Archivo - Marine Le Pen, líder de Agrupación Nacional y candidata a la Presidencia de Francia - Michael Bunel/Le Pictorium Agenc / DPA - Archivo
La líder de Agrupación Nacional ha moldeado la imagen y el discurso del partido que fundó su padre para ganar opciones
MADRID, 22 Abr. (EUROPA PRESS) -
Marine Le Pen (1968, Neuilly-sur-Seine) no es una recién llegada a la política francesa, pero el de este domingo es su mayor reto político. Nunca antes la ultraderecha ha estado tan cerca de llegar al Elíseo, un hito atribuido a la propia Le Pen, que ha dejado atrás la imagen dura de su padre para suavizar un discurso que sigue preocupando en los círculos más moderados de Francia y de Europa.
Le Pen vivió ya desde su infancia marcada por la carrera política de su padre, Jean Marie Le Pen, que fundó en 1972 el Frente Nacional. Su licenciatura en Derecho le permitió trabajar durante varios años como abogada en París, pero en 1998 ingresó en el aparato del partido familiar, que aún no ha abandonado.
Primero como responsable del departamento legal y luego como 'número dos', en 2004 logró un escaño en el Parlamento Europeo. Durante esos años, ganó presencia tanto dentro como fuera del partido y comenzó a lograr algunos éxitos electorales a nivel local y regional hasta que en 2011 fue proclamada como nueva líder del Frente Nacional, sin oposición.
Ya al frente del partido, intentó suavizar el lenguaje asociado a su padre, del que a la postre terminaría desmarcándose familiar y políticamente para alejarse, por ejemplo, de las polémicas antisemitas que rodeaban al patriarca. La imagen del Frente Nacional había cambiado y, con esta nueva bandera, llegaron las elecciones presidenciales de 2012.
En ellas, Le Pen quedó tercera, fuera por tanto de la segunda vuelta, pero sus resultados fueron históricos, superando incluso los logrados en 2002 por su padre cuando éste logró pasar a la ronda final. El Frente Nacional cotizaba al alza y así quedó de manifiesto en la sucesión de comicios de 2014: en las elecciones europeas de ese año, la formación ultraderechista logró ser la primera en votos.
El euroescepticismo calaba entre cierta parte de la ciudadanía y el auge del terrorismo islamista fomentó la dispersión de mensajes xenófobos y anti inmigración en Francia. Le Pen alabó la salida de Reino Unido de la UE y la victoria del magnate Donald Trump en Estados Unidos, espejo de lo que ella reclamaba para su propio país.
DE 2017 A 2022
La consolidación política definitiva de Le Pen llegó en 2017, cuando la dirigente ultradrechista logró pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Pese al hito, el asalto al Elíseo se antojaba imposible --obtuvo un 33 por ciento de los votos en la segunda vuelta-- y al año siguiente Le Pen optó por rebautizar al Frente Nacional para llamarlo Agrupación Nacional, en un intento por de desembarazarse de sombras pasadas.
El mensaje político de Le Pen se ha ido modulando durante estos años y, por ejemplo, ya no quiere salirse de la UE sino construir una "Europa de naciones". En materia de inmigración, aboga por un referéndum para consultar a la ciudadanía futuras políticas, y entre sus promesas figuran una prohibición del velo islámico en lugares públicos.
Le Pen se define como "patriota" y a partir de esta palabra articula gran parte de su discurso, en el que entremezcla la defensa de los valores conservadores con el proteccionismo económico, pasando por la salida de Francia del Mando Aliado de la OTAN.
Llevó estos mensajes al debate televisado que la enfrentó el miércoles con su rival y actual presidente, Emmanuel Macron, y al que llegó más preparada que en 2017. Hace cinco años, hasta la propia Le Pen reconoció sus errores en el cara a cara y, si bien medios y analistas también han dado por victorioso a Macron en el último debate, han coincidido igualmente en que la aspirante no está KO.
Macron aprovechó la cita para exhibir algunas de las costuras de la candidatura de Le Pen, entre ellas la modulación interesada del discurso, con una retórica menos radical para medidas que son igualmente ultraconservadoras, y sus apresurados intentos por alejarse de la sombra del presidente ruso, Vladimir Putin.
Agrupación Nacional destruyó miles de folletos de campaña en los que aparecían juntos Le Pen y Putin después de Rusia invadiese Ucrania. La candidata ha condenado esta ofensiva, pero ha cuestionado el nivel de apoyo a las autoridades ucranianas, que aún la consideran persona non grata por el reconocimiento que hizo en 2017 a la anexión de la península de Crima por parte de Rusia.
POR DETRÁS EN LOS SONDEOS
Le Pen llega a esta segunda vuelta con menores apoyos políticos que su rival. A nivel europeo, tiene entre sus socios al primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, o al líder de la Liga italiana, Matteo Salvini, mientras que a título interno, entre las candidaturas fallidas, de la primera vuelta, tan sólo el periodista Éric Zemmour ha pedido el voto para ella de cara a la votación del domingo.
Sus opciones de victoria pasan por sumar a los votos de ultraderecha los de parte de los conservadores más moderados y pescar incluso en el caladero del izquierdista Jean-Luc Mélenchon, que ha jugado con la ambigüedad para no pedir directamente el voto para Macron. Según un sondeo de IPSOS-Sopra-Steria, un 16 por ciento de los votantes de Mélenchon estarían dispuestos a apoyar a Le Pen.
Los sondeos sitúan a la líder de Agrupación Nacional unos diez puntos porcentuales por detrás de Macron, después de que la distancia entre ambos haya aumentado ligeramente en los últimos días. El entorno de Macron ha apelado a la participación advirtiendo de que a estas alturas no se puede dar nada por sentado.