El director del UNHRD en Canarias relata cómo el asesinato en 2003 del enviado especial de la ONU para Irak ha despojado a los cooperantes de su aura de neutralidad
MADRID, 19 Ago. (EUROPA PRESS) -
El 19 de agosto de 2003, un terrorista suicida hizo detonar la carga explosiva del camión bomba que conducía justo debajo de la ventana de la oficina del recién nombrado representante especial de Naciones Unidas en Irak, el brasileño Sergio Vieira de Mello, en el hotel Canal de Bagdad. La explosión acabó con la vida de 22 personas, entre ellas la suya, y dejó más de un centenar de heridos.
Fue un atentado histórico por sus consecuencias: Naciones Unidas ordenó semanas después la retirada de 600 miembros de su personal en el país y el grupo responsable del ataque, el Partido del Monoteísmo y de la Yihad, acabaría convirtiéndose en la rama iraquí de Al Qaeda, la más prominente organización terrorista operativa en Irak durante la última década.
Para el español Pablo Yuste, significaría el principio de 13 años de periplo humanitario con un bautismo de fuego que comenzó con lo que describe como "un cambio de paradigma" para cientos de voluntarios, cooperantes y trabajadores humanitarios que, desde el asesinato de De Mello, vieron impotentes como su principal escudo, el aura de neutralidad que les llevaba a granjearse la confianza de las partes, les era arrebatado.
"Recuerdo que subíamos al avión hacia Irak en ese momento", recuerda Yuste, actual director del Depósito de Respuesta Humanitaria de las Naciones Unidas (UNHRD) en Las Palmas de Gran Canaria, para Europa Press."El responsable de la misión nos dijo: 'Quien se quiera volver, que se vuelva'. Yo respondí que 'Adelante'". Yuste acabó manteniendo su primera reunión con los responsables del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en "las ruinas del hotel".
El asesinato de Vieira De Mello aniquiló las ya de por sí tenues aspiraciones de Naciones Unidas para convertirse en un actor político en Irak, inmerso en un complejísimo escenario tras la invasión de Estados Unidos, amparado en la ascendente figura del diplomático brasileño, de quien en su momento se especuló como sucesor de Kofi Annan al frente de la Secretaría General de la ONU.
Los restos mortales de Vieira de Mello fueron depositados en el Cementerio de los Reyes de Ginebra (Suiza), mientras en Irak comenzaba a reinar el descontrol absoluto. Tres días después de su muerte, un segundo atentado obligó a los oficiales de Naciones Unidas a tocar retirada. Yuste, entonces logista para la Agencia Española para la Cooperación y el Desarrollo (AECID) decidió quedarse en un escenario donde las reglas del juego habían cambiado diametralmente.
EL FIN DE LA NEUTRALIDAD
"Fue un cambio de paradigma", resume Yuste. "Antes éramos neutrales, y a partir de ese momento nos volvieron parte del conflicto. La tomaron con nosotros. Y esto es importante porque la neutralidad es fundamental y ya no nos ven así", recuerda. La sensación de vulnerabilidad le ha acompañado durante la última década a lo largo de los numerosos escenarios donde ha trabajado, desde Indonesia, tras el devastador tsunami de Banda Aceh en 2004, hasta Afganistán, donde permaneció tres años.
"En un sentido práctico, es algo que hemos visto recientemente. Hemos tenido problemas con ambos bandos, ya sea un Estado más o menos estructurado como con los propios insurgentes. Pero el caso más claro es el del acceso de los convoyes. En Siria no podemos llegar a las zonas asediadas, porque lo que hasta ahora era un punto de acceso a ayuda, ahora se ha convertido en zona de guerra", explica.
"Hemos llegado a un momento en el que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha tenido que entregar comida en la frontera entre Jordania y Siria mediante grúas de construcción. Algo que no es precisamente el mejor sistema", subraya.
EL DIÁLOGO COMO ARMA
"Somos negociadores humanitarios. Esa es nuestra primera misión. Y nuestra labor inicial consiste, ante todo, en demostrar que no tenemos sesgo alguno", indica Yuste. Más de una década de experiencia le ha llevado a adoptar una posición pragmática a la hora de operar en zonas de conflicto.
"Con el tiempo deja de ser un peligro, propiamente dicho, y se convierte en un riesgo. Y los riesgos se gestionan. Estimas un porcentaje de daño. Valoras la situación con calma, y desarrollas una especie de ojo clínico", explica. La clave consiste en tener los ojos abiertos y escuchar a las fuentes directas. "Aprender mucho", resume. "Y cuanto antes aprendas el contexto, más seguro estás", añade.
Sus mentores han sido conductores y, en especial, los traductores, expertos hasta en los pequeños y sutiles detalles que pueden echar a perder una negociación. "Interpretan hasta las actitudes", precisa Yuste, "y eso es esencial: en Afganistán, por ejemplo, si no te invitan a un té, es que no eres bienvenido". El cooperante español quiere romper una lanza sobre la situación en el país centroasiático, un país donde los combatientes llevan décadas luchando y "están más estructurados", lo que en cierto modo favorece la distribución de ayuda humanitaria.
En términos generales, y no obstante, "curiosamente, (el trabajo) es bastante seguro", quiere apuntar el humanitario español. Yuste recuerda en este sentido episodios de relativa violencia como el sucedido tras el tsunami de Banda Aceh, cuando las milicias indonesias secuestraron a algunos trabajadores humanitarios. Los guerrilleros, simplemente, querían que estos cooperantes ayudaran a sus camaradas y familias, ignorados por las autoridades ante el estado de guerra en el que se encontraban.
Sucede que los términos generales han cambiado. La falta de confianza ante una posible misión humanitaria partidista deja prácticamente desnudos a los cooperantes ante el peligro. No importan los preparativos ni el aprendizaje. Si la violencia es directa contra ti... las normas dejan de aplicarse", sentencia Yuste.
La acción de Yuste no se ha limitado a escenarios de conflicto o catástrofes naturales. Uno de sus últimos viajes le ha llevado a África para combatir la expansión de la epidemia de ébola. Es una crisis que todavía no ha terminado a pesar del fin de las alertas en los países epicentro del estallido - como Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, donde ha gestionado diversos aspectos de la respuesta del PMA en estos países -- pero su retroceso es palpable y los grandes responsables de este éxito han sido los propios ciudadanos.
"El gran cambio ante el ébola fue obra de la población. Ellos mismos aprendieron las prácticas, incluso los curanderos locales entendieron que no podían seguir actuando así", explica Yuste quien recuerda, no obstante, que "queda un largo trecho porque cada vez que registramos un solo caso hay que cotejar todo lo que le rodea".
LO NUNCA VISTO
El pasado mes de junio, y ya desde su cargo actual, Yuste pedía ante el Parlamento de Canarias "mantener vivo el debate humanitario" en un momento especialmente crítico por la crisis de la inmigración derivada de la guerra y del empeoramiento generalizado de las condiciones de vida en Oriente Próximo.
Yuste coordina a tal efecto uno de los seis depósitos de respuesta humanitaria - el resto están en Italia, Dubai, Ghana, Malasia y Panamá -. Cuantos más mejor para intentar abordar una crisis prácticamente sin precedentes que necesita de toda la ayuda posible.
"Ahora mismo tenemos cinco emergencias simultáneas de nivel 3", el grado máximo que estipula la ONU. "Es lo nunca visto", subraya Yuste antes de recordar que "los donantes internacionales no están en la mejor situación financiera posible para responder", dada la crisis económica que todavía colea. "El sistema", remacha el trabajador de la ONU, "necesita la aportación del sector privado".