Más de 360.000 personas siguen viviendo en campamentos de emergencia en los alrededores de la ciudad.
De los 54 barrios del oeste de Mosul, 15 de ellos se encuentran completamente arrasados.
Naciones Unidas ha recibido menos de la mitad de los fondos de ayuda solicitados
MADRID, 30 Jul. (EUROPA PRESS) -
"O nos unimos todos este año o lo perderemos para siempre", explica a Reuters Faisal Jeber, geólogo de 47 años reconvertido a su pesar en interrogador de yihadistas durante la batalla para recuperar la ciudad de manos de Estado Islámico. Jeber ahora se dedica a la restauración de una ciudad devastada en lo residencial, en lo histórico y en lo personal, no muy diferente de las ciudades de la Europa del 46, cuya identidad y tejido social buscan recuperar lo antes posible residentes, organizaciones internacionales y autoridades.
Más de un millón de personas abandonaron Mosul, una ciudad cuya historia se remonta al siglo V antes de Cristo, durante la ofensiva iraquí. Una cifra que, como reconocía durante su visita de esta semana la subsecretaria de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, Ursula Mueller, "ha superado las peores estimaciones posibles".
Estas declaraciones han coincidido con la publicación de uno de los primeros informes detallados sobre el coste urbano e individual del conflicto, publicado esta semana por la Organización Internacional para las Migraciones (la OIM), y que describe con la ayuda de datos de la ONU una ciudad medianamente recuperable en su parte este -- la primera que tomaron las fuerzas iraquíes -- y difícilmente salvable por lo que a la zona occidental, histórica y último reducto de Estado Islámico, se refiere.
UNA CIUDAD FANTASMA
De los 54 distritos del oeste de Mosul, 15 ha sido arrasados. Un total de 32.000 domicilios, una sexta parte de ellos solo en la ciudad vieja. Todos los puentes sobre el río Tigris se encuentran en ruinas, como ha sucedido con muchas escuelas y redes de suministro eléctrico. El 80 por ciento de la 'Ciudad Médica', el mayor centro médico de la provincia de Nínive, que comprendía varios hospitales, ya no es más que "un cascarón carbonizado", y plagado de bombas trampa abandonadas por los yihadistas durante su retroceso.
Naciones Unidas ha advertido de que la operación para ayudar a los desplazados de Mosul será, casi con toda probabilidad, la iniciativa humanitaria nacional más grande de 2017. Ha pedido para ello un montante de 840 millones de euros, de los cuales ha recibido menos de la mitad hasta el momento.
La OIM solo ha recibido un 33 por ciento de los 25 millones de dólares que ha solicitado, traducidos sin embargo en ayuda para casi 300.000 casos de emergencia médica y tratamiento desde junio del año pasado. Unas 49.100 personas han recibido atención psicológica, se han levantado más de 17.500 tiendas de campaña adicionales. Con todo, los números siguen siendo abrumadores.
El número más exacto del apogeo de desplazados es de 1.072.170 personas, según la Matriz de Desplazamiento de la Organización. Se trata aproximadamente de 178.695 familias. De ellos, ahora mismo, 846.252 siguen sin poder regresar a sus hogares. Los 225.000 aproximadamente que han vuelto a Mosul, lo han hecho a la parte este, la menos deteriorada por los combates. A día de hoy, 360.100 personas viven todavía en los campamentos de emergencia distribuidos en los alrededores de la ciudad.
La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) recuerda además que la batalla de Mosul ni muchísimo menos supone el punto y final de la violencia en la región. "La vida de los civiles sigue en peligro, especialmente en zonas como Baaj y Tal Afar", localidad esta última considerada como el nuevo bastión de los yihadistas, situada a solo 62 kilómetros al oeste de la ciudad que acaban de perder.
RECUPERANDO LA IDENTIDAD
"Si hay algo que Estado Islámico ha intentado con todas sus fuerzas, ha sido destruir la identidad de mi ciudad", ha lamentado Jeber a Reuters. Una ciudad que, en sus palabras, acoge hasta "cuatro niveles de civilizaciones" en lugares históricos como la Mezquita de Profeta Jonás, construida sobre un monasterio cristiano, un templo zoroástrico y un palacio asirio fechado en dos mil años antes de Cristo, mucho antes de que Mosul fuera declarada como ciudad.
Este mes, Estado Islámico reventó la mezquita con una bomba y horadó sus cimientos en busca de antigüedades, desestabilizando los pilares de la estructura.
La reconstrucción de la mezquita es, para Jaber, una metáfora de la recuperación de Mosul como lugar de convivencia multicultural. Los clérigos musulmanes quieren recuperar únicamente la parte islámica, pero Jaber, que ha fijado este proyecto como una de sus prioridades, quiere hacer del sitio un símbolo de paz interreligiosa en la ciudad.
De momento, los pocos retornados ya constatan notables diferencias desde la derrota de Estado Islámico entre un oeste prácticamente vacío y conservador y una parte oriental que mira con escepticismo las prácticas más conservadoras del Islam y, por descontado, rechaza categóricamente las más ultrarradicales, propias del wahabbismo que Estado Islámico impuso con puño de hierro durante tres años en la ciudad.
No conviene olvidar, sin embargo, que la población de Mosul saludó en su día a Estado Islámico como salvadores frente a la marginación que percibían, como suníes, respecto del Gobierno central de Bagdad. Depende muy en buena medida de las autoridades iraquíes impedir que las lecciones de sangre impartidas por Estado Islámico acaben permeando a una nueva generación de mosulenses.
El residente de la ciudad Abú Abdulá pondera la situación. "Estado Islámico se hizo popular por un motivo: la existencia de una injusticia. Si esa injusticia persiste, es muy posible que muchos jóvenes acaben añorando la vida bajo su mando. Podríamos encontrarnos con un Estado Islámico mucho más intenso".
Del mismo modo opina el profesor cristiano Kindi Majeed, ahora residente en un campamento de refugiados a una hora de Mosul. "Hemos eliminado a los milicianos de Estado Islámico, pero la idea de Estado Islámico permanece. No puedo vivir con unos vecinos que me tacharon de infiel. Mi hija no puede vivir con ellos", lamenta.
Frente a estas dudas emerge Jaber, manos a la obra en la mezquita de Jonés. "La verdad es que Estado Islámico intentó acabar con todo. Intentó que todo fuera... monocromático. Lo que quiero hacer es usar esto, este templo, para unir a mi ciudad. Quizás luego sea el turno del país entero".