La crisis económica y la corrupción han abocado a la presidenta al abismo político
BRASILIA, 12 May. (EDIZIONES) -
Dilma Rousseff ha sido cesada de forma temporal por una decisión conjunta de diputados y senadores que la catapulta directamente hacia el banquillo de los acusados en un 'impeachment' que será el segundo de la historia de Brasil y evidencia el rápido desgaste que ha sufrido la otrora ejemplar líder.
Los hechos se precipitaron el 2 de diciembre cuando el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, --ahora destituido-- admitió a trámite una denuncia contra Rousseff por aumentar el gasto público en plena campaña para la reelección sin recabar antes la obligatoria autorización del Congreso.
Estos meses han sido una sucesión de recursos y movilizaciones, bien para impulsar bien para frenar el proceso de 'impeachment', que han dibujado un panorama político y jurídico complejo incluso para sus protagonistas, atrapados muchas veces por sus propias contradicciones.
El Tribunal Supremo y sus magistrados, jueces, fiscales, diputados, senadores, partidos políticos... Todos, absolutamente todos, han tenido que posicionarse en algún momento y en su inmensa mayoría han dado la espalda a Rousseff y los suyos.
Más allá de la continuidad de Rousseff en el cargo, la situación actual ilustra el fin de una larga etapa de 13 años en la que el Partido de los Trabajadores (PT), primero con Luiz Inácio Lula da Silva y después con su delfín política, ha dominado la política brasileña.
Rousseff ha repetido hasta la saciedad que es víctima de un "golpe de Estado" orquestado por quienes no lograron el apoyo de las urnas para acabar con los derechos sociales conquistados en la última década, pero el origen de su caída es más profundo.
GIGANTE SURAMERICANO
La líder izquierdista llegó al poder de la mano de Lula, que se retiró en 2010 por la prohibición constitucional de enlazar más de dos mandatos consecutivos, y lo hizo sumando la enorme popularidad del ex presidente a su propio capital político.
Rousseff cobró relevancia pública al calor de los gobiernos de Lula, primero como ministra de Minas y Energía y después como jefa de la Casa Civil, un cargo que le valió el mote de 'súper ministra' y que le sirvió para experimentar la responsabilidad de la Presidencia en pequeñas dosis.
Desde el Ejecutivo, se encargó de implementar las reformas económicas que ya había probado en el estado de Río Grande del Sur y que sustentarían el crecimiento macroeconómico de Brasil mediante la explotación de los recursos naturales.
En estos años, Rousseff fomentó el desarrollo de las infraestructuras energéticas a través de las llamadas licitaciones, que han permitido una sinergia público-privada que, paradójicamente, fue una de las principales críticas de Lula a los gobiernos anteriores al suyo.
La construcción del gigante suramericano, miembro de pleno derecho de las llamadas potencias emergentes de los BRICS, atrajo la atención internacional y obtuvo como premio el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de este año.
Este marcado talante global del Brasil comandado por Rousseff apuntaló también al país amazónico como una voz de peso en el contexto regional y como enlace entre las repúblicas bolivarianas y el Occidente de Estados Unidos y Europa.
PROTESTAS MASIVAS
Sin embargo, el perfil de Rousseff se desinfló rápidamente con la llegada de la crisis económica a Brasil y al resto de América Latina --que en un principio logró burlarla--. La recesión se convirtió en el detonante de una crisis política inimaginable en ese momento.
Con el ritmo de crecimiento en caída libre, Rousseff abandonó gradualmente los postulados económicos que le otorgaron la fama de buena gestora --metas de inflación y presupuestos equilibrados-- para mantener vivas las políticas sociales.
El Gobierno desoyó una y otra vez los llamamientos de los empresarios y la oposición para aplicar reformas estructurales en el mercado de trabajo, las pensiones y los impuestos, reformas que habrían dado la espalda a su base electoral.
Estas decisiones condenaron a un aumento del gasto público que se comió el escaso margen de maniobra del Ejecutivo y no sirvieron para paliar el creciente descontento social, especialmente entre las clases medias y urbanas.
Este cóctel estalló en 2013 con protestas que movilizaron a millones de personas en todo Brasil. El campo de batalla fue Sao Paulo y los motores la corrupción y el derroche amparados por las obras del Mundial y los Juegos.
Rousseff accedió a la catarsis y prometió lanzar una reforma política --que nunca llegó-- para reconducir la situación. En realidad, solo consiguió dilatar la crisis política un año, el tiempo justo para garantizar su reválida en las urnas.
POR LA MÍNIMA
La espita abierta con las protestas de 2013 marcó la campaña electoral, aderezada a diario con los avances sobre las investigaciones judiciales por los casos 'Mensalao' y 'Lava Jato', cuyo final aún está por esclarecer.
El 'Mensalao' fue el primer golpe contundente contra Rousseff. Si bien no estaba implicada directamente, Lula ha sido el blanco de las pesquisas por la supuesta trama de compro de votos en el Congreso para consolidar el apoyo al PT y sus gobiernos.
Ya en carne propia, Rousseff ha sufrido 'Lava Jato' porque como jefa de la Casa Civil cada vez son más los delatores que sostienen que conocía la red de cobro de sobornos a empresarios a cambio de la concesión de jugosos contratos de Petrobras.
"No tenía la menor idea", aseguró, pero estos casos --y la irrupción de figuras carismáticas como Marina Silva-- empujaron a Rousseff a la campaña electoral más difícil del PT, lo que obligó a la presidenta a recuperar su discurso de guerrillera para convencer a los suyos.
Roussef, detenida, torturada y encarcelada durante dos años por desafiar a la dictadura militar, desempolvó el ideario de la izquierda revolucionaria y prometió resucitar medidas como las que llevaron a mínimos históricos el hambre y el analfabetismo en Brasil.
Los esfuerzos por construirse su propio mito --del que había prescindido gracias al extendido cariño por Lula-- dieron resultados y Rousseff se impuso en las elecciones presidenciales de 2014. El pueblo aún estaba de su lado, dijo.
DESCENSO A LOS INFIERNOS
El furor por la victoria electoral duró poco porque la realidad económica y la podredumbre política volvieron al primer plano de la vida nacional. Aún así la mandataria apostó a un eventual cambio de tendencia, en contra de los consejos de sus asesores más cercanos.
El 'jaque mate' a Rousseff llegó, paradojicamente, de Lula. El ex presidente fue detenido para ser interrogado por la Policía en el marco de 'Lava Jato' por, supuestamente, haber aceptado un tríplex de lujo como pago por sus favores en Petrobras.
Rousseff sacó su último as en la manga y blindó a Lula frente a las investigaciones judiciales convirtiéndolo en una especie de 'súper ministro', aunque la Justicia todavía debe pronunciarse sobre la validez del nombramiento.
La respuesta llegó inmediatamente de las calles --con manifestaciones masivas-- y poco a poco del Congreso. El PMDB, principal aliado, rompió con el Gobierno, otros partidos siguieron su estela y el PT, por primera vez en años, se quedó solo en el Parlamento.
La disolución de la base aliada ha impulsado y garantizado el éxito del 'impeachment', el mismo proceso que acabó con la Presidencia de Fernando Collor en 1992 y que podría dictar la muerte política de Rousseff en los próximos meses.