Los efectos del huracán perdurarán en Haití a menos que haya una respuesta urgente que evite los errores del pasado
PUERTO PRÍNCIPE, 10 Oct. (Por María José Agejas, periodista del equipo de comunicación de Oxfam Intermón) -
Jean Robert mira alrededor todavía sin creérselo. "Nunca había visto una cosa igual, a tal velocidad. Verdaderamente terrible". La escuela que dirige ha volado en pedazos por el paso del huracán. Por suerte, gracias a los avisos por radio que muchos no siguieron, los niños no estaban ese día en clase. "Si los niños hubieran estado dentro habría habido muchos muertos", afirma.
La escuela está en la pequeña localidad de Torbeck, en la que ha habido 18 muertos por el paso de Matthew. Pocas escuelas y centros de salud han quedado en pie en las zonas más afectadas por el huracán, en las que, según el director de Oxfam en Haití, Damien Berrendorf, el daño a infraestructuras es comparable al causado por el terremoto de 2010.
Si seguimos adelante por esa misma carretera, que va desde Les Cayes hasta Port Salut, las palabras de Berrendorf se confirman. No queda una casa intacta. Unas han perdido los tejados, pero otras muchas, incluso de cemento, han quedado reducidas a escombros. Todos los postes eléctricos están en el suelo, caídos sobre lagos creados en los que antes eran cultivos.
FRAN AFONSO/OXFAM
El 80% de la población aquí vive de la agricultura de subsistencia, así que el hambre es la primera consecuencia inmediata. No es que se espere hambre en la zona, es que hay hambre desde el primer momento: con las casas inundadas y las cosechas perdidas, mucha gente que vive al día y que no tiene ningún ahorro, no tiene absolutamente nada que comer ni que dar de comer a sus hijos.
"NO TENEMOS NADA"
"No tenemos nada, absolutamente nada", dice Senita Terbil, de 26 años, con dos hijos a su cargo. Su casa era de bloques de cemento. Ahora parece que una apisonadora pasó por encima. Ha perdido casa, huerto y animales. "Nos gustaría volver a plantar el huerto, pero no tenemos medios para hacerlo. No tenemos semillas, no tenemos herramientas", añade.
Su marido ha construido con unas láminas de zinc un refugio improvisado en el que guarecerse. En su interior, su cuñada yace en la cama. Un árbol cayó sobre ella y se ha roto una pierna y un brazo, envueltos ahora en sábanas hechas jirones. No tiene medios para ir al médico.
Seguimos avanzando hacia la punta oriental de la isla por donde entró Matthew. Estamos en el departamento del Sur, junto al de Grand-Anse los más afectados por el huracán. Según Naciones Unidas hay 750.000 personas que necesitan ayuda urgente en toda esta zona.
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Port Salut era de las ciudades más bonitas de Haití. Turística, al borde de un mar azul, con hoteles de la época colonial que tampoco han resistido los embates del viento. El puente que atraviesa el río en el centro de la ciudad ha desaparecido. Por todas partes los vecinos intentan, machete en mano, cortar los árboles caídos sobre las casas, mientras sacan colchones y ropa a secarse al sol, que ha vuelto a salir después de la tormenta.
Más lejos de la costa, en el albergue improvisado en el edificio del ayuntamiento de Camp Perrin, los niños distraen el hambre correteando y revoloteando alrededor de los visitantes extranjeros mientras, una vez más, encontramos esas miradas de incredulidad al acercarnos a hablar con los adultos.
"Sí, escuchamos el mensaje en la radio y la televisión, también recibimos un mensaje en el móvil", explica Germaine Cheri, de 52 años, viuda y madre de diez hijos. "Pero en Haití a veces hay avisos de ciclón y luego sólo llueve. Pensábamos que sólo iba a haber lluvias, pero esta vez el huracán llegó cuando dormíamos y arrasó todo, y ya vimos que se trataba de otra cosa".
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Germaine Cheri lo ha perdido todo: "No tengo nada, no tengo ni siquiera qué dar de comer a mis hijos. Todo en la casa se ha perdido: la cama, los vestidos. Sólo tengo lo que llevo puesto, nada más".
Cerca de ella, Bernadette Julien, de 37 años, repite lo dicho por Germaine casi literalmente: "Sólo me quedan mis hijos y la ropa que llevo puesta. La casa está totalmente destruida. No tengo nada que dar a mis hijos". La diferencia es que Bernadette está embarazada de ocho meses del que será su octavo hijo.
RIESGO DE CÓLERA
Caso tras caso se va mostrando la triste realidad de este huracán, y se constata que los muertos a corto y medio plazo serán muchos más que los causados por la lluvia y el viento. No sólo por la pérdida de cosechas, sino por un más que probable rebrote del cólera, enfermedad relacionada con las aguas insalubres y la falta de higiene que ya está costando vidas en las zonas afectadas.
El cólera fue introducido en Haití en 2010, tras el terremoto, por los cascos azules de la ONU. Según el Gobierno haitiano, desde entonces han muerto 10.000 personas y han contraído la enfermedad un total de 800.000.
Una de las primeras tareas de Oxfam ha sido repartir kits de higiene e instalar depósitos de agua limpia en algunas zonas afectadas por el huracán para evitar un más que probable rebrote de la enfermedad.
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Pérdida de cosechas, pérdida de infraestructuras de todo tipo, desde escuelas hasta puentes, enfermedades relacionadas con la contaminación del agua... y un pueblo que ya antes de Matthew vivía al límite y con lo puesto.
El huracán dejará una larga herencia de muerte a menos que se planee una respuesta adecuada "para no repetir los errores del pasado", dice Oxfam en un comunicado, en el que indica que hay que buscar opciones de reconstrucción antisísmicas y anticiclónicas y realizar una planificación urbana adecuada y un trabajo de fondo en la prevención de riesgos.