MADRID, 11 Sep. (Por Anna González y Eloisa Molina, comunicación World Vision) -
Hace unos días, World Vision lamentaba la muerte de dos niños desplazados en
las cercanías del campo de Idlib Al-Abrar en Siria por artefactos explosivos sin
detonar. Los niños, de 7 y 11 años, estaban jugando después de la escuela con un
objeto metálico que habían encontrado a 500 metros del campamento, y que habían llevado a casa.
El objeto detonó mientras jugaban con él. Los dos hermanos murieron y sus tres hermanas resultaron heridas. Los cinco niños involucrados forman parte del proyecto de educación informal que World Vision desarrolla en la zona desde mayo de 2021.
Pero estos sucesos son cada vez más frecuentes. Hace tan sólo dos meses, cien
niñas y niños podrían haber perdido la vida cuando un bombardeo tuvo como
objetivo la mezquita cercana al mismo centro educativo, donde se realizaban
actividades de educación no formal. Afortunadamente, no se registraron víctimas.
Hoy, Siria es uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser niño. Tras una década de guerra y violencia, en la que han muerto aproximadamente 600.000
personas, las niñas y los niños siguen siendo los más perjudicados. Según
Naciones Unidas, cada ocho horas muere un niño en Siria. Son ya 55.000 los
niños que han muerto desde que comenzó el conflicto.
El sufrimiento y la vulneración de derechos humanos de los niños es inaceptable
en cualquier parte del mundo y en cualquier situación. Los niños deberían poder
asistir a la escuela para aprender, ir a un parque a jugar y regresar a un hogar
seguro donde poder comer y descansar. Cada niño merece protección, atención y
el acceso a servicios y oportunidades que le permita satisfacer sus necesidades
para lograr un desarrollo óptimo.
"Recuerdo que en Siria bajábamos al sótano para protegernos y tenía mucho
miedo", explica Hiba, una niña siria de 12 años que vive en un campamento de
refugiados en Jordania. Hiba toca el piano en un Centro Seguro para Niños; ahí
puede divertirse, aprender y seguir soñando.
Por su parte, Hamza, un niño refugiado sirio de 13 años descubrió su amor por cantar y tocar el piano mientras asistía a clases de música: "Empecé a cantar cuando tenía unos 10 años. Cantar es un arte. Cuando uno canta puede expresar sus sentimientos, lo que lleva dentro".
MIEDOS Y SUEÑOS
Existen aproximadamente 4,8 millones de niñas y niños sirios que no conocen otra
cosa que no sea estar en guerra porque han nacido en estos últimos 10 años de
conflicto. Esta es la razón por la que niños de cinco o seis años saben identificar
todo tipo de explosivos por su sonido, pero rara vez pueden escribir su nombre
correctamente, una señal del efecto de este conflicto sobre su educación y
oportunidades.
Un estudio realizado por World Vision en 2019, sobre los miedos y sueños de los
niños sirios, revelaba que la mayoría, el 83%, decía que soñaba con tener una
educación para poder ser parte de la reconstrucción de su país. Unos decían
querer ser médicos para tratar a los enfermos; otros ingenieros para reconstruir las infraestructuras devastadas por la guerra.
A los niños sirios se les ha robado ya casi todo, menos sus sueños. No podemos
defraudarlos ni dejar que sigan atrapados en este ciclo de violencia. Debemos
actuar ya para ayudarles a cumplir sus sueños de reconstrucción de un país
devastado por una guerra que va camino de cumplir su undécimo aniversario.