MADRID, 11 Mar. (Raquel Montón, responsable de la campaña de energía nuclear de Greenpeace) -
En Fukushima, la situación es incierta. No se conoce la ubicación exacta de los núcleos fundidos, causantes de la emisión de la radiactividad peligrosa para la salud y el medio ambiente. Hay agua contaminada por todas partes, una parte se almacena (hasta ahora, se han acumulado un total de 320.000 toneladas), pero otra parte está fuera de control, se filtra y acaba desembocando en el océano Pacífico.
Mientras el problema del agua continúe, será aún más difícil la extracción del combustible gastado de las piscinas, donde se almacena tras extraerse del reactor. Ya ha comenzado la limpieza del reactor menos dañado (el 4), pero queda la parte más complicada; y el desmantelamiento de la central nuclear es una auténtica incógnita. Empezará entre 2020 a 2025, pero el plan general --que habla de unos 30 a 40 años-- está condicionado a una serie de presupuestos que son inalcanzables.
Antes de Fukushima las nucleares ya eran una inversión de riesgo. Antes del accidente de Fukushima Daiichi, en marzo de 2011 la industria nuclear mundial ya estaba en declive. El accidente nuclear provocó que Japón abandonase la energía nuclear, pero a nivel mundial simplemente se aceleró la tendencia bajista.
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Desde el inicio de los programas nucleares civiles en los años 50 ha habido dos grandes oleadas de conexiones de reactores nucleares: la primera alcanzó su punto álgido en 1974, mientras que la segunda lo hizo en el periodo entre 1984-85. El año 1990 fue el primer año desde el comienzo de la industria nuclear comercial en que las paradas de reactores nucleares superaron las puestas en marcha, y entre 1991 y 2000 las paradas sobrepasaron con creces a los reactores que se ponían en marcha, 52 frente a 30. Entre 2001 y 2010 se mantuvieron, 32 fuera de servicio por 32 que se cerraron. Entre 2004 y 2007 la capacidad de la flota nuclear mundial descendió 2 GW al año. En 2008 y 2009 el aumento de capacidad debido a mejoras (modificaciones o aumentos de potencia llevadas a cabo para generar más electricidad) se contrarrestó con el cierre de centrales de manera que resultó un descenso neto de la capacidad nuclear mundial.
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La construcción de centrales ha disminuido notablemente desde 1990, mientras que las paradas netas de reactores sobrepasan las puestas en marcha netas de reactores. No parece que el supuesto "renacimiento nuclear" de los que algunos hablan tenga posibilidad de éxito, a pesar del enorme apoyo que recibe de los gobiernos de muchos países en forma de créditos con garantía y otras subvenciones directas e indirectas.
En junio de 2009, casi dos años antes del desastre de Fukushima, la agencia de calificación de riesgo Moody's Investor Service describía muy negativamente las inversiones nucleares en Estados Unidos, el país con la mayor flota nuclear. En 2006 Fitch Ratings expresaba la misma opinión. El análisis en 2008 de Standard & Poor's también; ese mismo año Citigroup Global Markets tuvo la misma visión negativa sobre las inversiones de riesgo para nuevas centrales nucleares.
ACELERÓN TRAS FUKUSHIMA
Aunque la industria nuclear estaba en declive, se vio afectada de forma significativa por el desastre de 2011. No obstante, es probable que todo su impacto no sea visible hasta dentro de unos años.
Tras el desastre de Fukushima se aceleró la tendencia bajista mundial de la generación nuclear. El año 2011 vio la mayor caída con un descenso en la generación nuclear del 4%. En 2012 aumentó la caída con otra cifra récord del 7%. Aunque el 75% de esta caída se debe a la desconexión de la mayoría de la flota nuclear japonesa, y otros 16 países, incluidos los 5 mayores generadores nucleares que vieron cómo disminuía su producción nuclear.
Muchos países optan por eliminar progresivamente la energía nuclear o descartan antiguos planes que tenían para resucitar los programas de energía nuclear. En 2011 Alemania dio un gran salto en la transición energética que estaba llevando a cabo y cerró ocho de sus reactores y anunció la eliminación total de la energía nuclear para 2022. Asimismo Suiza y Bélgica anunciaron que eliminarían progresivamente esta energía inherentemente peligrosa. En 2014 Suecia siguió el ejemplo y decidió establecer una comisión energética para eliminar progresivamente la energía nuclear y lograr un objetivo de energía 100% renovable.
ESPAÑA, A CONTRACORRIENTE
En junio de 2012 cuatro países que consideraban reactivar sus programas nucleares (Italia, Egipto, Kuwait y Tailandia) decidieron desecharlos. Otros se retrasaban o quedaban en suspenso, entre ellos los de Bangladesh, Bielorrusia, Jordania, Turquía, Lituania, Polonia, Arabia Saudí y Vietnam.
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Mientras tanto, España estudia la reapertura de la central nuclear de Garoña (Burgos), que es la más vieja de toda la Unión Europea, y obliga a todos los ciudadanos y ciudadanas a pagar la hipoteca de esta obsoleta y peligrosa energía como parte de su factura de la luz.
Los dos años posteriores al comienzo del desastre de Fukushima, China paralizó la construcción nuclear. Aunque en la actualidad es el país con el mayor número de reactores en lista de construcción, parece que ha moderado su ambición. En principio su objetivo nuclear para el 2020 variaba entre 40 GW y 120 GW, en la actualidad parece poco probable que se supere de forma significativa los 40 GW para 2020.
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El desastre de Fukushima influyó en las mejoras a llevar a cabo por los reactores más viejos y por tanto en los costes asociados a dichas mejoras; no obstante este impacto varía enormemente de país a país. En algunos países, como Francia y Japón, las mejoras afectarán significativamente a la competitividad de la flota nuclear. El Tribunal de Cuentas francés estimó en 2012 que las mejoras de seguridad para los 58 reactores franceses podrían alcanzar un coste de 55.000 millones de euros, de los cuales se estima que 10.000 millones de euros se deben a las mejoras exigidas tras el desastre de Fukushima. En muchos otros países, como España, la puesta en marcha de las mejoras en seguridad se retrasa de forma inaceptable o ni siquiera se exige.