Para muchas chicas, una relación con un hombre mayor es su salida, lo que las empuja a embarazos tempranos y otros abusos
MADRID, 19 Nov. (EUROPA PRESS) -
"No tenía absolutamente ni idea de lo que significaba ser madre a mi edad". A sus 16 años, Avril es una de las miles de chicas que cada año se quedan embarazadas antes de cumplir la mayoría de edad en Nicaragua, uno de los tres países con más embarazos adolescentes de América Latina y el Caribe.
En la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN) en la que vive Avril, una de cada tres adolescentes de entre 15 y 19 años ya es madre o está embarazada de su primer hijo, lo que supone la tasa más alta en todo el país, mientras que no hay datos para los embarazos de menores de 15 años.
La región, donde se conjugan una marcada pobreza junto con bajos niveles de desarrollo humano, acoge a los misquitos, un pueblo indígena, así como a grupos de afrodescendientes. Entre los retos a los que sus habitantes, incluidos los jóvenes se enfrentan, figuran el narcotráfico, la violencia, el tráfico de personas o la violencia sexual generalizada.
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Pero son las adolescentes las que suelen pagar un mayor peaje por esta situación. Enfrentadas a la falta de seguridad y la violencia sexual, para muchas de ellas encontrar un hombre que les ofrezca protección y una oportunidad para sobrevivir es su vía de escape y en muchos casos su máxima aspiración.
Eso fue lo que le ocurrió a Avril. Con 14 años, decidió trasladarse a Managua para ganar dinero con el que apoyar a su familia y lograr una vida mejor, después de haber dejado sus estudios en primaria. Allí conoció a un hombre de 32 años que estaba casado y que la convenció para que iniciara una relación con él, asegurando que la quería. "No sabía en lo que me metía", reconoce.
CON EL EMBARAZO "MI MUNDO SE DESMORONÓ"
Pronto se quedó embarazada y "mi mundo se desmoronó". "Tenía miedo y estaba preocupada", explica. Por eso, aunque su pareja se ofreció a cuidar de ella y su hijo si se quedaba en Managua, decidió volver junto a su familia, donde se encontró con la ira de su padrastro pero también de su hermano, quienes no la dejaron entrar en casa.
Aunque inicialmente tuvo que buscar refugio gracias a una organización local, finalmente pudo volver a casa, donde ahora debe encargarse de las labores del hogar, además de recibir los insultos de su padrastro y hermano de vez en cuando.
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"Si hubiera sabido lo que implicaba (ser madre) nunca habría estado en esta situación", afirma, asegurando que quiere retomar sus estudios cuando su hija sea un poco más mayor y poder mantenerse a sí misma, ya que tiene pocas esperanzas de encontrar de nuevo al padre de la pequeña para que éste le ayude.
Sin embargo la historia de Avril no es un caso aislado. "Nunca antes había visto a tantas chicas jóvenes quedarse embarazadas como veo ahora, parece una epidemia", confiesa Kalwi, quien ha perdido la cuenta de los niños a los que ha ayudado a traer al mundo en sus 20 años como matrona en la comunidad misquito en la que vive. "Sus cuerpos no están preparados para tener hijos, les aconsejo que tengan cuidado", añade.
"En nuestra comunidad las chicas no tienen autonomía sobre sus cuerpos. La sociedad siente que el cuerpo de una niña es gratis. Cualquiera puede usar tu cuerpo del modo que quiera", se queja Shira Miguel, de la ONG local Nidia White, a la que apoya Plan International y que gestiona refugios para víctimas de violencia sexual.
Por su parte, el consejero para asuntos de la juventud del Gobierno de RACCN, Devony McDavis, explica que las autoridades están "adoptando medidas para abordar el problema de la violencia de género y el embarazo adolescente de forma prioritaria". "El problema cultural del matrimonio infantil lo hace incluso más difícil", asegura.
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BRISA QUIERE ACABAR CON ESTA SITUACIÓN
Pero también hay chicas como Brisa que, a sus 16 años, tiene claro que quiere cambiar las vidas y el futuro de las niñas misquito. "Algunas niñas misquito de mi edad ya son madres adolescentes o están embarazadas. En la mayoría de los casos no ha sido su elección", subraya.
Con el apoyo de Plan International, Brisa está decidida a acabar con esta situación y con los estereotipos de género. "Voy puerta por puerta en mi comunidad y hablo con los chicos y las chicas adolescentes sobre abusos sexuales, embarazo adolescente y otras muchas cosas", cuenta.
"Hemos formado un pequeño grupo juvenil y celebramos discusiones informales con hombres jóvenes sobre cómo tratar a las chicas con respeto y cómo actuar de forma responsable", añade. Su labor le ha permitido ganarse la confianza de las chicas de su comunidad, entre otras cosas porque ella vive en su mismo entorno.
"Las chicas vienen a mi casa preocupadas y me cuentan que su profesor las está acosando sexualmente. En otros casos son los padres, hermanos o tíos los que están abusando de las chicas. Incluso si el abuso no siempre es sexual, las chicas sienten miedo, especialmente en situaciones en las que hablan con sus padres y no se hace nada", cuenta Brisa, subrayando de hecho que, con mucha frecuencia, "les piden que estén calladas".
Brisa se encarga de informar a las chicas "sobre sus derechos en caso de violencia o, si se sienten inseguras, de dónde pueden ir". Para que su labor tenga un mayor impacto, la adolescente cuenta ahora con un programa de radio en una emisora local muy popular entre las comunidades indígenas, que tiene ya miles de jóvenes oyentes. En él, aborda "un abanico de cuestiones sociales que afectan a mi pueblo y comunidad" como la violencia doméstica, el tráfico de personas o la salud reproductiva y sexual.
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JÓVENES QUE SIRVEN DE INSPIRACIÓN PARA EL CAMBIO
Jóvenes como Brisa, destaca Pilar Muller, gerente de la unidad de programas de Plan International en RACCN, "pueden llegar e inspirar a otras jóvenes más allá de sus comunidades". "Brisa puede inspirar a una generación desafectada y la radio era el mejor modo de superar la barrera de la distancia y llegar a los jóvenes misquito en la región", subraya.
Pero las comunidades indígenas lo que necesitan, según el director de Plan International en Nicaragua, Matthew Carlson, "es un enfoque integrado que les salve de quedar fuera del mapa". "Los problemas a los que se enfrentan necesitan soluciones a varios niveles y las que más impacto tienen son las que vienen desde dentro", ha añadido, subrayando que "Brisa es un ejemplo perfecto de cómo el cambio puede ocurrir y cómo los jóvenes indígenas pueden liderar y modelar el futuro de su comunidad".
La ONG trabaja actualmente en 27 comunidades en RACCN. "Nuestros esfuerzos implican trabajar con el Gobierno y los socios locales para implicar a chicas, chicos, padres, cuidadores y líderes comunitarios para conseguir que toda la comunidad se implique en cambiar actitudes y prácticas y crear un entorno seguro para las chicas y todos los niños", ha explicado Carlson.
La tarea no ha sido fácil, reconoce Muller, ya que al principio la ONG se encontró con "mucha resistencia de los líderes comunitarios y los hombres". Sin embargo, gracias al trabajo realizado "ahora es más aceptable hablar sobre género y las adolescentes y las mujeres están comenzando a participar y están hablando por ellas mismas", celebra.
"Quiero un cambio en las vidas de las chicas indígenas y que tengan el poder de decir no y de decidir por ellas mismas", insiste Brisa, quien ha vencido su timidez para convertirse en una firme defensora de los derechos de las niñas. ¿Su mensaje a todas ellas?: "Nunca abandonéis vuestra educación".
Según el Fondo de la ONU para la Población (UNFPA), las adolescentes sin educación en Nicaragua tienen cinco veces más probabilidades de unirse con un hombre mayor antes de cumplir los 18 años, en comparación con las que están estudiando secundaria, mientras que la probabilidad de las chicas sin ningún grado de educación de quedarse embarazadas es tres veces más alta.