MADRID, 9 Nov. (EUROPA PRESS) -
Más de 400.000 niños sirios refugiados en Turquía no reciben ningún tipo de formación académica, lo que "pone a toda una generación en riesgo", ha alertado este lunes la organización Human Rights Watch (HRW), que ha lanzado un llamamiento tanto a las autoridades turcas como al conjunto de la comunidad internacional.
El informe 'When I Picture My Future, I See Nothing' ('Cuando dibujo mi futuro, no veo nada') recoge los retos a los que se tienen que enfrentar cientos de miles de niños que huyen del conflicto de Siria, iniciado en marzo de 2011 y con pocas perspectivas de resolución a corto plazo.
Turquía acoge a más de dos millones de refugiados procedentes del país vecino, pero sólo 212.000 de los 708.000 menores en edad escolar --niveles de primaria y secundaria-- continúan su ritmo académico, según los datos del Ministerio de Educación.
El idioma, la falta de integración, las dificultades económicas y la falta de información --entre otros retos-- les dejan fuera de las clases a pesar de las iniciativas adoptadas por el Gobierno turco desde septiembre de 2014. El Ministerio de Educación anunció el 2 de octubre un nuevo programa con el que quiere escolarizar a 270.000 niños sirios antes de enero de 2016 y a 370.000 antes de que concluya el actual curso escolar.
La guerra también ha roto el sistema educativo dentro de Siria, que antes del conflicto mantenía un nivel de inscripciones del 99 por ciento en el ciclo de primaria y del 82 por ciento en el de secundaria. Según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, ahora casi tres millones de niños sirios que viven dentro y fuera de su país no van a clase.
"ME GUSTABA LA ESCUELA"
Una portavoz de la oficina de derechos para refugiados de HRW, Stephanie Gee, ha advertido de que "no proporcionar educación a los niños sirios pone a toda una generación en riesgo". "Sin esperanzas reales para un futuro mejor, los refugiados podrían terminar poniendo en juego sus vidas volviendo a Siria o emprendiendo peligrosos viajes hacia Europa", ha añadido.
En juego está no sólo fomentar la formación académica y garantizar a estos niños un sustento económico en el futuro, sino también reducir los niveles de matrimonio temprano o de reclutamiento por parte de grupos armados, factores asociados indirectamente a la educación.
Radwan, de once años, trabaja once horas al día y siete días a la semana en un taller de ropa para ayudar a su madre viuda en el sustento de sus hermanos. "Me gustaba la escuela. Me gustaba estudiar matemáticas y lo echo de menos", ha contado a HRW desde la ciudad turca de Gaziantep, cerca de la frontera del país desde el que su familia tuvo que huir.