Protección por presencia, otra manera de ayudar a los refugiados
MADRID, 24 Oct. (Por Mark Turner, ACNUR) -
A veces el simple hecho de estar ahí es suficiente. Lo llaman protección por presencia. Personas que hablan árabe, personas que hablan farsi, vestidas con el color azul de ACNUR, ofreciendo un momento de consuelo mientras miles de refugiados hacen a pie el largo e incierto camino hacia Europa.
Bajo la torrencial lluvia, cuando cada grupo espera para cruzar desde Serbia a Croacia, ayudan a unir a las familias separadas, o se apresuran a llevar a los más vulnerables para que reciban el apoyo que necesitan. Preguntan cómo está la gente, comparten una broma, escuchan historias sobre sus viajes, sus preocupaciones y sus esperanzas.
También ofrecen información. La información es tan necesaria en una nueva tierra para las personas que huyen de tantas guerras. Sin cobertura en sus móviles, con sus baterías agotadas, unas pocas palabras familiares son un sustento para los refugiados: saber que están en un lugar seguro ahora, que hay un sistema para atender sus necesidades.
Hana Zabalawi también fue una refugiada, en la primera Guerra del Golfo, una sirio-palestina residente en Kuwait que huyó después de la entrada de los tanques iraquíes. Entonces fue Siria quien le dio un hogar, y una educación, y es a Siria donde regresa varias veces al año para ver a su familia en Damasco. "He estado allí", comenta. "Sé cómo se sienten, la incertidumbre y el miedo", añade.
Pero por ahora está del otro lado, como responsable de protección de ACNUR, vestida con un poncho para la lluvia azul y con ropa térmica recién comprada, trabajando en turnos de ocho horas (hoy desde las 16:00 hasta las 0:00 horas), ofreciendo esperanza a las personas muy inseguras del futuro que tienen por delante.
"Llevo 20 años trabajando con ACNUR y es la primera vez que me encuentro con tantos refugiados que nos cuentan lo importantes que somos para ellos, que dicen: 'estoy tan contento de verte'", cuenta Hana. "No son solo el agua o las galletas", añade, "al vernos se siente seguros. Se siente protegidos, porque esto es lo desconocido. Sienten eso porque ACNUR está ahí".
Aquí está en marcha una operación liderada por el Gobierno croata y la ONU está apoyando en su respuesta. La Cruz Roja está asumiendo el liderazgo en la reunificación y hay equipos de voluntarios de toda Europa cerca, ofreciendo la bienvenida, ropas y 'maklube' caliente, un guiso de Oriente Próximo.
Pero es el sentido de continuidad lo que más ayuda. "Dicen 'no nos dejéis; nos recibisteis en Grecia, nos visteis en las fronteras y estuvisteis a lo largo de todo el camino".
Hemos conocido a Alaa y Mohamed, de Deraa, la localidad en la que comenzó la guerra civil en Siria. Nos cuentan bajo la lluvia que se casaron hace poco y que celebraron una fiesta en el barco desde Samos. Más atrás hay un padre con un niño que llora. Encontramos a su madre y les llevamos a la tienda de ACNUR, y les dan mantas.
Las puertas se abren y una nueva hilera de refugiados chapoteando pasa, con sus zapatos envueltos en bolsas de plástico de ACNUR, cogiendo tazas de te que les ofrece un contingente de suizos desde la cuneta.
Ni siquiera parecen preocuparse por la lluvia. "¡El agua es buena!", comenta Taha Maloud, de Serghaya, en Siria. "No nos importa. Estamos huyendo de la guerra; lo último que nos preocupa es la lluvia. Casi tenemos el mismo tiempo en Siria", asegura.
El personal de la ONU, la Policía y los voluntarios de la Cruz Roja también soportan el peso del cambiante tiempo. Pero Hana insiste en que no es problema. "Estoy muy bien", afirma. "Especialmente hoy. Estoy realmente bien equipada. Fui de compras y me compré unos leggings térmicos. Es una gran diferencia, he de decir", comenta.