MADRID 18 Nov. (Por Alfonso González de León, consultor senior en Vinces, consultora estratégica) -
Han pasado ya unos días desde que Donald Trump fue elegido como el próximo presidente de Estados Unidos. Su campaña populista y su inesperada victoria generan ahora muchas dudas sobre cuál será realmente su agenda política y los efectos que ésta tendrá en la América de los próximos años.
Las elecciones permitieron al Partido Republicano mantener también el control de las dos cámaras del Congreso, por lo que tras 6 años de gobierno dividido, el poder ejecutivo y legislativo se concentran en las manos de un solo bando. Los conservadores quieren aprovechar este escenario favorable para tirar adelante un programa de reformas ambicioso que cambie la orientación política del país y borre de un plumazo el legado de Barack Obama.
Para ello, sin embargo, Trump y los congresistas republicanos tendrán que ser capaces de limar sus diferencias y trabajar conjuntamente en buscar posiciones comunes.
Las posibilidades de éxito de la agenda política de Trump estarán condicionadas en gran medida por los nombramientos que el presidente haga de los miembros de su gobierno. Hasta ahora, todo son rumores, pero lo que parece claro es que el magnate neoyorquino está decidido a rodearse de sus amigos y defensores más leales. Así, algunos nombres que se están barajando son el de Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York, y el del senador Jeff Sessions, dos pilares fundamentales en la campaña de Trump desde sus inicios.
APROBACIÓN DEL SENADO
No obstante, es importante resaltar que, a diferencia de lo que ocurre en España, los miembros del gobierno son nombrados por el presidente pero deben ser confirmados por el Senado por mayoría simple (al menos 50 votos).
Actualmente los republicanos cuentan con 51 senadores, por lo que el margen de maniobra es mínimo. Si los demócratas bloquean todas las nominaciones, los conservadores sólo pueden permitirse perder un voto, de forma que Trump está obligado a escuchar las peticiones de sus senadores y negociar con ellos una lista de nombres que puedan superar el voto de la Cámara Alta.
En la relación de poder entre el presidente electo Trump y el Congreso republicano, ha sido importante esta semana la reelección de Paul Ryan y Mitch McConnell como líderes del bando republicano en la Cámara de Representantes y en el Senado, respectivamente. Ambos dirigentes han sido críticos con Trump durante la campaña, hasta el punto de negarse a acudir a mítines con él.
Fruto del éxtasis de los resultados electorales, los republicanos han querido dar una muestra de unidad manteniendo las mismas figuras de poder. Sin embargo, está por ver el impacto que este movimiento puede tener para la agenda de Trump, que tendrá que sentarse en la mesa y pactar con dos políticos que no son de su cuerda.
TRIBUNAL SUPREMO
El triángulo de poder americano se cierra con el poder judicial, donde destaca especialmente el papel del Tribunal Supremo, que tiene la potestad para revisar la constitucionalidad de las medidas adoptadas por el presidente y por el Congreso.
Este órgano está formado por nueve miembros nombrados por el presidente y confirmados por el Senado, y cuyo cargo es vitalicio. El pasado mes de febrero falleció uno de ellos, de ideología conservadora, dejando el equilibrio de mayorías en cuatro liberales y cuatro conservadores.
En los próximos meses, Trump nombrará a un juez conservador, que previsiblemente será confirmado por el Senado y que escorará de nuevo la opinión del Tribunal para los próximos años.
No obstante, la confirmación de un juez conservador puede ser un arma de doble filo para los republicanos. Estos magistrados pueden ser en general más benevolentes con los postulados republicanos, pero suelen ser a su vez también los más contrarios a la intromisión excesiva de los poderes públicos en la vida de los ciudadanos.
Por tanto, Trump y el Congreso pueden encontrarse ante la posibilidad de que partes de su ambiciosa agenda se vean frustradas por el control y las restricciones impuestas por un poder judicial verdaderamente independiente.
En definitiva, la presidencia otorga a Trump grandes cuotas de poder para imponer su agenda. Además, se está encontrando ahora con un Congreso rendido ante el líder que ha obrado lo que parecía imposible. Pero el equilibrio de mayorías en el poder legislativo --especialmente en el Senado-- es frágil y, cuando vamos al detalle de las propuestas de Trump, descubrimos que existen diferencias con lo que defienden algunos políticos conservadores, e incluso con lo que podría aceptar el Tribunal Supremo.
Por tanto, la agenda de Trump deberá superar el test del sistema constitucional de 'checks and balances', es decir, de control mutuo entre poderes del Estado, para determinar qué propuestas se convierten en realidad y cuáles se convierten en promesas vacías.