ASUNCIÓN 11 Jul. (Reuters/EP) -
El Papa Francisco ha llegado este viernes a Paraguay, desatando el fervor de miles de fieles en el país con mayor porcentaje de católicos del continente, donde cerrará una gira sudamericana en la que ha abogado por los más marginados y por el medioambiente.
Después de sus visitas a Ecuador y Bolivia, el Sumo Pontífice ha descandido del avión bajo la lluvia de Asunción para ser recibido por el presidente del país, Horacio Cartes, y escuchar a un coro de niños cantar el himno paraguayo en guaraní.
Posteriormente, Francisco ha partido en un "papamóvil" con detalles de ñandutí --un tejido artesanal típico-- para recorrer las calles de la capital adornadas con la bandera nacional y de El Vaticano, globos y carteles de bienvenida.
En Paraguay, una nación que ha llegado a tener a un ex obispo como presidente y donde la Iglesia mantiene una fuerte influencia, el Papa planea celebrar dos multitudinarias misas, reunirse con el presidente, con la sociedad civil y minorías, además de visitar un hospital y hablar con la juventud.
En su trayecto hacia la ciudad, Francisco pasó por la prisión de mujeres del Buen Pastor, un exconvento enclavado en un acomodado barrio de la capital que alberga a casi 500 internas antes de reunirse con Cartes en el casco histórico de la ciudad.
Muchos fieles confían en que Francisco intercederá por un modelo económico más inclusivo en uno de los países más desiguales de la región y donde poco más de una quinta parte de la población vive en la pobreza.
La cita más esperada por los paraguayos es la misa el sábado en el emblemático santuario de Caacupé, a unos 60 kilómetros al sur de Asunción, que cada diciembre reúne a miles de fieles para homenajear a la virgen patrona del país.
El Papa argentino ha mostrado como sacerdote una especial devoción hacia la virgen de Caacupé desde que visitaba los barrios humildes de la periferia de Buenos Aires, donde viven muchos inmigrantes paraguayos.
"RECLUSIÓN NO ES LO MISMO QUE EXCLUSIÓN"
Antes de despegar hacia Asunción, el Papa lanzó duras críticas contra el estado de las prisiones y la justicia de Bolivia en una visita a la cárcel más peligrosa del país y llevó un mensaje de esperanza a los prisioneros y sus familias.
Continuando con una costumbre que inició cuando fue arzobispo de Buenos Aires, Francisco ingresó a Palmasola, una hacinada ciudadela carcelaria que alberga a unos 4.500 reos, un tercio de la población carcelaria del país, en las afueras de Santa Cruz, la ciudad más grande de Bolivia.
"Son muchos los elementos que juegan en su contra en este lugar, lo sé bien: el hacinamiento, la lentitud de la justicia, la falta de terapias ocupacionales y de políticas de rehabilitación, la violencia", dijo Francisco, el primer Papa del hemisferio Sur, ante el aplauso de miles de presos, que lo recibieron con globos blancos y amarillos, los colores del Vaticano.
Con la ayuda de un carro de golf, Francisco recorrió la prisión, del tamaño de 34 campos de fútbol, para escuchar los testimonios de hombres y mujeres, la mayoría sin sentencia judicial, y para abrazar y besar a decenas de niños.
El Papa, de 78 años de edad, llevó un mensaje de esperanza a los miles de reos: "reclusión no es lo mismo que exclusión, que quede claro, porque la reclusión forma parte de un proceso de reinserción en la sociedad".
En este contexto, Francisco reconoció que él mismo cometió errores y pecados que lo obligan a hacer penitencia, y exhortó a los presos a alejarse de la violencia de las pandillas.