La primera prueba de resistencia serán las elecciones parlamentarias de este año
MADRID, 12 Feb. (EUROPA PRESS) -
La acuciante situación económica en Venezuela ha extendido una sensación de hartazgo entre la población que brinda la primera oportunidad en años de que se produzca un cambio de liderazgo en el país, pero las luchas intestinas podrían hacer que la oposición perdiera esta ocasión histórica de derrotar al 'chavismo'.
En el último mandato de Hugo Chávez los distintos partidos políticos de la oposición --que van desde la democracia cristiana hasta el socialismo-- lograron superar sus deferencias y se unieron en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) con el objetivo común de acabar con la Revolución Bolivariana.
Los primeros años de la joven coalición opositora estuvieron marcados por las continuas disputas internas sobre sus líderes, dejando de lado el importante debate sobre qué ofrecían al pueblo venezolano, lo que llevó a la MUD a encajar sucesivas derrotas electorales con mayorías aplastantes del oficialismo.
El punto de inflexión llega con la enfermedad de Chávez, los rumores sobre su gravedad y la paulatina desaparición de su figura de la primera línea política, coincidiendo con los inicios de una incipiente crisis económica provocada por la parálisis del aparato productivo venezolano, que catapultan a Henrique Capriles como líder indiscutible de la MUD.
El gobernador del estado de Miranda se enfrenta a sus primeras elecciones presidenciales el 7 de octubre de 2012 y da la sorpresa arañando el 44 por ciento de los votos, frente al 55 por ciento obtenido por Chávez, avivando así las esperanzas de una oposición venezolana condenada al ostracismo durante años.
La repentina muerte de Chávez, el 5 de marzo de 2013, brinda a la MUD la primera oportunidad real de batir al oficialismo en unas elecciones presidenciales que su sucesor, Nicolás Maduro, ganó por la mínima en medio de denuncias de fraude que fueron desestimadas por la institucionalidad venezolana.
BATALLA POR EL CAMBIO
Esta derrota con sabor a victoria llevó a Capriles a convocar movilizaciones masivas en las principales ciudades venezolanas y a solicitar el respaldo de la comunidad internacional para impedir que, tal y como denunciaba, el 'chavismo' secuestrara las papeletas depositadas en las urnas.
El llamamiento de Capriles se tradujo en una serie de 'cacerolazos' que recorrieron Venezuela de un extremo a otro y que obligaron al Gobierno, por primera vez en años, a sacar a los militares a las calles. El resultado fueron nueve muertos y la polarización de la sociedad venezolana.
Un año después, la oposición supo capitalizar el descontento político de 2013 y el incipiente hartazgo social por problemas tradicionales como la inseguridad ciudadana y una crisis económica ya patente que empezaba a sentirse entre las bases aliadas del Palacio de Miraflores.
El 12 de febrero de 2014 fue el día elegido por Gobierno y oposición para hacer gala de su tirón popular convocando respectivas marchas en Caracas que acabaron chocando a las puertas de la Fiscalía con la muerte del oficialista Juan Montoya y del estudiante Bassil da Costa.
Las movilizaciones por el Día de la Juventud dieron el pistoletazo de salida a una oleada de protestas a favor y en contra del Gobierno de Maduro que fueron brutalmente reprimidas por policías y militares, arrancando la condena unánime de la comunidad internacional, y que se saldaron con 43 muertos, 878 heridos y 3.351 detenidos.
DIVISIÓN INTERNA
Paradójicamente, las protestas de 2014 sirvieron para ahondar en la brecha opositora, justo cuando llegaba el momento de la MUD, después de 14 años de una Revolución Bolivariana intocable por el blindaje del oficialismo en torno al carismático Chávez.
Capriles, que lideró el movimiento inicial contra Maduro, rápidamente se vio desplazado por su colega Leopoldo López, que fue detenido como autor intelectual de los disturbios del 12 de febrero en Caracas y que podría enfrentarse a una condena de hasta diez años de reclusión en una prisión militar.
La fragmentación de la MUD quedó expuesta con la propuesta del Gobierno de celebrar un diálogo con la mediación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y del Vaticano para acabar con la violencia en las calles y reconciliar a la sociedad venezolana, empezando con sus líderes políticos.
La oferta de diálogo fue un caballo de Troya para la MUD. Un sector moderado, encabezado por Capriles, lo interpretó como un signo de debilidad del Gobierno que había que aprovechar para conseguir concesiones políticas que dieran a la oposición cierta ventaja en las próximas elecciones presidenciales. Otro radical, representado por López, rechazó sentarse a la mesa de negociaciones y abogó por escalar la movilización callejera hasta derrocar al Gobierno.
El diálogo acabó después de un mes sin ningún resultado, al menos para la MUD, ya que Maduro logró su objetivo de dinamitar las filas opositoras creando una brecha entre sus dirigentes que aún hoy sigue abierta. López se ha erigido como líder natural defendiendo una "salida constitucional" para el Gobierno y Capriles ha pasado a un segundo plano imperceptible clamando por esperar a los comicios de 2019.
EL MOMENTO DE LA MUD
A pesar de la mala gestión opositora, parece que la realidad venezolana le da otra oportunidad con una crisis económica en todo su esplendor que ha hecho transversal el descontento con el Gobierno, llevando a Maduro a los peores índices de popularidad de un presidente venezolano, y todo ello coincidiendo con el primer aniversario de la oleada de protestas de 2014.
El país está sumido en una crisis económica que se ha agravado en los últimos meses por la caída del precio del petróleo en el mercado internacional, llevando a un desabastecimiento generalizado que hace imposible encontrar productos básicos a precios asequibles.
La única respuesta del Gobierno al empobrecimiento de los venezolanos ha sido aludir a una supuesta "guerra económica" lanzada por la derecha internacional para expulsarle del poder, una vieja excusa que ya cuestionan incluso desde la filas 'chavistas', donde estarían buscando un reemplazo para Maduro.
Así las cosas, parece que las condiciones están dadas para que la MUD aproveche de una vez por todas la oportunidad de desafiar al todopoderoso 'chavismo'. La cuestión es si, cuando llegue el momento, ya sea ahora o en 2019, la oposición venezolana estará en condiciones de ofrecer una alternativa real a un pueblo cansado de las luchas de poder.
La prueba de fuego para unos y otros serán las elecciones parlamentarias previstas para este año. Será la primera vez que Gobierno y oposición midan sus fuerzas en las urnas en un nuevo contexto social que reclama políticas y líderes nuevos para devolver a Venezuela el esplendor de épocas pasadas.