RÍO DE JANEIRO (BRASIL). 25 Jul. (DEL ENVIADO ESPECIAL DE EUROPA PRESS JOSE MARIA NAVALPOTRO)
Emoción, gratitud y responsabilidad son los sentimientos comunes de los doce jóvenes que han tenido ocasión de almorzar ayer con el Papa Francisco, en el palacio Episcopal de San Joaquín de Río de Janeiro. La brasileña Alina Ranny Bompet, una de las presentes, declaraba a Europa Press: "Ha sido la mayor experiencia espiritual de mi vida. Nada se puede comparar".
En el grupo que tuvo ocasión de almorzar con el Papa se encontraba un compatriota, Marcelo Galeano, de 23 anos. Con él, otra sudamericana, la colombiana Paula García. También había dos norteamericanos, Danielle Danowski de Estados Unidos y Luis Edmundo Martínez, de México; dos europeos (Filipe Teixeira, de Portugal, y Anne-Sophie Peiffer, de Francia); dos asiáticos (Polina Grigorieva, de Rusia y Senukshan Colombas , de Sri Lanka), dos oceánicos Thomson Philip de Nueva Zelanda, y dos brasileños: Josephine Yostira y la citada Alina Ranny. En principio, se trataba una pareja por cada continente, pero los africanos fueron sustituidos por latinoamericanos. "Sé que estaban invitados los de África, pero no sé por qué no acudieron", manifestó el portavoz vaticano Federico Lombardi en rueda de prensa.
Paula, de Bogotá (Colombia), ha señalado lo que más le llamó la atención de las palabras del Papa: "Dijo que no somos islas, somos comunidad. Y nos animó a buscar consejeros espirituales, no para un momento de dificultad, sino para toda la vida. Nos dijo que el señor Papa también tiene confesor". Y que les comentó: "El trabajo da dignidad al hombre. Y, los jóvenes, sin trabajo, como encuentran esa dignidad? Hay que ayudarles".
La joven colombiana, de 34 años, tuvo oportunidad de entregar al Santo Padre una carta de una amiga. "Me la dio, por si ocurría el milagro de que tuviese oportunidad de dársela al Papa. Y mira", explicó a Europa Press. En la carta, agradece al Papa su trabajo en defensa de la vida y le pide que, así como hay una jornada mundial de la juventud, exista otra similar para los ancianos.
La colombiana se mostraba alegre por el encuentro: "Está claro que no hemos tenido esta oportunidad porque los hayamos merecido. Yo lo veo como con visión religiosa". Recuerda que, durante el almuerzo tuvo que ejercer de traductora -sabe español, inglés y portugués-, porque la traductora real se quedó bloqueada por la emoción.
El compatriota del Papa, Marcelo Galeano, calificó de "maravilloso" el encuentro y del Papa Francisco aseguró que le vio "sencillo, agradable, como un padre". Como el momento más desenfadado, recordaba que, al empezar, viendo el silencio reinante, el Santo Padre les interpeló: "Por qué están callados? Marcelo respondió: "Será porque no todos los días almorzamos con el Papa".
Para este joven, de Paraná, de 23 años, que profesionalmente es acompañante terapéutico, fue una sorpresa asistir al almuerzo. Es unos de los responsables del departamento de traducción del portugués al español en la JMJ. Hace unos días, a las 11,30 de la noche, al acabar una Misa, un sacerdote conocido, de la organización, le comunicó: "Vas a ser uno de los que almuercen con el Papa". "No me lo podía creer", asegura. Ha vivido en Bahía (Brasil), trabajando en un proyecto social.
Para Marcelo, el episodio más emotivo, fue, cuando al final de la comida, el Papa les planteó tres preguntas "no para responder ahora, sino para responderse orando con Jesús". Las cuestiones eran: "Por qué están aquí? Por qué hay gente que hoy sigue muriendo de hambre? Por qué sufren los inocentes?" Al acabar, el Papa Francisco añadió: "Como niños, debemos ir corriendo hacia nuestra madre. Así que vamos a rezar un avemaría". Cada uno rezó en su lengua, en voz baja.
Durante la comida, el Pontífice habló en español, aunque los jóvenes se dirigieron a él en inglés, portugués, o castellano. El Santo Padre habló despacio, para que le entendiesen y para dejar que la traductora desarrollase su trabajo. El almuerzo consistió en una ensalada mixta, risoto funghi, escalope de pollo y postres (milhojas, frutas tropicales y tarta de maracuyá), además de café brasileño. Por lo visto, a nadie le sobró nada en el plato.
El Papa regaló a cada participante un rosario y una medalla de su Pontificado.