Luis Inácio Lula da Silva. - Rodney Costa/-/dpa
MADRID, 28 Oct. (EUROPA PRESS) -
Si se cumplen los vaticinios de todas las encuestas publicadas de incluso antes de que anunciara oficialmente que se presentaría a estas elecciones, Luiz Inácio Lula da Silva volverá a ser presidente de Brasil a partir de este domingo.
Lula hizo ya buenos los pronósticos y se impuso en primera vuelta con alrededor de seis millones de votos más que su rival, Jair Bolsonaro, a quien las encuestas le subestimaron y logró más de lo esperado. Tras ello, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) se apresuró para sumar a su candidatura los apoyos de esa tercera vía que representa Ciro Gomes, pero sobre todo Simone Tebet.
A pesar de los reproches e incluso en el caso de Gomes cierto resentimiento hacia Lula, llegó incluso a llamarle fascista, era un secreto a voces que ambos acabarían por darle su apoyo pues la neutralidad o en el peor de los casos su apoyo a Bolsonaro hubiera significado un suicidio político.
Lula cuenta con el apoyo de hasta expresidentes brasileños de corte conservador, como Fernando Henrique Cardoso, José Sarney y Fernando Collor de Mello, sin olvidar el de líderes de la izquierda europea. Un favor que el del PT ha utilizado para evidenciar lo aislado que hasta ahora había quedado Brasil bajo el mando de Bolsonaro.
Al igual que hiciera en primera vuelta, Lula ha enfatizado que la cita de este domingo no es una cuestión entre dos hombres, ni de dos partidos, sino de democracia contra fascismo. La retórica golpista de Bolsonaro ha sido definitiva para que sectores tradicionalmente contrarios al PT hayan decidido decantarse por el antiguo líder sindical.
Su objetivo ha sido construir un perfil moderado, capaz de atraer al electorado de centro y distanciarse de los fantasmas del comunismo que agita el bolsonarismo y para ello ha sumado a su otrora rival, Geraldo Alckmin, como colega de fórmula. Él último gesto ha sido tender la mano a sus rivales. "Ya no hay bolsonaristas, ni lulistas. Acaban las elecciones y tenemos un país", ha dicho.
PRÓSPERA HERENCIA MARCADA POR LA CORRUPCIÓN
Durante su anterior mandato (2003-2010), Lula gozó de una gran popularidad entre las clases trabajadoras y de rentas más bajas tras lograr sacar a 30 millones de personas de la pobreza extrema, aunque también entre los propios mercados y las entidades bancarias, que vieron una oportunidad en el auge de las materias primas.
Aquel periodo de abundancia y prosperidad se vio enturbiado a partir de 2011, cuando los continuos escándalos de corrupción significaron su muerte política al menos durante 580 días, el tiempo que pasó en la cárcel tras ser acusado --luego se demostró que de manera injusta-- de haber participado en una trama por la que se lucraron decenas de políticos y empresarios.
El expresidente brasileño cuenta con el favor de amplias capas de la sociedad, como jóvenes, desempleados, familias de rentas más bajas, estudiantes, mujeres, e incluso los católicos votarían por él, mientras que los evangélicos, colectivo con mucho poder en Brasil, se decantaría por la ultraderecha que representa Bolsonaro.
Si Lula vence las elecciones tendrá que lidiar con uno de los congresos más conservadores de la historia democrática de Brasil. Las fuerzas bolsonaristas dominan la Cámara, siendo el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro el que cuenta con mayor presencia. Un importante desafío para el antiguo líder sindical, que tendrá que llegar a acuerdos para cumplir con promesas electorales como aumentar los programas sociales y mayores controles medioambientales.