Guerrillero kurdo
GORAN TOMASEVIC / REUTERS
   
Actualizado: domingo, 15 mayo 2016 9:41

Irak se enfrenta a una nueva realidad donde laicos y creyentes luchan codo con codo

   MADRID, 15 May. (EDIZIONES) -

   "El caos a veces produce efectos inesperados", confiesa el líder tribal árabe Abduljaqueh al Yarba. Desde hace dos años, en la provincia iraquí de Nínive, la fuerza que lidera está combatiendo codo con codo con una organización kurda con la que no podría tener menos en común, a nivel lingüístico, político, religioso y cotidiano. Los árabes, creyentes, combaten codo con codo con mujeres. Los kurdos, laicos, se ven obligados a aparcar años de atrocidades. Todo es posible desde el inicio de la guerra contra Estado Islámico. Irak se enfrenta a una nueva realidad.

   Los integrantes de esta fuerza conjunta árabe-kurda desconocen cuánto va a durar esta extraña alianza, que comenzó desde el escepticismo y podría terminar con el nacionalismo: los árabes quieren la completa sumisión de Irak entero bajo el Gobierno central de Bagdad mientras los kurdos defienden un modelo autonómico, una división de opiniones que podría desembocar en la disolución de esta unión cuando lleguen tiempos de paz.

   Mientras tanto, ambos grupos reconocen que se necesitan. "El mapa de la región ha cambiado después de Daesh (Estado Islámico). Somos una nueva realidad y formamos parte de ella", reconoce al Yarba desde la localidad de Um Al Dhiban, donde sus fuerzas colaboran con los kurdos para fortificar posiciones a lo largo de la autopista que conecta con Siria. Un kurdo hace un agujero en la tierra con su cuchillo, dos árabes colocan una bomba preparada para estallar al paso de Estado Islámico.

"MOSUL, SEA COMO SEA"

    La alianza recibe el nombre de YBS-Shammar y su objetivo final es Mosul, la capital de Nínive, e invadida por Estado Islámico en junio de 2014. Se da la circunstancia de que Mosul es la capital de los Shammar, la mayor y más influyente tribu árabe del mundo -- tres de sus aproximadamente seis millones de integrantes viven en Irak --. Muchas de las familias de los combatientes Shammar permanecen en la ciudad, oprimidas por la organización yihadista.

   A unos 160 kilómetros al oeste se encuentra Sinyar, la localidad donde las fuerzas kurdas han formado una línea de defensa impenetrable para los yihadistas. De ahí proceden las llamadas Unidades de Resistencia de Sinyar, las YBS, una sección de la gran milicia kurda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), actualmente en guerra con Turquía.

   El primer contacto entre los Shammar y las YBS fue bastante tenso. "Al principio no nos fiábamos nada. Pensábamos que eran ocupadores", confiesa a Reuters un miembro de la fuerza de ataque árabe suní. Para los laicos kurdos, y para muchos de los yazidíes con los que conviven en Sinyar y que integran buena parte de su fuerza, la situación es la misma. Los yazidíes, de hecho, no sienten más que un odio cerval por los árabes suníes, a los que acusan de participar en las atrocidades cometidas por el propio Estado Islámico.

   Su plan, no obstante, es ahora común: recuperar todas las localidades árabes y yazidíes en la zona e incoroporarse lo antes posible a la campaña para retomar Mosul, que se ha convertido en el bastión más grande de Estado Islámico en el país. "Dios mediante, llegaremos allí", promete Al Yarba.

DIFERENCIAS INSALVABLES

   El carácter laico y aperturista de las fuerzas YBS causó -- y siguen causando -- desconcierto e incomodidad entre los árabes, conservadores y miembros de una sociedad tribal basada en tradiciones centenarias. "El problema es que nosotros somos una fuerza ideológica. Y ellos, no", explica un guerrillero kurdo que está aprendiendo árabe para mejorar la comunicación en el campo de batalla.

   Esta ideología fue adoptada a partir de líder del PKK, Abdalá Ocalan, quien se alzó en armas contra Turquía en 1984 propugnando una democracia desde las bases frente al control del estado. "Llegan los camaradas, liberan un pueblo y el pueblo es el que decide lo que hace", intenta explicar Evin, un guerrillero kurdo de 18 años. "La ideología de nuestro líder no es solo para los kurdos", añade.

   Los árabes no quieren saber absolutamente nada de ello. "Somos una sociedad tribal y tenemos tradiciones y costumbres que, simplemente, no pueden contravenirse", describe uno de los comandantes de la fuerza árabe, Abú Hazá, quien poco a poco ha superado su aversión a la presencia de mujeres kurdas y yazidíes en la fuerza de combate.

   "Pensábamos que se asustaban con facilidad. Ahora hemos cambiado de opinión", bromea en un puesto avanzado. La integración de las mujeres tardó "un mes o dos", añade un guerrillero kurdo llamado Hevidar. "Ahora las llaman 'camaradas'", explica.

   Los Shammar prefieren resaltar las ventajas mutuas que proporciona esta alianza. Las milicias árabes carecen de la experiencia de los kurdos contra Estado Islámico y que les han convertido en una especie de "antídoto" contra la organización yihadista. Al integrarse con los árabes, los kurdos pueden actuar con más libertad porque dejan de ser vistos como ocupadores. Pero sea como fuere, esta alianza está financiada por el Gobierno de Bagdad, cuya idea de país está mucho más cerca de los árabes que de los kurdos.

   "No queremos estar sujetos a otra autoridad que no sea la del Gobierno central", sentencia el comandante Abú Hazaa. "La única bandera que vamos a alzar va a ser la iraquí", añade.

   Los kurdos, por su parte, corren el peligro de quedar atrapados en una compleja realidad de enfrentamientos internos: el hecho de que el PKK del que proceden y la semiautónoma región iraquí del Kurdistán están enfrentados, amaga con convertir al YBS en un grupo de descastados cuya única opción para sobrevivir pasaría por culminar este "matrimonio de conveniencia" con su inesperado aliado.

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