El CICR lanza un proyecto para poner voz y rostro a los migrantes y las familias de los desaparecidos en la ruta
MADRID, 29 Nov. (EUROPA PRESS) -
México se ha convertido en la ruta de paso de unos 500.000 migrantes al año que, provenientes en su mayoría de los países centroamericanos, se dirigen hacia el sueño de una vida mejor en Estados Unidos. Sin embargo, son muchos, seguramente miles, los que no consiguen llegar a ese destino soñado y cuya pista se pierde por el camino, en muchos casos para siempre.
El dolor y el sufrimiento de quienes quedan atrás es difícil de sobrellevar, entre otras cosas porque al dolor por la pérdida suele sumarse las consecuencias en el plano económico de la desaparición del ser querido. Cuando es el padre quien desaparece, dado que suele ser el principal sustento, la familia queda sin su fuente de ingresos.
En otros casos, para que un familiar emigre en busca de un futuro mejor, el resto de miembros adquieren una deuda difícilmente asumible sin que lleguen las esperadas remesas que quien partió un día hacia Estados Unidos iba a enviar. Esto deja a estas familias en una situación de una mayor vulnerabilidad en un contexto donde la pobreza y la presencia de las pandillas convierten a los niños en caldo de cultivo para el reclutamiento.
Para llamar la atención sobre esta "tragedia humanitaria inadvertida" y darle más visibilidad, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha lanzado la web www.missingmigrants.icrc.org en la que se recogen fotografías instantáneas, vídeos y mensajes manuscritos de los migrantes y sus familias tomadas en Honduras, Guatemala y México con las que se busca dar voz y rostro a este fenómeno.
Quienes han realizado el viaje o están en camino reconocen lo peligroso del mismo, pero eso no parece disuadir a otros a seguir sus pasos. "Hemos sufrido mucho, hemos caminado y aguantado hambre", cuenta Johnson en un mensaje dirigido a sus amigos en el marco del proyecto del CICR.
"He caído al piso, llorado de tristeza, dolor, soledad; he pasado momentos con mucha hambre y sin una gota de agua, aguantando frío, discriminaciones, y ofensas", relata por su parte Alexander, tras más de 1.000 días de viaje que le han llevado a coger 14 trenes.
Para Prudencio es la tercera vez que intenta el viaje, por eso recomienda a sus compatriotas hondureños que se lo piensen dos veces. "No es nada fácil vencer esta tarea. Se sufre mucho. Hay momentos de alegría y momentos de sufrimiento. Y yo, que lo he vivido, no se los aconsejo, que viajen para aquí porque es bien difícil", advierte.
"ESTE CAMINO ES PARA VALIENTES"
"Lo único que digo es que este camino es para valientes y hay que echarle ganas. Es un camino duro, pero con la fe en Dios todo es posible. Sigamos adelante", es el mensaje de Jorge, tan solo cuatro días después de abandonar su casa. Quién sabe si llegará a su destino.
Son muchos los que mueren en el peligroso camino, los que son detenidos sin que sus familias lo sepan porque no pueden comunicarse, o los que optan por no pedir ayuda por temor a posibles riesgos. Muertos o no, sus familias se quedan sin saber de ellos, esperando una respuesta que no llega, entre otras cosas porque en caso de fallecimiento suelen ser enterrados sin identificación ni registro, lo que dificulta la futura búsqueda.
La desaparición provoca "un dolor inimaginable" para las familias, explica a Europa Press Matthew Clancy, portavoz de política humanitaria del CICR. "Las familias con las que hemos hablado durante este proyecto y que perdieron a seres queridos durante el camino nunca han dejado de buscar respuestas", precisa, incidiendo en que "la falta de un cierre puede ser una fuente de tormento emocional para madres, padres, hermanos o hermas que, en muchos casos, puede durar años".
Clementina Murcia es la madre de Jorge y Mauro, ambos desaparecidos hace 30 y 15 años respectivamente y que hoy tendrían 47 y 37 años. Desde el año 2000 es miembro del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Progreso y ha participado en la "caravana de madres" en busca de migrantes desaparecidos como sus hijos. "Todas las noches pedía lo mismo", cuenta al CICR.
"Señor, si mi hijo está vivo, que se me aparezca aquí ahora", era su petición. Clementina ha tenido suerte y durante la elaboración de este proyecto su hijo Mauro, que llevaba 15 años desaparecido, fue encontrado.
Otros, como Paulina Castro, siguen buscando respuestas y tratando de superar las consecuencias que la desaparición ha acarreado a la familia, que aún tiene que terminar de saldar la deuda contraída por su marido, quien se marchó en febrero de 2011. Ahora, sus dos hijos pueden estudiar gracias a la ayuda que reciben del CICR, que también les ha ofrecido atención psicosocial.
La madre de Marvin Leonel Zavala, desaparecido hace 28 años, tampoco tendrá respuestas. Diagnosticada con Alzheimer, es ahora su hija Doris la que ha asumido la búsqueda de su hermano. "Mi madre me decía, 'hija, no sigamos buscando, no tenemos respuestas'", cuenta Doris, que aún así quiere saber qué fue de su hermano.
EMIGRAR, UNA SALIDA FRENTE AL HAMBRE Y LA DELINCUENCIA
"La gente o se tira a delinquir o aguanta hambre", así resume María Corina Montoya la situación que empuja a muchos jóvenes, como su hijo Héctor, desaparecido hace cinco años, a emigrar. "Otra causa de la emigración es la delincuencia, que ahora es exagerado cómo matan a gente, cómo a un padre o una madre le arrancan a su hijo, así tan jovencitos", lamenta.
"Se trata de un fenómeno mundial con un impacto sumamente personal", subraya la jefa de la Unidad de Personas Desaparecidas del CICR, Frederique Desgrais. "El dolor que sufren los familiares de los migrantes desaparecidos es también el que sienten los seres queridos de quienes desaparecen a causa de un conflicto armado u otra situación de violencia. Saber qué le sucedió a una persona desaparecida es un acto humanitario", sostiene.
Desde el CICR, trabajan apoyando a los desaparecidos y sus familias de varias formas, entre ellas tratando de poner el contacto a familias que lo han perdido y de convencer a las autoridades de que cumplan con su obligación de aclarar lo ocurrido y el paradero de los desaparecidos.
"También creemos que los muertos no deberían perder su identidad y deberían ser tratados con respeto", explica Clancy, por lo que "ayudamos a las autoridades a seguir los pasos para buscar, recuperar e identificar los restos de forma que se respete su dignidad", además de apoyar a los forenses en su labor de aclarar lo ocurrido a los desaparecidos y de responder mejor a las necesidades de las familias.
"El CICR hace lo que puede para ayudar, pero es vital que los gobiernos y otros incrementen sus esfuerzos para aliviar el sufrimiento de tantas personas y abordar uno de los problemas humanitarios más complejos, desafiantes y obviado del mundo actual", reclama el portavoz del CICR.