Escepticismo argelino, falta de fondos para el desarrollo local y la porosidad fronteriza obstaculizan a la nueva fuerza de intervención
SEVARE (MALÍ), 12 Nov. (Reuters/EP) -
La llamada iniciativa G5 Sahel para combatir a los cientos de yihadistas que se han infiltrado en esta región se enfrenta, a juicio de los expertos, a una batalla cuesta arriba para garantizar la seguridad de una de las regiones con menor densidad de población del mundo, y que abarca cinco países implicados: Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger.
La iniciativa está amenazada por el excesivo énfasis en la seguridad militar -- que obvia causas sociales del yihadismo --, problemas logísticos y la falta de cooperación de un país esencial en la región, como es Argelia. Factores todos ellos que atentan contra una iniciativa que pretende triunfar donde años de intervención occidental han fracasado.
"Queda mucho para alcanzar la completa capacidad operativa y no nos queda demasiado tiempo", declaró el comandante de la G5, el general Didier Dacko, durante una visita al Consejo de Seguridad de Naciones Undas el mes pasado, donde solicitó urgentemente más datos de inteligencia y apoyo aéreo para asistir a la misión.
Naciones Unidas, Francia y Estados Unidos se han dejado miles de millones de euros durante los últimos 15 años y la situación no ha cambiado porque nunca se molestaron en abordar los problemas a nivel local que han facilitado la emergencia de los extremistas.
Un conjunto, en definitiva, de tensiones sociopolíticas y procesos de paz paralizados que en países como Malí han llevado a los jóvenes a unirse a la yihad para escapar de una situación económica crítica por los enfrentamientos entre agricultores y granjeros locales y ante la indiferencia y, en muchas ocasiones, los abusos de los ejércitos nacionales.
Por ejemplo, en Burkina Faso, el líder de las milicia de Ansarul Islam, el predicador Malam Ibrahm Dicko, se ha ganado los corazones y las mentes de sus seguidores apelando simplemente a la lucha contra los privilegios de las élites que han drenado el país. Milicias locales que han acabado afiliandose por necesidad con Al Qaeda o Estado Islámico a pesar de que rara vez comparten objetivos: los grupos milicianos del Sahel, apuntan los analistas, tienen como misión combatir lo que perciben son una injusticia local.
"Creo que las comunidades locales de Malí y Níger se sienten alienadas y confusas", ha declarado el profesor adjunto de la universidad estadounidense de Georgetown y especialista en el Islam, Alexander Thurston. "Son problemas que necesitan de una solución política, mientras que la G5 es una fuerza demasiado pequeña y carece de los fondos necesarios", ha añadido.
FALTA DE DINERO
Hasta los propios mecenas del G5 reconocen que la paz a largo plazo llegará a través del desarrollo económico y no por la vía de las armas. "Son dos fenómenos absolutamente inseparables", declaró el mes pasado en Malí el enviado francés François Delattre.
Sin embargo, los fondos para el desarrollo son mucho menores que la asistencia militar. La iniciativa de la ONU para mejorar el gobierno local del Sahel solo ha recibido un 30 por ciento del dinero solicitado desde 2013 y la mayor parte se ha destinado para seguridad.
Francia es el principal apoyo del G5 porque ve que esta iniciativa podría proporcionar una vía de escape a su costosa Operación Barjane, el contingente de 4.000 militares desplegado en la región. Para el ministro de Exteriores galo, Jean-Yves Le Drian, el G5 supone "la respuesta correcta a este desafío".
UN MILLAR DE ENEMIGOS
El general Dacko dice haber preparado una estrategia multidisciplinar para combatir al millar de yihadistas que operan en la región que pasan por la creación de patrullas conjuntas y "persecuciones en caliente" que irán aumentando en número conforme el contingente se acerque a los 5.000 militares previstos.
Sin embargo, está el problema adicional de la porosidad fronteriza porque ni la ONU ni Francia se han molestado en garantizar la seguridad aduanera.
VECINO DEL NORTE
Y es aquí donde Argelia debería haber jugado un papel más importante, al compartir una frontera colectiva con las naciones G5 de unos 2.500 kilómetros y ser el punto de origen de muchos de los grupos islamistas que operan en la región.
El problema, según el Gobierno de Argel, es que la propia Constitución del país les impide actuar en una operación militar. Pero los expertos suplican la ayuda de las autoridades argelinas por la precisión de sus datos de Inteligencia sobre las milicias regionales.
Para las fuentes argelinas consultadas por Reuters, el Gobierno está cuestionando la existencia del G5 habida cuenta de que ya existe una misión de Naciones Unidas en Malí, la MINUSMA. Además, perciben en esta iniciativa la mano de Francia, su antigua potencia colonial.
"La ven como una extensión de la influencia francesa en una región donde Argelia ha sido una potencia dominante y en la que Francia ha jugado desde siempre un papel desestabilzador, según la experta en política argelina del International Crisis Group, Hannah Armstrong.