La vicepresidenta espera consolidar el dominio del SWAPO desde la independencia en 1990 entre críticas a la gestión del partido
MADRID, 26 Nov. (EUROPA PRESS) -
La población de Namibia está llamada este miércoles a las urnas para unas elecciones generales de las que podría salir la primera presidenta de la historia del país africano, dado que la principal favorita es la actual vicepresidenta, Netumbo Nandi-Ndaitwah, candidata del partido que encabeza el país desde su independencia en 1990.
El partido Organización del Pueblo de África del Sudoeste (SWAPO) aspira de esta forma a prolongar su mandato en Namibia, que se extiende ya más de tres décadas, en unos comicios que llegan en medio de la continuada caída de su popularidad entre la población a causa de la crisis económica, el desempleo y las acusaciones de corrupción.
De hecho, la formación perdió en 2019 por primera vez desde 1994 su mayoría de dos tercios en la Asamblea Nacional, por lo que Nandi-Ndaitwah hace frente a la incertidumbre sobre si las acciones del Gobierno desde entonces le permitirán hacerse con la victoria o si, por contra, la creciente desconfianza lleva a los 1,4 millones de votantes registrados a dar el relevo a alguno de los candidatos opositores.
De las urnas saldrá así el nuevo presidente del país africano, quien sustituirá a Nangolo Mbumba, quien era el vicepresidente namibio hasta la muerte en febrero de Hage Geingob, fallecido cuando recibía tratamiento por un cáncer, lo que llevó al nombramiento de Mbumba para ocupar el cargo de forma temporal hasta la fecha prevista para las elecciones.
Geingob fue presidente desde 2015, si bien previamente había sido primer ministro desde 1990 --cuando el país logró su independencia de la Sudáfrica del Apartheid-- hasta 2002, cargo que volvió a ocupar entre 2012 y 2015, convirtiéndose en una de las principales figuras políticas del país africano, especialmente por su peso en el seno de la SWAPO.
En esta ocasión, la formación gubernamental ha dado su respaldo a Nandi-Ndaitwah, de 72 años, quien ha centrado su campaña en la situación económica y el elevado desempleo en Namibia, un país con cerca de tres millones de personas y que figura entre los que tienen mayores desigualdades del mundo, según el Banco Mundial.
La política entró a formar parte de la SWAPO en los años sesenta, siendo aún adolescente, y se trasladó posteriormente a estudiar a la Unión Soviética, país que dio apoyo al grupo y a su brazo armado, el Ejército de Liberación Popular de Namibia (PLAN), durante los años de lucha por la independencia.
Posteriormente, estuvo en el exilio en los setenta y trabajó para el partido en Zambia, llegando a ser representante de la formación para África oriental, tras lo que fue elegida como parlamentaria en 1990 a raíz de la independencia del país africano, en el que ha sido ministra de Asuntos de la Mujer, Información, Medio Ambiente y Exteriores, cargo que ocupó entre 2015 y su nombramiento como vicepresidenta.
El sistema electoral de Namibia contempla que el jefe de Estado sea elegido de forma directa por la población para un mandato de cinco años --renovable una única vez--, para lo que el candidato más votado ha de recabar más del 50 por ciento de los votos, algo que en esta ocasión está en entredicho, según diversos expertos, debido a la erosión de la credibilidad del partido gubernamental.
PRINCIPALES ASPIRANTES OPOSITORES
Así, a la candidatura de Nandi-Ndaitwah se suma la de Panduleni Itula, un antiguo dentista de 67 años que se presentó como independiente a las elecciones de 2019, en las que quedó en segundo lugar tras recabar cerca del 29 por ciento de las papeletas después de unas enormes tensiones con la SWAPO, partido al que pertenecía entonces.
Itula, fundador del partido Patriotas Independientes por el Cambio (IPC), había sido miembro del partido gubernamental desde principios de los años setenta, si bien sus diferencias con Geingob y su intención de presentarse como candidato --pese a que la formación ya había respaldado al entonces presidente-- le llevaron a concurrir como independiente.
De hecho, su decisión llegó después de que denunciara que la SWAPO había respaldado a Geingob de forma inconstitucional y se negó a reconocer su candidatura --lo que llevó al partido a expulsarle tras la celebración de las elecciones--, si bien esta situación fue considerada como una de las principales razones del descalabro electoral del partido, cuyos seguidores dividieron sus lealtades en las urnas.
Junto a su candidatura figura la de McHenry Venaani, líder del principal partido opositor en el Parlamento, el Movimiento Democrático Popular (PDM), que cuenta con 16 de los 96 escaños en el legislativo. Venaani, de 47 años, quedó en tercer lugar en 2019, cuando consiguió sólo alrededor del cinco por ciento de los votos.
El político se convirtió en 2002 en el parlamentario namibio más joven de la historia y en 2023 llegó a ser uno de los tres candidatos a ser nombrado como jefe de la Autoridad Tradicional Herero, una etnia del grupo bantú en el sur de África a la que pertenece cerca del diez por ciento de la población de Namibia.
Por otra parte, el líder del Movimiento del Pueblo Sin Tierra (LPM) --una formación progresista que aboga por la redistribución de la tierra--, Bernadur Swartbooi, y el jefe de Reposicionamiento Afirmativo (AR), Job Amupanda, han presentado también su candidatura, si bien no cuentan con opciones reales de hacerse con la victoria, según los principales sondeos.
PREOCUPACIÓN POR LA SITUACIÓN ECONÓMICA
Las elecciones presidenciales, que se celebran junto a las legislativas --en las que se elige a 96 de los 140 miembros de la Asamblea Nacional a través de circunscripciones múltiples, mientas que otros ocho son nombrados directamente por el presidente--, llegan con la crisis económico en el foco de las preocupaciones populares.
El país, rico en recursos minerales --entre ellos diamantes y uranio--, cuenta con una población dispersa y durante los últimos años ha logrado reducir las tasas de pobreza, si bien las desigualdades, en parte legado del sistema de apartheid en Namibia durante su ocupación por parte de Sudáfrica, siguen siendo "extremadamente altas", según el Banco Mundial.
El organismo destaca además que la situación ha empeorado a raíz de la pandemia de coronavirus, al tiempo que apunta que las limitaciones estructurales al crecimiento socavan la productividad y la creación de puestos de trabajo, con cerca del 17 por ciento de la población en la pobreza y ganando cerca de dos euros al día.
A ello se suma que el país es uno de los más secos en África subsahariana, con patrones de lluvia muy impredecibles, lo que afecta a la capacidad agrícola y ganadera y aumenta la vulnerabilidad de la población, especialmente ante el aumento de los impactos del cambio climático sobre esta zona del continente.
Por todo ello, la SWAPO hará frente en las urnas al creciente malestar de la población con la situación, dado que achacan al partido la falta de soluciones a esta situación estructural tras 34 años de mandato, en medio del aumento de las críticas en África austral a los partidos que materializaron la independencia por los problemas actuales.
La situación se ha visto ya reflejada en el hecho de que el Congreso Nacional Africano (ANC) perdiera su histórica mayoría absoluta en Sudáfrica en las elecciones de mayo y la derrota en octubre del gubernamental Partido Democrático de Botsuana (BDP) tras cerca de seis décadas en el poder, así como las tensiones en Mozambique tras el anuncio de la victoria del candidato del gubernamental Frente para la Liberación de Mozambique (Frelimo), seguda de denuncias de fraude.