Monzón, serpientes y un año de exilio forzado para los rohingyas

Niños refugiados rohingyas en Bangladesh
PEDRO ARMESTRE/SAVE THE CHILDREN
Bangladesh Bangladesh
Actualizado: sábado, 21 julio 2018 8:25

Al trauma vivido, los 400.000 niños refugiados suman las malas condiciones en los campos, agravadas por las lluvias

MADRID, 21 Jul. (Por Susana Hidalgo, responsable de comunicación de Save the Children) -

Este mes de agosto se cumple un año de la huida de más de 600.000 personas de la etnia rohingya desde Birmania al vecino Bangladesh. A finales del verano pasado las imágenes de la desesperación de los rohingyas cruzando el río Naf, la frontera natural entre ambos países, se publicaron en todos los medios de comunicación del mundo.

Un año después, cuando la situación en el campo de refugiados de Cox's Bazar está al límite debido a las lluvias del monzón, otros temas internacionales y nacionales han relegado el sufrimiento de los rohingyas a un segundo plano.

Sin embargo, la realidad que nos encontramos estos días en Cox's Bazar necesita de toda nuestra atención y ayuda. El paisaje de chabolas de bambú colocadas de manera caótica sobre las laderas de un antiguo parque natural cambia día a día por la fuerza de las lluvias. No hay una fecha exacta en la que tenga que ocurrir, o no, una desgracia.

Simplemente el agua que trae el monzón arrastra cada día un poco más las casas ladera abajo. Las estructuras ceden, la gente se asusta pero no puede dejar de vivir en ellas. Un niño ya ha muerto estas semanas por el deslizamiento de tierras, pero la vida continúa y cada noche cientos de miles de rohingyas duermen bajo techos a punto del derrumbe.

Desde organizaciones como Save the Children trabajamos para apuntalar y afianzar las casas, pero también para que haya un plan de retorno de los rohingya a Birmania con garantías de seguridad.

EL CAMPO DE REFUGIADOS MÁS GRANDE DEL MUNDO

El campo de refugiados de Cox's Bazar es ahora el más grande del mundo, con casi un millón de personas de los que 400.000 son niños y niñas. A las atrocidades que vivieron en Birmania (violaciones, testigos de crímenes horribles...) estos pequeños suman los peligros que están trayendo las lluvias y las enfermedades que vendrán una vez pase el monzón, como el cólera.

Las calles del campo son estos días una mezcla de agua y barro junto con heces porque la zona no cuenta con letrinas suficientes. Saria vive en el campo con su marido y sus tres hijos, de entre 9 y 4 años de edad. El más pequeño, Niam, está asustado porque por la noche una serpiente acecha la vivienda. "Y sube por el techo", cuenta Saria, mientras sus manos describen el tamaño del animal.

A su lado un grupo de personas asienten. Además de las serpientes, los elefantes también son temidos por los rohingyas. Como el campo es un antiguo parque natural, más de una vez estos animales han vuelto a su antiguo hogar arrasando con algunas casas y provocando víctimas mortales.

Saria y su familia viven en un espacio minúsculo, con tan solo una habitación para dormir, cocinar y comer. Salma es hija de Saria y tiene 6 años de edad. Le encanta estudiar, pero el aula a la que acude todos los días en Cox's Bazar no se puede utilizar desde hace semanas porque está inundada. Así que la pequeña permanece todo el día junto a su madre y ya empieza a ayudarla en algunas tareas del hogar.

"Es imposible mantener a los niños secos, tengo toda la ropa empapada por culpa de la lluvia y no hay manera de que se seque a tiempo. Salma tiene problemas respiratorios", se queja su madre.

En Save the Children tenemos en marcha la campaña #TienenNombre, para recaudar fondos para el campo de refugiados pero también para visibilizar la causa rohingya, su dignidad, para contar que detrás de la mancha que forman las pequeñas casas de Cox's Bazar hay historias como la de Saria, la de Salma, Niam y la de otros muchos niños y niñas que, junto a sus familias, esperan algún día poder regresar a su hogar.

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