DAKAR, 20 Jul. (Reuters/EP) -
El aumento de los episodios de violencia en el norte de Malí y la intensificación de los ataques a trabajadores humanitarios en los últimos meses está bloqueando la distribución de alimentos, agua y material sanitario a millones de personas en situación de emergencia humanitaria, según han denunciado varias ONG.
El nivel de violencia que alcanzaron los disturbios en la ciudad de Gao, en el norte del país, ha disparado todas las alarmas en la comunidad internacional, que teme que el tratado de paz que firmaron el año pasado el Gobierno y los rebeldes acabe convirtiéndose en papel mojado.
Se ha producido un notable aumento de la violencia dirigida contra las organizaciones humanitarias durante los últimos meses, con 10 ataques registrados durante mayo y abril que contrastan con los 3 ataques que tuvieron lugar en todo enero, febrero y marzo, según datos de Naciones Unidas.
A pesar de que la inmensa mayoría de los ataques están relacionados con el secuestro de vehículos, una práctica muy común en el norte de Malí, el aumento de los ataques contra trabajadores humanitarios es muy preocupante, según ha declarado la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
"No es que se esté apuntando directamente a las organizaciones humanitarias, sino que los niveles de criminalidad son especialmente altos en aquellas zonas donde las ONG actúan", ha declarado Anouk Desgroseilliers, portavoz de la OCHA. Desgroseilliers ha añadido que este tipo de ataques están "restringiendo el acceso y teniendo un impacto en la distribución de ayuda humanitaria en la región".
Alrededor de tres millones de personas en Malí no tienen suficiente para comer y más de 500.000 malienses que residen en el norte del país, la zona más azotada por el conflicto armado, necesitan asistencia humanitaria urgente. Por otro lado, más de 600.000 personas carecen de acceso a agua potable en el norte y en el centro del país.
SITUACIÓN DE URGENCIA SANITARIA
La organización humanitaria Médicos sin Fronteras (MSF) ha denunciado la situación sanitaria en el norte de Malí, donde muy pocos centros sanitarios están en funcionamiento y un brote de malaria ha llegado a infectar a uno de cada dos malienses residentes en las aldeas septentrionales.
El conflicto armado en Malí comenzó en 2012, cuando una coalición de rebeldes separatistas y milicianos islamistas arrasaron el norte del país. En 2013, Francia protagonizó una intervención militar en Mali para expulsar a los revolucionarios de las principales ciudades que habían ocupado.
Desde entonces, los milicianos islamistas han logrado reagruparse y han estado perpetrando ataques contra las fuerzas de seguridad de la ONU y los militares franceses que siguen desplegados en el norte de Malí. También han sido responsables de varios atentados, como el que tuvo lugar en un hotel de la capital, Bamako, en el que murieron 20 personas.
A pesar de que el norte del país está mostrando ciertos signos de recuperación tras el conflicto armado, los niveles de urgencia de la población siguen siendo graves. "La actividad económica está resurgiendo, las tiendas están comenzando a abrir de nuevo, a medida que la gente regresa, pero todavía estamos en un periodo de transición, por lo que las necesidades humanitarias siguen estando muy presentes", ha declarado Sarah Chateau, la directora de la misión de MSF en Malí.
El número de desplazados internos dentro de Malí ha descendido más de dos tercios desde mayo del año pasado, a unos 37.5000 desplazados. Sin embargo, más de 135.000 personas se encuentran refugiadas todavía en el extranjero, según informaciones de la OCHA.