Personas llegadas desde Ucrania a Isaccea, Rumanía - UNICEF/ TOBY FRICKER
Las familias que huyen de Ucrania comparten sus historias de tristeza y determinación
ISACCEA (RUMANÍA), 9 Mar. (Por Toby Fricker, de UNICEF) -
"Llevo dos días llorando", nos cuenta Leanne mientras recuerda cómo huyó de su casa para escapar de la escalada del conflicto en Ucrania. "Mi marido dijo que debía irme para mantener a nuestro hijo a salvo".
Leanne y Yaroslav, de 8 años, son solo dos de las miles de personas, la mayoría mujeres y niños, que acaban de pisar tierra segura en Isaccea, Rumanía, tras cruzar el río Danubio en un ferry abarrotado. Pero, aunque los pasajeros están agradecidos por haber logrado huir de la violencia y estar seguros, muchos de ellos se enfrentan también a una importante incertidumbre sobre qué pasará ahora.
"No sé a dónde iré, o si volveré a ver a mi marido de nuevo alguna vez", dice Leanne. Es una historia trágica y desesperada, y la repiten cada mujer y niño con los que nos cruzamos. La sensación de shock de estas familias es palpable a medida que describen cómo sus vidas se han dado la vuelta.
Unicef / Toby Fricker
"Les dije que nos vamos de vacaciones durante unas semanas", nos cuenta Irina, que llega en el siguiente barco. Así ha tratado desesperadamente de gestionar los miedos crecientes de sus hijas Masha, de 8 años, y Dasha, de 5.
Estas escenas contrastan claramente con lo que habría visto cualquiera que hubiera estado en el muelle hace tan solo un par de semanas. Entonces, el ferry llevando y trayendo a familias de vacaciones, trabajadores yendo a reuniones o gente visitando a parientes y amigos. Hoy, quienes emprenden este viaje lo hacen en un intento desesperado para salvarse ellos y sus familias.
"Me he ido por mis hijas", explica Irina. "Si no fuera por ellas, no me habría ido". Nos enseña una colorida mochila en la que han metido libros. Aparte de eso, solo han podido coger un poco de comida, medicamentos y algo de ropa.
Unicef / Toby Fricker
Irina ha dejado atrás a su familia, su casa y su trabajo, pero la progresiva violencia no le ha dejado elección. "No dormíamos, ya no recuerdo dormir. La sirena empezaba a sonar y nos íbamos al refugio", cuenta mientras recuerda el horror de los últimos días.
"En Odessa tenía una tienda de ropa bonita, pero ahora no puedo ni imaginar qué está ocurriendo". Dice que su marido, marino, estaba fuera cuando comenzó el conflicto. Es visiblemente difícil para Irina reflexionar sobre la vida que construyó para su familia, una vida que no tuvo más remedio que dejar atrás por el bien de la seguridad de sus hijos.
UNA SERENIDAD ENGAÑOSA
Hay nueve horas de coche hasta la ciudad rumana de Sighetu Marmtieti, dominadas por el paisaje sereno y nevado de los Cárpatos. Mujeres y niños llegan por centenares, si no por miles. Algunos llegan en coches, pero la mayoría arrastran maletas y llevan mochilas con lo poco que pudieron preparar rápidamente.
Aquí no cruzan el agua, pero las historias son similares.
Unicef / Toby Fricker
Maria y su hija de 3 años, Ksenyna, están sentadas en un Punto Azul, espacio apoyado por UNICEF. Aquí se da información y orientación a las personas que llegan, se ofrecen servicios de reunificación familiar cuando es necesario y los niños encuentran un lugar en el que descansar y jugar un poco.
"No tengo ninguna razón para estar aquí", dice Maria. "Es por mi hija, ella tenía mucho miedo". Ksenya se concentra en Krosh, el juguete que se ha traído. De fondo, las voces y llantos infantiles atraviesan el aire helado.
María huyó de su hogar cuando los combates llegaron a apenas unos cientos de metros de su puerta. "Era demasiado peligroso quedarse. Antes tenía trabajo, pero ahora no tengo ni idea de qué debería hacer. Ahora no tengo nada".
Está esperando que la recoja el contacto que le ha dado una amiga, y que las llevará a Moldavia. Está agradecida por estar a salvo. Pero el futuro de la familia es tremendamente incierto. Una de las incontables tragedias de este conflicto.
La prioridad que comparten todas las familias que llegan aquí son sus hijos. A pesar de dejar atrás a los maridos, parejas y familias, cada madre tiene clara su determinación de hacer todo lo que pueda para garantizar un futuro a sus hijos.
La paz haría eso mucho más fácil. Se necesita desesperadamente, ahora.