Las élites políticas y las milicias esperan consolidar su dominio frente al hastío popular
MADRID, 10 Oct. (EUROPA PRESS) -
La población de Irak ha comenzado a votar este domingo, con el primer ministro del país, Mostafá al Kazemi, a la cabeza, para unas parlamentarias anticipadas que fueron convocadas tras la grave crisis política en la que se vio sumido el país tras las masivas movilizaciones registradas en 2019, que forzaron la dimisión del Gobierno y la aprobación de una nueva legislación electoral.
Las protestas, que estallaron en octubre de 2019 y se saldaron con más de 550 muertos --según el balance oficial facilitado en julio de 2020--, supusieron una nueva muestra del desencanto de la población con la clase política ante los numerosos casos de corrupción, el mal estado de los servicios públicos y la crisis económica imperante en Irak.
Decenas de miles de manifestantes --conocidos como 'tishrins', nombre en árabe del mes de octubre-- salieron a las calles del país para denunciar la falta de legitimidad de las autoridades y exigir una refundación política que lleve al país hacia una mayor democratización y el fin del dominio de las milicias y la visión sectaria de la política y la sociedad.
La represión de las protestas, achacada en gran parte de las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) --una coalición de milicias progubernamentales, algunas de ellas respaldadas por Irán--, provocó una escalada de los disturbios y finalmente la dimisión del Ejecutivo que encabezaba Adel Abdul Mahdi, que había asumido el poder apenas un año antes.
Esta represión ha sufrido una continuación tras el fin de las mismas en la forma de una campaña de asesinatos selectivos contra activistas, periodistas y representantes de la sociedad civil que ha dejado más de 30 muertos, según datos manejados por Naciones Unidas, en una muestra de la existencia de una campaña para silenciar a las voces críticas.
La salida del poder de Abdul Mahdi abrió un periodo de conversaciones que derivó en mayo de 2020 en el nombramiento de Al Kazemi --hasta entonces jefe de los servicios de Inteligencia-- como nuevo primer ministro, quien convocó comicios anticipados a raíz de la modificación de la ley electoral aprobada en diciembre de 2019.
Esta nueva ley incluye importantes diferencias respecto a la vigente en 2018, con un total de 83 distritos electorales --en lugar de 18, coincidiendo con las provincias del país-- y prohíbe a los partidos presentar listas unificadas, lo que abrirá la puerta a los independientes.
Pese a que estaban previstos para junio, los comicios tuvieron que ser finalmente aplazados a octubre por motivos logísticos. En total, cerca de 3.200 personas se han presentado para competir por los 329 escaños del Parlamento, nueve de los cuales están reservados a minorías, mientras que alrededor de 25 millones de personas están llamadas a las urnas.
DOMINIO DE LAS ÉLITES
Las elecciones, que serán las sextas desde la caída en 2003 del régimen de Sadam Hussein tras la invasión estadounidense, están marcadas por el malestar popular y las dudas sobre el nivel de participación --que podría ser bajo--, así como por los intentos de las élites políticas y económicas por afianzarse en el poder.
En este sentido, Renad Mansour y Hayder al Shakeri han indicado en un artículo publicado por Chatham House que "la ilusión de las elecciones democráticas ayuda a dar resiliencia al sistema, ya que ofrece a los iraquíes una opción sobre quién les gobierna, pero en realidad la élite las usa como un mecanismo para reforzar su control del poder y la riqueza estatal".
Este sistema está cimentado en el mecanismo de división de poder contemplado en la Constitución aprobada tras la caída de Hussein, que contempla que el primer ministro debe ser chií, el presidente, kurdo, y el presidente del Parlamento, suní.
Mansour y Al Shakeri han argüido que "tras cada elección, los partidos gobernantes se unen para dividir los restos del estado petrolero en sus redes, pero no entre la población general" y han apuntado que "el apoyo de actores internacionales y clérigos religiosos a las elecciones sólo defiende este sistema, a pesar de la violencia estatal y la mala gobernanza que genera".
En este sentido, Bilal Wahab y Calvin Wilder, de The Washington Institute for Near East Policy, han destacado que este mecanismo "ha sido efectivo a la hora de evitar el surgimiento de un nuevo dictador como Sadam, pero los resultantes gobiernos de coalición han fracasado a la hora de gobernar, eligiendo por contra el sistema de clientelismo".
Asimismo, han explicado que el fin de la guerra contra el grupo yihadista Estado Islámico permitió a las milicias "presentarse como liberadoras" y ganar un gran peso en las elecciones de 2019, lo que derivó en un aumento de la "inestabilidad y la corrupción".
El grupo yihadista, derrotado militarmente en diciembre de 2017, ha aumentado sus ataques durante los últimos meses, lo que da nuevamente un importante peso al aspecto de la seguridad de la votación y del país tras las elecciones, dado que supone una de las mayores preocupaciones de la población, junto con la economía y la falta de servicios y oportunidades.
Está por ver el peso que puedan lograr las milicias a través de las urnas, con Kataib Hezbolá, sancionada por Estados Unidos y declarado como un grupo terrorista, presentando a candidatos a través de una lista bajo otro nombre para intentar mantener su peso en el Parlamento, algo a lo que también han recurrido Asaib Ahl al Haq y la Organización Badr.
ALTA FRAGMENTACIÓN Y POCOS CAMBIOS
Los comicios podrían derivar nuevamente en una alta fragmentación parlamentaria, con una mayor cantidad de candidatos independientes, vistos como una esperanza para romper con el sistema clásico de dominio, si bien muchos de ellos están cooptados por los principales grupos, por lo que la esperanza de cambio es poco realista.
Entre las listas figura también la respaldada por el popular clérigo Muqtada al Sadr, así como otras encabezadas por antiguos pesos pesados políticos como el ex primer ministro Haider al Abadi y el antiguo gobernador de Nayaf Adnan al Zurfi, con unas campañas centradas nuevamente en la oferta de empleo público y el intercambio de acusaciones sobre corrupción.
En el caso de la región semiautónoma del Kurdistán iraquí, la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK) ha alcanzado un acuerdo de coalición con el opositor Gorran para hacer frente al Partido Democrático del Kurdistán (PDK), mientras que en las provincias de mayoría suní destacan las coaliciones Taqadum y Azm, encabezadas por el presidente del Parlamento, Mohamed al Halbusi y el empresario Jamis al Janjar, respectivamente.
"Los partidos que probablemente lograrán mejores resultados en cada grupo etnosectario son los ya establecidos", ha apuntado Lahib Higel, analista en el International Crisis Group, quien ha agregado que "si el nuevo Parlamento demuestra ser tan reacio a hacer avanzar la agenda de reformas como el actual, parece inevitable que haya nuevas protestas durante los próximos años".
En esta línea, Haitham Numan, del Carnegie Endowment for International Peace, ha dicho que, si bien "la nueva ley (electoral) representa una mejora (...), no se espera que vaya a derivar en cambios significativos, dado que una representación política exitosa requiere de una participación política suficiente, lo que no parece que vaya a ser el caso".
La opinión es compartida por Nussaibah Younis, quien ha resaltado en un artículo en el 'think tank' Consejo Europeo de Relaciones Exteriores que las elecciones "no generarán las reformas exhaustivas del sistema político iraquí que buscan" los manifestantes y "probablemente se verán seguidas por un largo periodo de negociaciones (...) tras el cual se puede esperar que partidos establecidos alcancen un acuerdo similar al actual".