MADRID, 21 Feb. (EDIZIONES) -
Estados Unidos y Cuba están inmersos en un acercamiento frenético que ha propiciado los mayores cambios bilaterales en más de medio siglo, pero aún quedan importantes --y difíciles-- pasos por dar que cada vez parecen más cercanos.
El embargo comercial, económico y financiero que el Gobierno de John Fitzgerald Kennedy impuso a la isla caribeña en 1962 sigue aún vigente y es el principal escollo en la ansiada normalización de relaciones perseguida por Washington y La Habana.
El bloqueo a Cuba se ha ido perfilando a lo largo de estos 50 años con un sinfín de leyes impulsadas tanto desde gobiernos demócratas como republicanos que han hecho imposible levantarlo sin la complicidad de Casa Blanca y Congreso.
El presidente tiene escasas facultades ejecutivas que Barack Obama ha aprovechado en este año de diálogo para relajar las restricciones a Cuba, pero el núcleo duro del embargo está contenido en leyes cuya derogación dependen exclusivamente del Legislativo.
Los republicanos --que han hecho de su oposición a los Castro uno de los ejes de su política exterior-- dominan el Capitolio desde las 'midterm' de 2014, lo que, al menos aparentemente, hace imposible la connivencia con el Gobierno.
Pero algo ha pasado desde el 17 de diciembre de ese año --cuando Obama y Castro anunciaron al mundo el inicio del deshielo-- que ha resucitado la esperanza en que los muros levantados en torno a Cuba hace décadas comiencen a derribarse.
OPOSICIÓN INTRARREPUBLICANA
De acuerdo con los últimos sondeos de opinión difundidos por la prensa estadounidense, cada vez son más los republicanos --políticos y votantes-- que abogan por un cambio de aires en la relación con los cubanos.
El 73 por ciento de los estadounidenses, entre ellos un 59 por ciento de republicanos, está a favor de levantar el embargo, según un reciente estudio del Pew Research Institute.
Estos números tienen su reflejo en el Congreso, donde se ha formado un grupo de trabajo en el que participan republicanos y demócratas para impulsar los cambios legislativos necesarios para restaurar las relaciones con Cuba.
EL BASTIÓN DE FLORIDA
La opinión ha evolucionado de la misma forma, aunque más lenta, entre los tradicionales detractores de los lazos entre Washington y La Habana: los cubanos que huyeron del régimen 'castrista' y llevan generaciones radicados en Estados Unidos.
En los años 90, cuando estalló la llamada crisis de los balseros, con cientos de cubanos llegando a las costas de Florida por el Caribe, solo el 13 por ciento de los nacionalizados estadounidenses era proclive al fin del embargo.
En 2011, los partidarios de acabar con el bloqueo ya sumaban un 44 por ciento y tres años después eran incluso mayoría, con un 52 por ciento. Ello se explica, en parte, al empuje de las segundas y terceras generaciones, arraigadas plenamente en Estados Unidos.
DESTINO: LA HABANA
Fuera de estos dos grupos sociales, la tendencia muestra el mismo interés por afrontar el diálogo Estados Unidos-Cuba con la normalidad que caracteriza las relaciones del país norteamericano con otros estados de la región.
El principal síntoma es el deseo de reanudar los viajes a Cuba. El 81 por ciento de los estadounidenses, incluido un 71 por ciento de conservadores, reclama libertad para visitar la isla caribeña, de acuerdo con una medición de la cadena CBS.
En 2015 más de 440.000 estadounidenses fueron a Cuba, la gran mayoría a ver a sus parientes, pero también hubo unos 150.000 sin lazos familiares, desde los 90.000 resgistrados en 2014. Según WOLA, 1,5 millones de norteamericanos irán al país anualmente cuando se hayan levantado las restricciones de viaje.
UN NUEVO MERCADO
Otra de las razones que se esconden detrás de la pujante tendencia a favor de restaurar los vínculos bilaterales es la oportunidad de negocio que ofrece a las empresas estadounidenses una Cuba anclada en los años 50, prácticamente virgen.
La Cámara de Comercio de Estados Unidos ya ha puesto en marcha un Consejo de Negocios específico para facilitar el desembarco en Cuba de las compañías norteamericanas, especialmente las dedicadas a la industria agropecuaria.
El Departamento del Tesoro ha notificado esta semana a Cleber LLC, una empresa de Alabama que fabrica tractores para pequeñas explotaciones agrarias --el 70 por ciento del campo cubano--, que habrá una sucursal en La Habana a partir de 2017.
"Ser el primero es genial", ha dicho Saul Berenthal, cofundador de Cleber LLC junto a Horace Clemmons. "Pero seguro que no seremos los únicos. Esperamos y confiamos en que nos sigan muchos otros", ha augurado, según 'USA Today'.
REQUISITO INAMOVIBLE
El fin del embargo no solo es imprescindible para la plena normalización de las relaciones bilaterales desde una perspectiva práctica, sino también desde el punto de vista político, ya que el Gobierno cubano ha hecho depender de ello el avance de las negociaciones.
"Para llegar a normalizar las relaciones tendrían que solucionarse asuntos clave pendientes: el levantamiento del bloqueo y la devolución del territorio ilegalmente ocupado por la base naval de Estados Unidos en Guantánamo", ha dicho Josefina Vidal, del Ministerio de Exteriores cubano.
La Casa Blanca se ha posicionado a favor de La Habana. "El embargo no está permitiendo al pueblo cubano avanzar hacia el bienestar individual y sus Derechos Humanos", ha sostenido, instando al Congreso a acabar con "estas cargas onerosas".
En esto, Obama es el principal apoyo de Cuba. Ha dicho en todos los foros posibles --desde Naciones Unidas hasta el Capitolio-- que el fin del embargo es el siguiente paso. "Ya no tiene sentido", ha esgrimido. "Es inevitable", ha confiado.