La peligrosa huida de Mosul de los civiles iraquíes

Abbas Alí, un hombre iraquí que huye de Mosul
REUTERS
Actualizado: martes, 1 noviembre 2016 10:04

BASHIQA (IRAK), 1 (Reuters/EP)

Abbas Alí llora mientras su mujer empuja lentamente su silla de ruedas lejos de su hogar, una pequeña localidad en el norte de Irak cercana a la ciudad de Mosul, que se encuentra en manos del Estado Islámico. La ruta que les queda por delante es dura y peligrosa, llena de piedras y terreno escarpado. Para Alí es prácticamente imposible poder circular con su silla de ruedas.

Tres días antes, una pareja de iraquíes perdió la vida a manos de francotiradores yihadistas muy cerca de donde están ahora Alí y su familia. Acompañados de sus cuatro hijos, Alí y su mujer miran hacia atrás temerosos, vigilantes, por si algún miliciano yihadista aparece en el horizonte y cumple alguna de las amenazas que tanto han escuchado en los últimos meses. El precio a pagar por escapar del autoproclamado califato del Estado Islámico es la muerte.

En lo alto de la colina, varios soldados kurdos, guerreros peshmerga, observan muy de cerca al grupo de civiles que ha conseguido huir de las cercanías de Mosul. Están buscando a terroristas suicidas, que muchas veces se hacen pasar por civiles. Alí puede ver cómo dos jóvenes de su grupo son forzados a levantarse las camisetas para demostrar que no llevan explosivos bajo la ropa.

"Un pueblo muy cercano al nuestro, que está en manos del Estado Islámico fue atacado. Oímos que los cinco milicianos yihadistas que quedaban en nuestro pueblo se habían ido a ayudar a sus compañeros", explica Alí mientras es llevado a cuestas por dos peshmerga a una base militar controlada por los kurdos.

El Estado Islámico tomó el control de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, hace dos años. Poco después comenzó a conquistar los pueblos de los alrededores, donde Alí trabajaba como comerciante.

El pasado 17 de octubre, las fuerzas iraquíes, con ayuda de los peshmerga, lanzaron una ofensiva contra los milicianos islamistas con el objetivo de recuperar Mosul. Desde entonces, han conseguido retomar la inmensa mayoría de las localidades de la zona, lo que ha motivado a muchos civiles iraquíes a huir del control del Estado Islámico.

BAJO EL YUGO DEL YIHADISMO

No obstante, a pesar de los avances de las fuerzas iraquíes, que cuentan con el apoyo aéreo de Estados Unidos, los civiles atrapados tienen que hacer frente a una importante disyuntiva: arriesgarse y salir huyendo aprovechando la ofensiva o quedarse bajo el yugo del Estado Islámico.

El grupo terrorista se ha asegurado durante meses de que los civiles en la región no se atrevan a huir. Sólo ha necesitado utilizar una advertencia simple, clara y directa: cualquiera que intente escapar recibirá un tiro. Uno de los vecinos de Alí cuenta cómo un amigo suyo recibió más de 95 latigazos por parte de los milicianos al intentar escapar. Murió a causa de las heridas.

"Se aseguran de que su mensaje se extienda", explica Alí. "Pero no podíamos más. La vida allí era demasiado difícil", añade. Los soldados kurdos llevarán a Alí y a su familia a un campo para desplazados internos localizado varios kilómetros más al sur.

El Gobierno iraquí ha instalado varios de estos campamentos en los últimos meses, donde la gente vive hacinada en tiendas de campaña, para intentar hacer frente a la oleada de personas que huyen de Mosul y sus alrededores.

Alí ha comenzado a llorar de nuevo. Su mujer, Bushra, cubierta de los pies a la cabeza con un burka negro, tal y como obliga el Estado Islámico, intenta calmarle echando agua fresca sobre su cabeza para ayudarle a combatir el calor del desierto iraquí.

"Nos prohibieron hacer todo lo que se pueda imaginar. No puedes hacer esto. No puedes hacer esto otro", cuenta Bushra mientras les lava la cara a sus hijos con lo que queda de agua en la botella. "Espero que Alá no muestre ningún tipo de misericordia al Estado Islámico", profiere enfadada.

A unos pocos metros, apoyados en un muro, se encuentran varios familiares de Alí. Todos ellos hombres jóvenes con barba a la altura del pecho, tal y como requiere la Ley Islámica impuesta por los milicianos. El Estado Islámico controlaba cada pequeño detalle de la vida de estas personas, desde el vello facial hasta la educación.

Esperan tranquilamente mientras el teniente peshmerga Qamar Rashid inspecciona sus documentos de identidad con detenimiento. "Tenemos que asegurarnos de que no forman parte del Estado Islámico", explica el joven oficial.

Uno de los jóvenes apoyados en el muro sonríe ampliamente mientras se fuma un cigarro. "Estoy fumando por primera vez desde hace meses", dice contento. Fumar también constituye una violación de la estricta Ley Islámica que impone la organización yihadista. El castigo son 50 latigazos.

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