MADRID, 11 Mar. (Por Charo Izquierdo, coordinadora de programas de Desarrollo y Sensibilización Fundación World Vision) -
La próxima semana se cumple un funesto y lamentable aniversario: 5 años de guerra en Siria. 5 años de devastación, de derramamiento de sangre, de sufrimiento humano, de fracaso de todos por no haber sabido parar esta tragedia.
En estos 5 años, entre 250.000 y 450.000 personas han muerto; 4,7 millones de sirios han buscado refugio en otros países y 13,5 millones de personas en el interior del país han agotado todos sus recursos y dependen de la ayuda humanitaria para su supervivencia. Esas son algunas cifras, aunque hay otras muchas: más del 50% de los refugiados son niños, en total se estima que 8,2 millones de menores se han visto obligados a abandonar sus hogares y a buscar refugio dentro de Siria o en los países vecinos...
Son muchos los números que ofrecen a diario los medios de comunicación para ilustrar la situación. Pero se repiten tanto, hay tantos datos distintos y de tantas fuentes diferentes, que al final es como si por el uso indiscriminado de estas cifras, su valor se hubiese devaluado y hubiese perdido todo su significado. ¿Cuál es el significado real de 450.000 muertes? ¿Qué quiere decir que 13,5 millones de personas necesitan ayuda humanitaria para su supervivencia? ¿Qué significa que 8,2 millones de niños viven como desplazados?
Y es que probablemente, la tragedia es tan grande, tan inmensa, que no es posible medir su magnitud sólo con números. ¿Cómo de grande es el sufrimiento de un niño que ve morir a sus padres y se queda huérfano? ¿Cuánto pesa la pena de los que tuvieron que abandonar su casa, su escuela, sus juguetes, sus amigos, su país y vivir como refugiados en una chabola improvisada construida con plásticos? ¿Qué supone para una niña verse obligada a casarse con apenas 13 o 14 años para poder garantizar su supervivencia? ¿Cómo de grande es el dolor de alguien que llega en solitario con lo puesto a un lugar desconocido y que tiene que empezar de cero? ¿Qué significa ser un refugiado?
Sólo si intentamos ponernos en el lugar de estas personas, podemos intuir la dimensión de esta guerra. En general, los ciudadanos sirios que han huido a un país vecino han esperado a tomar la decisión hasta encontrarse en una situación límite, en la que no les quedaba otra opción que elegir entre la muerte y la vida como refugiados. Algunos han salido sólo con lo puesto y no han tenido tan siquiera tiempo para recoger sus documentos.
VIVIR COMO REFUGIADO EN LÍBANO
Una vez en Líbano, por ejemplo, los que tienen algunos ahorros han alquilado habitaciones o casas (se calcula que el 75% de los refugiados ha elegido esta opción). Los más desfavorecidos se han instalado por su cuenta en terrenos cercanos a campos de cultivo y han construido sus refugios manualmente utilizando lonas, plásticos y madera.
En mi primera visita al Valle de la Bekaa, zona fronteriza con Siria donde se concentra el 36% de los refugiados que viven en Líbano, me impresionó mucho el mar de chabolas que se extiende por todo el valle. Hay asentamientos con una o dos tiendas solamente, y otros que acogen a decenas, e incluso a centenares de familias.
Los principales obstáculos a los que se enfrentan los refugiados en estos asentamientos informales son la falta de acceso a agua, saneamiento, electricidad y servicios de salud y/o educación, pero también falta de oportunidades de trabajo y de fuentes de ingresos.
Donde hay escuelas, la calidad de la educación no es buena y los niños encuentran numerosos obstáculos para poder asistir a clase (por ejemplo en Siria los niños estudian en árabe, mientras que en Líbano la educación se imparte en inglés o francés). Aunque las organizaciones de ayuda humanitaria como World Vision estamos haciendo grandes esfuerzos para que los niños retomen su educación, esto no siempre es posible.
En general llegan con traumas graves (han perdido a familiares y en algunos casos han visto morir a sus seres queridos), pero además, en Líbano se ven obligados a trabajar para sobrevivir y ayudar a sus familias a salir adelante.
Otro problema añadido en invierno en los asentamientos informales es el frío. Teniendo en cuenta la precariedad de los refugios, esto significa que la gente ha pasado y está pasando mucho frío. He visto a niños descalzos, sin ropa de abrigo, correteando por los caminos fangosos entre las tiendas. Queman todo lo que encuentran a su alrededor que pueda servirles para calentarse, incluso restos de plástico, que despiden un humo denso, tóxico y espeso.
LA MAYORÍA SON MUJERES
Es importante señalar además que la mayoría de refugiados son mujeres acompañadas de varios niños (en torno al 75% de los refugiados son mujeres o niños). Las mujeres, las niñas y los niños, son los más vulnerables y los que más están sufriendo las consecuencias del conflicto. Estos se enfrentan a explotación laboral, trata y abuso sexual, especialmente las mujeres y las niñas.
Muchas de estas últimas buscan una salida a su situación a través del matrimonio. El matrimonio es considerado por algunas familias como una opción para garantizar la protección y el bienestar material de sus hijas. Niñas de sólo 13 ó 14 años son entregadas en matrimonio y son madres a edades muy tempranas.
Los refugiados que pueden permitirse pagar un alquiler durante una temporada viven en unas condiciones más aceptables, pero al final acaban agotando sus ahorros y se enfrentan igualmente a la mayoría de problemas que tienen el resto.
Ante este escenario de falta de perspectivas de futuro en los primeros países de acogida --Líbano, Jordania, Turquía, Irak-- los refugiados se encuentran en un callejón sin salida, por lo que los que se lo pueden permitir, toman la decisión de abandonar los campos y los asentamientos informales para buscar otras opciones de vida en Europa.
Los que deciden quedarse lo hacen porque no tienen ni siquiera recursos para sobrevivir y viven su día a día con callada resignación soñando con poder volver a sus casas algún día. Pero los que emprenden el camino hacia Europa no lo tienen más fácil, ya que se enfrentan a numerosos obstáculos que ponen en peligro sus vidas.
VIDAS TRUNCADAS
Detrás de los números de esta tragedia hay muchas historias personales y muchas vidas truncadas. Las historias que con más frecuencia se repiten en mi memoria son las de los más pequeños. En mi paso por los centros de apoyo psicosocial de World Vision en Líbano he conocido a algunos niños que han querido compartir conmigo sus historias. Estos centros ofrecen un espacio para que los niños puedan hacer un paréntesis en su trabajo y sus tareas domésticas y poder ser por un rato lo que son, simplemente niños.
Al principio todos llegan muy callados, con miedo. Vienen con traumas muy grandes. Han dejado atrás todo lo que tenían: su casa, su escuela, sus amigos, sus juguetes y algunos incluso han perdido o han visto morir a sus seres queridos. Poco a poco van tomando confianza y se van abriendo. Todos buscan un poco de atención, un poco de humanidad.
Algunas niñas me contaron que les gustaría ser bailarinas, aunque trabajan en casas de libaneses haciendo tareas domésticas. Otros han descubierto sus habilidades en el centro, como Bassel, que con tan solo 6 años pinta unos cuadros maravillosos y dice que quiere ser pintor. Lamentablemente la mayoría de estos niños tiene que trabajar para ayudar a sus familias. La guerra les ha robado sus sueños.
Aunque por desgracia hay cientos de miles de historias de sufrimiento personal en este conflicto, en mi último viaje se me ha quedado grabada la imagen de una preciosa niña de no más de 5 años, morena, menuda, delgada, sordomuda, que en plena ola de frío (7ºC bajo cero) estaba sentada en el aula descalza, vestida con un diminuto traje de manga corta. Creo que temblaba tanto como sonreía. No sé su nombre, ni sé quién es, pero me quedé helada al verla. Mis compañeras buscaron una manta para protegerla, pero yo todavía puedo recordar el frío que sentí. Frío físico y frío moral.
¿SE PUEDE MEDIR EL SUFRIMIENTO PERSONAL?
Como decía más arriba, no es posible medir el sufrimiento personal. Tampoco hay ninguna herramienta para medir la deshumanización. Por eso no nos queda más remedio que recurrir de nuevo a las cifras. Daré sólo algunas: un pequeño país como Líbano, que antes contaba con 4,3 millones de habitantes, ha acogido a más de 1,2 millones de refugiados sirios, es decir, más del 25% de la población libanesa son refugiados.
Mientras tanto, después de varios meses de inacción y debate, los 28 países de la UE han logrado alcanzar un acuerdo para acoger a tan sólo 160.000 refugiados sirios. Teniendo en cuenta que 13,5 millones de personas necesitan ayuda humanitaria en Siria y que 4,6 millones de sirios han buscado refugio fuera del país, en este caso, las cifras hablan por sí solas.
El conflicto de Siria ha desencadenado la mayor crisis humanitaria desde la II Guerra Mundial y ha puesto de manifiesto no sólo la incapacidad de Europa para afrontarla, sino las grandes contradicciones entre la legislación internacional, que reconoce el derecho de los refugiados a buscar asilo, y las restrictivas políticas de inmigración, que obstaculizan el ejercicio de dicho derecho.
Más cifras: aunque no podemos cuantificar el sufrimiento humano, sí podemos cuantificar las pérdidas económicas. Según el informe 'The cost of conflict for Children', elaborado por World Vision y Frontier Economics, se estima que hasta ahora el conflicto de Siria ha tenido un coste de 275.000 millones de dólares. Este dinero se ha perdido y no se puede recuperar para invertirlo en educación, salud, desarrollo económico o en el futuro de los niños.
Como se describe en el informe, después de 5 años la respuesta humanitaria a la crisis en Siria sigue adoleciendo de una falta crónica de presupuesto, lo que contrasta con los fondos aparentemente ilimitados destinados a mantener y financiar el conflicto. Invertir en el conflicto y no en la paz es una terrible contradicción, además de ser un enfoque ilógico carente de visión de futuro, y de estar costando vidas y sufrimiento humano.