MADRID, 10 Nov. (Por Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam Internacional) -
Cuando durante el miércoles y el jueves los líderes europeos y africanos se reúnan en La Valeta para celebrar una importante cumbre sobre migración, tendrán una gran oportunidad para abordar los graves problemas que están obligando a muchas personas a abandonar sus hogares y emprender peligrosos viajes con la esperanza de encontrar protección en otros países, muchas veces arriesgando sus vidas.
No obstante, los Estados miembro europeos corren el peligro de dejarse llevar por la retórica anti-inmigración y centrarse en medidas a corto plazo para detener el flujo de inmigrantes que llega a Europa, en lugar de comprometerse de forma honesta a establecer canales migratorios legales y seguros, y encontrar soluciones a las causas subyacentes que provocan el desplazamiento masivo de personas.
Hasta el momento, la respuesta de la Unión Europea ante la llegada de inmigrantes a sus fronteras ha sido comprensiblemente criticada por ser reactiva, fragmentada y corta de miras. Europa percibe la inmigración como "un problema a resolver" o, en el peor de los casos, como una "amenaza" a su seguridad. Esta percepción, a menudo acompañada de una preocupante retórica, debe quedar a un lado en favor de un debate honesto sobre los problemas reales a los que se enfrentan África y Europa.
En otras palabras: la Unión Europea debe dejar de centrarse exclusivamente en la seguridad de sus fronteras y empezar a tomar medidas para ayudar a quienes emigran con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida. Los líderes africanos también deben abordar los problemas que obligan a las personas a huir, centrándose en la prevención y la resolución de las crisis que motivan los desplazamientos dentro y fuera del continente africano.
OPORTUNIDAD
Las últimas cifras muestran que durante los últimos 15 años al menos 31.000 personas han muerto o desaparecido tratando de llegar a Europa. Esta cifra es una clara evidencia del fracaso del actual enfoque de la Unión Europea. Un mayor control sobre las fronteras y la criminalización de la inmigración irregular solo acrecientan el sufrimiento humano y los riesgos a los que se enfrentan estas personas. La cumbre de La Valeta puede brindar una importante oportunidad de cambio si la Unión Europea se decide a dar prioridad la defensa de los derechos humanos en el debate migratorio.
Los líderes europeos y sus homólogos africanos deben comenzar por reconocer que la migración en sí misma no es un problema a resolver. Las personas migran de un país a otro por muchos motivos. Lo han hecho durante miles de años. Es más, está demostrado que la inmigración ha conllevado beneficios concretos para los países de acogida como, por ejemplo --y de acuerdo con la OCDE--, una contribución neta a los beneficios sociales y el crecimiento económico. A menudo, también supone beneficios para las comunidades de origen, por ejemplo, a través de las remesas que las personas emigrantes envían a sus países.
Sin embargo, la emigración también puede ser un mecanismo de supervivencia para personas con escasas opciones. Para quienes se ven sumidas en una crisis, huir de su hogar es, con frecuencia, la respuesta más lógica y potencialmente segura para salvar sus vidas. Este desplazamiento tiene muchas --y a menudo múltiples-- causas.
Europa, junto al resto de los países desarrollados, tiene la obligación moral de actuar porque su conducta está fuertemente vinculada a muchas de las causas subyacentes a los problemas que, entre otras cosas, provocan la huida de las personas: el comercio de armas que alimenta los conflictos; la contaminación industrial que ha provocado el cambio climático; la evasión y elusión de impuestos en Europa que privan a los países en desarrollo de recursos económicos muy necesarios para poder proporcionar servicios básicos... Estos son los problemas que los dirigentes europeos deben empezar a afrontar si quieren dar una respuesta integral a la crisis migratoria.
Sin embargo, los líderes europeos que asistirán a la cumbre de La Valeta corren el riesgo de acabar desviando fondos destinados a la ayuda al desarrollo --dirigidos a ayudar a las personas a salir de la pobreza-- hacia medidas para incrementar el control fronterizo mediante el nuevo Fondo Fiduciario de Emergencia para África de la UE.
AYUDA, NO MONEDA DE CAMBIO
Estas medidas me preocupan. Por ello, urjo a los gobernantes europeos a respetar el Tratado de Lisboa en el que las naciones europeas dispusieron que el principal propósito de la ayuda al desarrollo fuese reducir y erradicar la pobreza.
Para que esta ayuda sea eficaz, debe proporcionarse en función de las necesidades y planes de los países receptores y sus habitantes, y no utilizarse como moneda de cambio para incrementar la cooperación para solventar problemas europeos. La Unión Europea debe comprometerse de forma clara y explícita a que el dinero destinado al Fondo Fiduciario de Emergencia para África de la UE se utilice para levantar escuelas y hospitales, y no puntos de control y alambradas de espino.
La ayuda al desarrollo no debe estar nunca vinculada o condicionada por acuerdos para fomentar el control fronterizo que dificulten la movilidad en África o vinculados a cualquier otro ámbito que no esté directamente relacionado con la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
Por el contrario, la cooperación para el control de las fronteras debe estar supeditada al respeto de los Derechos Humanos, los principios de movilidad y los derechos de quienes buscan asilo. Si la Unión Europea de verdad quiere liderar la defensa de valores universales, no puede seguir negociando con Gobiernos que no respetan los derechos humanos y el derecho de las personas a desplazarse libremente.
En la cumbre de La Valeta, la Unión Europea debe dejar de mirar la crisis migratoria desde la perspectiva europea y demostrar su capacidad de liderazgo para hacer frente de forma más amplia al fenómeno migratorio global. Las personas son más importantes que las fronteras. Esta cumbre sobre migración presenta una oportunidad única para que Europa anteponga y ponga en práctica su compromiso para con los derechos humanos, la seguridad de las personas, el desarrollo sostenible y la prevención de conflictos violentos, y no lo ignore.