Sasha y su familia, tras cruzar el paso de Medyka hacia Polonia - UNICEF/ANA GARRALDA
MEDYKA (POLONIA), 10 Abr. (Por Ana Garralda, portavoz de UNICEF España) -
Apenas unos pocos cientos de metros separan la guerra de la seguridad que ofrece un país en paz. Son los 500 metros de Medyka, uno de los cuatro pasos fronterizos por donde centenares de miles de personas (2,5 millones solo en Polonia) han entrado andando en la Unión Europea desde que el pasado mes de febrero comenzase la peor crisis humanitaria que se ha vivido en el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial.
"Jamás me habría imaginado que pasaría por algo así, cuenta angustiada, entre sollozos, Irina, una doctora ucraniana de Kiev, frente a una de las tiendas dispuestas por UNICEF como primera parada de descanso en el camino que transcurre entre la verja fronteriza y el área de autobuses desde donde los desplazados serán trasladados o bien a centros de acogida cercanos --como el establecido por las autoridades polacas en el centro comercial de Tesco (a unos diez minutos de Medyka)-- o bien a estaciones de tren como la de Pzremysl, ciudad al sureste de Polonia (voivodato de Subcarpacia).
Desde allí, familias como la de la doctora ucraniana partirán hacia otras urbes polacas, como Varsovia o Cracovia, a otros países europeos o a cualquier otro punto del globo. "Nos iremos directos al aeropuerto de Varsovia. Voy a mandar a mis hijos (de 5 y 9 años) y a mi suegra a Abu Dabi (Emiratos Árabes), donde está trabajando mi marido. Se quedarán con él hasta que puedan volver a Kiev. Yo regresaré. Soy médico y allí ahora me necesitan", explica esta mujer alta, de porte poderoso, pero hoy rota y superada por la situación.
Mientras, detrás, los suyos (Irina se gira para que no la vean llorar), van cargados con mochilas y maletas, a la espera de que avance rápido la cola que les lleve al autobús.
UN RESPIRO EN EL CAMINO
Hace frío y están agotados, pero no quieren entretenerse. Tienen suerte. El día es soleado y la temperatura más amable que la registrada días atrás, cuando otros miles de desplazados tuvieron que soportar hasta 12 grados bajo cero mientras recorrían los quinientos metros de la cola de Medyka.
Un camino aliviado en parte por los muchos voluntarios locales desplegados, como los de la Asociación de Scouts de Polonia (Zwiazek Harcerstwa Polskiego, ZHP), con quienes UNICEF ha levantado la tienda frente a la que se pararon durante unos minutos Irina y su familia.
Un lugar seguro, un respiro donde otros desplazados, mayoritariamente mujeres y niños, sí optaron por descansar o calentarse durante un rato días atrás. Un espacio donde las madres lactantes pudieron amamantar a sus bebés o los más pequeños jugar durante unos minutos, olvidando por un rato el éxodo forzoso al que se habían visto abocados, dejando atrás todo su mundo, sus amigos, su casa, su familia.
Personas como Sasha, una joven ucraniana de 19 años que tuvo que salir de Ivankiv, una pequeña ciudad al norte de Kiev, junto a su tía y su sobrino de tan solo unos meses. "No he hablado con mis padres desde el 5 de marzo y estos días hubo un ataque en mi vecindario. Ellos no quisieron marcharse, me dijeron que me fuera temporalmente con mi tía. Estoy preocupada", explica la joven mientras su tía coloca a su bebé sobre una de las mantas dispuestas en las camas de la tienda de UNICEF, donde también hay pañales, agua, kits recreativos para los niños o educativos para la primera infancia.
Una primera parada a lo largo de los 500 metros de Medyka, en el inicio de una travesía incierta para Sasha y para centenares de miles de refugiados como ella. Según UNICEF, más de 4,3 millones de niños, alrededor de la mitad de la población infantil de Ucrania (que se estima en unos 7,5 millones) han tenido que abandonar sus hogares por el conflicto que asola el país desde el pasado 24 de febrero. De ellos, la mitad han cruzado a Estados vecinos como Polonia, mientras otros 2,5 millones de niñas y niños son desplazados internos dentro de Ucrania.
EL AZUL DE LOS PUNTOS DE AYUDA DE UNICEF
Para ayudarles en el siempre difícil periplo hacia lo desconocido, organizaciones internacionales como UNICEF y ACNUR estamos levantando en lugares estratégicos de las zonas fronterizas tanto de Polonia como de otros países (Moldavia, Rumanía, Bielorrusia, Eslovaquia, Hungría o República Checa), hasta 26 'puntos azules', espacios de protección para la infancia donde las familias de desplazados pueden encontrar descanso, información, apoyo psicosocial o ser derivados a los servicios de salud locales cuando sea necesario.
Lugares seguros donde los niños y niñas no acompañados pueden ser registrados tanto por el personal capacitado desplegado como por los efectivos enviados por las autoridades locales y nacionales, responsables en última instancia de la adopción de medidas legales de protección que eviten que estas poblaciones vulnerables puedan ser víctimas de las muchas redes de trata y explotación que siempre afloran durante y después de los conflictos.
Espacios que se usaron durante la crisis de refugiados y migrantes de 2015-2016, cuando se abrieron hasta 20 espacios seguros en las rutas de migración más frecuentadas en el continente europeo, con el objetivo de ayudar al millón de personas que entonces huían de la guerra o la inestabilidad en países como Siria, Afganistán e Irak en su ruta hacia el mar Mediterráneo.
Áreas de protección de las que familias como la de Irina o Sasha pueden disponer en su difícil éxodo hacia lo desconocido, provocado por una nueva crisis humanitaria y, esta vez, de dimensiones desconocidas en territorio europeo.
Una guerra que ya ha dejado más de 11 millones de desplazados y refugiados, casi todos mujeres, niñas y niños. Víctimas, sin hogar, que necesitan de toda la ayuda que Europa les pueda prestar.