La austeridad continuará la próxima legislatura, aunque el ritmo de consolidación fiscal sería mayor con los conservadores
LONDRES, 4 May. (EUROPA PRESS) -
El legado económico de la coalición británica presenta un cuadro de contrastes en el que la potencia occidental que más crece se ha mostrado incapaz de cumplir con el objetivo fundamental de la Legislatura, acabar con el déficit, ya que transcurridos los cinco años de mandato, el agujero presupuestario sólo se ha reducido la mitad.
El aspirante a la reelección, el conservador David Cameron, no ha logrado capitalizar en las encuestas las luces de su gestión y, a tres días de las generales, el empate técnico con los laboristas anticipa un nuevo escenario sin hegemonías. Ni el ritmo de crecimiento más saludable de las economías avanzadas, ni un paro que, actualmente en el 5,8 por ciento, lleva meses en caída libre, ni siquiera que, al fin, los sueldos crezcan más que los precios han pesado para decantar la balanza a favor de los 'tories'.
El colapso financiero de 2008, catalizador de la recesión más prolongada desde que existen los registros, tuvo un impacto mayor sobre la economía del que la coalición había calculado a su llegada al poder. Pese a la severidad del programa de más de 80.000 millones de libras en ajustes diseñado por el ministro del Tesoro y mano derecha de Cameron, George Osborne, los conservadores no han logrado cumplir con su gran tarea de restituir la salud del erario.
La diferencia entre los comicios de este jueves y los de 2010 es que frente a la indeterminación en materia de austeridad que había presidido las últimas generales, todos los partidos admiten ahora que el tijeretazo continuará siendo su incómodo compañero de travesía en los próximos cinco años.
La clave entre las apuestas programáticas de los dos únicos con opciones reales de situar a su candidato en Downing Street es el ritmo que prevén conferir a los ajustes. Al respecto, a pesar de las promesas de no elevar impuestos básicos como el IRPF, las contribuciones a la Seguridad Social, o el IVA; y de garantizar una inversión de hasta 8.000 millones de libras anuales en el Sistema Nacional de Salud, los conservadores continuarán priorizando, por encima de todo, la reducción del déficit.
OBJETIVO DEL SUPERÁVIT
La gran promesa de Cameron es que, a la altura de 2020, no sólo habrá logrado acabar con él, sino que habrá un superávit de 7.000 millones de libras. La predicción ha sido puesta en duda por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha censurado el exceso de optimismo del Gobierno, pero su formulación es suficiente para ilustrar el rol fundamental que los conservadores atribuyen a la lucha contra el agujero presupuestario.
Los laboristas, por su parte, prefieren otorgar una aplicación más progresiva y, aunque han garantizado que el déficit caerá cada año de la próxima Legislatura y que ninguna promesa electoral requerirá de aumento del préstamo, su plan implica una reducción menos pronunciada de la deuda total del país y no se fija como objetivo la ambición del superávit a final de la próxima legislatura.
La principal conclusión, por tanto, es que los conservadores prevén acabar con la deuda a un ritmo mayor que sus rivales, al punto de que a la altura de 2020 sería hasta 90.000 millones de libras inferior a la que habría bajo un Ejecutivo laborista. La contrapartida es que frente a los 1.000 millones que éste impondría sobre los departamentos no protegidos del 'tijeretazo' (todos menos Sanidad, Educación y Cooperación Internacional), la austeridad 'tory' sería 30.000 millones de libras mayor.
El problema, según los analistas, es que ninguno ha detallado su política de gastos, o fiscal, especialmente los conservadores, que planean un recorte de más de 10.000 millones en materia de Bienestar. Es más, muchos economistas consideran que el excesivo foco que el actual Gobierno ha puesto sobre la batalla contra el déficit ha afectado al crecimiento y, como resultado, la recuperación ha sido menos robusta que lo que sería de haber admitido una mayor flexibilidad de gasto para introducir estímulos.
VEREDICTO DE LOS ECONOMISTAS
Así, pese al apoyo expreso que David Cameron ha recabado de gran parte de los líderes empresariales británicos, que han apelado a su continuidad como garantía para la economía, un sondeo del Centro de Macroeconomía muestra que dos tercios de los analistas de referencia consultados en instituciones clave como la Universidad de Cambridge, el Banco de Inglaterra, o el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, discrepan, o discrepan notablemente, de la afirmación de que la austeridad ha resultado positiva para Reino Unido.
El veredicto coincide con el diagnóstico que ha dominado la Legislatura, en la que el propio FMI llegó a instar a Osborne a mostrar contención en la austeridad, y refuerza la opinión de que de haber ralentizado el ritmo de la consolidación fiscal, la economía estaría en mejor posición.
Colectivos como el prestigioso Instituto de Estudios Fiscales (IFS, en sus siglas en inglés), una de las voces independientes de mayor peso en materia económica, también han puesto en duda un tratamiento de excesivo foco en la reducción del déficit, en lugar de la promoción del crecimiento, lo que ha dejado a Reino Unido por debajo de los niveles anteriores al colapso financiero.
DATOS REALES
Los datos del PIB actual aparecen en línea con los que dominaban justo antes del colapso financiero, pero son notablemente inferiores a los máximos previos a la crisis: en el último trimestre resultaron un 16 por ciento menores de dónde tendrían que estar si la progresión entre 1955 y 2007 se hubiese mantenido.
Una de las principales consecuencias es la productividad, es decir, la cantidad producida por cada trabajador por hora, que se encuentra en mínimos sin precedentes desde el siglo XIX. Ni siquiera el Banco de Inglaterra, que ha mantenido los intereses en umbrales históricos para estimular la recuperación, ha logrado explicar el origen de un modelo de débil expansión económica y creación masiva de empleo.
Otra de las asimetrías entre las aspiraciones de la coalición y el balance de su gestión es la permanencia de un modelo excesivamente dependiente del consumo doméstico. A su llegada al poder, Cameron se había comprometido a reequilibrar el sistema para promover una economía más competitiva, pero cinco años después, frente al crecimiento de más de un 8 por ciento del siempre dominante sector de los servicios, la industria y la construcción muestran un desarrollo anémico que mantiene su tamaño por debajo del que presentaban antes de la crisis.