertido la especialista en protección de género en la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), Lisa Akero.

SIN OTRA OPCIÓN

Romida ha contado que sufría desnutrición cuando fue abandonada y vio en la prostitución la única vía para sobrevivir. La joven ha relatado cómo se consolaba a sí misma pensando: "no puedo hacer nada más. No tengo opción".

Su primer cliente fue un amigo de nacionalidad bangladesí, que la convenció para que mantuvieran sexo por 1.000 Taka (moneda local), lo que equivaldría a unos 10 euros.

La joven ha recalcado que aquel cliente "pagaba bien". Romida ha explicado que el mínimo que se paga por estos servicios son dos euros y que la mitad de esa ganancia es para el proxeneta que se encarga de ellas y que además les dice a dónde ir o con quién verse.

Romida tiene una media de tres clientes a la semana y ha contado que no se arriesga a tener más por miedo a que alguien la descubra. La joven ha descrito que en ocasiones viaja hasta la ciudad de Cox's Bazar city, que se encuentra a dos horas de su casa.

"Siempre que dejo el campamento tengo que inventarme excusas. Digo que voy a visitar a algún familiar o que voy a cambiar algo al mercado", ha agregado.

Estas mujeres rohingya tienen clientes de todos los sectores, entre ellos políticos locales o estudiantes. Uno de esos estudiantes es Ali, un bangladesí de 23 años. En una conversación telefónica con Reuters, ha contado que suele recurrir de forma ocasional a prostitutas y ha asegurado que el día que se case espera que su mujer sea virgen.

Varias mujeres rohingya han declarado que la mayoría de los clientes no usan preservativo. De hecho, Romida ha admitido que le inyectan los anticonceptivos, pero aún así teme que la contagien de VIH "todos los días". Romida nunca se ha sometido a una prueba para detectar enfermedades de transmisión sexual.

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