Ambos grupos terroristas afianzan posiciones y ganan terreno lo que aumenta su amenaza, según alertan expertos
MADRID, 1 Oct. (EUROPA PRESS) -
Las ramas de Al Qaeda y de Estado Islámico que operan en Malí han visto reforzada su posición tras la retirada de las tropas francesas de la operación Barkhane y están aprovechando también el vacío que dejará la ONU, que ya ha comenzado a desmantelar su misión en el país y deberá haber completado antes de final de año, según advierten los expertos.
El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) y Estado Islámico Sahel (antiguo Estado Islámico en el Gran Sáhara, ISGS) han sabido aprovechar el vacío dejado por las tropas francesas, obligadas a retirarse de Malí en agosto de 2022 por la junta militar que gobierna el país después del segundo golpe de Estado en abril de 2021. Y ahora también están tratando de ganar terreno en el marco de la retirada de la MINUSMA, que ya ha evacuado algunas de sus bases en el norte de Malí.
En lo que se refiere a la filial de Estado Islámico, "en menos de un año casi ha doblado sus áreas de control", según señala el grupo de expertos sobre Malí en su último informe de agosto al Consejo de Seguridad de la ONU. El grupo terrorista ahora controla todos los círculos rurales de la región de Ménaka (noreste), y también amplias zonas del círculo de Ansongo en la región de Gao (norte), desde donde presiona a otras zonas.
Según advierten Aaron Y. Zelin y Sarah Cahn, expertos del Washington Institute for Near East Policy, en un artículo, "el auge de Estado Islámico en Malí puede ser vinculado directamente con la retirada en agosto de 2022 de las fuerzas francesas".
"En el momento de la salida francesa, la insurgencia en Malí no había sido disuadida o derrotada, pero sin lugar a dudas se ha deteriorado desde entonces", sostienen, destacando que el grupo ha reivindicado 26 ataques desde entonces --en 2021 hubo 14, en 2022 un total de 29 y en lo que va de 2023 se contabilizan ya 15--.
IMPACTO DE LA SALIDA DE MINUSMA
Asimismo, advierten de que la salida de la MINUSMA de Ménaka el pasado agosto no solo dejará a los desplazados que hay en esta zona sin ayuda la que brindaban los 'cascos azules', "sino mucho más vulnerables" a que Estado Islámico pueda terminar tomando la ciudad.
Además, "aumenta la probabilidad de una mayor impunidad por todas las partes", subrayan, tras denunciar que además de los ataques de los grupos terroristas, la población civil es víctima de los abusos por parte de las tropas malienses así como de los mercenarios rusos de Wagner que les apoyan en su lucha contra el yihadismo.
En su artículo 'Explotando un vasto escenario de yihad. Estado Islámico toma territorio en Malí', llaman la atención tanto sobre el hecho de que los yihadistas han incrementado sus ataques durante el verano como que el grupo terrorista reivindicó oficialmente en mayo de este año el control sobre las localidades que rodean la ciudad de Ménaka.
EMBRIÓN DE GOBIERNO
Respecto a esta última cuestión, ponen de relieve que igual que otras filiales que llevaron a cabo "funciones de gobierno en Siria, Irak y Libia, Estado Islámico en Malí ha comenzado a hacer lo propio en la región de Ménaka desde antes de la toma de abril de 2023". Así, citan la distribución de medicinas y de ejemplares del Corán pero sobre todo el despliegue de su policía de la moral, 'hisba', la cual se ha incautado de narcóticos y también ha llevado a cabo castigos como lapidaciones o mutilaciones contra presuntos ladrones.
Estas estructuras, subrayan Zelin y Cahn, se parecen a las que Estado Islámico empleó en otros países, "aunque aún no han alcanzado la madurez o la sofisticación burocrática de los modelos anteriores", sobre todo en lo que en su día fue el 'califato' en Siria e Irak. Además, el control de territorio da a los yihadistas acceso a ingresos ilícitos como el robo de ganado, el tráfico de armas o la imposición de tasas por la minería ilegal de oro.
"Aunque limitado en su alcance o remoto en su ubicación", el hecho de que Estado Islámico controle territorios en Malí contribuye a alentar "el sueño de un 'califato' mundial" si bien por el momento los llamamientos que desde el grupo terrorista se han hecho para que los combatientes emigren al Sahel no parece haber prosperado.
UN RIESGO BAJO QUE NO HAY QUE IGNORAR
Asimismo, los expertos alertan de que pese al aparente "riesgo bajo" actual de que desde estos territorios se puedan planificar ataques fuera del Sahel, "la historia muestra que cuanto más tiempo el grupo posea un refugio seguro y la oportunidad de ampliar su régimen, más capaz será de planear operaciones", como ya se vio en Siria, Libia y Afganistán.
Estado Islámico Sahel "está consolidando y ampliando el control en la zona de la triple frontera entre Burkina Faso, Malí y Níger" y el golpe de Estado en este último país podría generar un aumento de los ataques en este país, tanto en el oeste, donde opera el grupo, como en el este, donde está activa en la cuenca del Lago Chad otra filial, Estado Islámico en África Occidental (ISWA), facilitando que interactúen, alerta a su vez Liam Karr, analista de Critical Threats Project.
Por lo que se refiere a JNIM, el último informe de comité de la ONU que hace seguimiento a las actividades de Al Qaeda y Estado Islámico, también subraya que "está expandiendo y fortaleciendo su área de operaciones más allá de Malí, sobre todo a Burkina Faso".
JNIM TIENE RODEADO BAMAKO
El grupo que comanda Iyad ag Ghali "está sufriendo fuertes bajas y no parece capaz de resistir los firmes avances de ISGS" en la zona de la triple frontera, en el este. En estas circunstancias, la filial de Al Qaeda ha apostado por reforzar su posición en el centro del país, avanzando hacia el oeste y "ha rodeado la capital", consolidando con ello su control de las zonas entre Bamako y las fronteras oeste y sur.
"JNIM ha incrementado el ritmo y la gravedad de sus ataques en el norte de Malí desde principios de julio en el marco de un esfuerzo más amplio para establecer el control sobre centros de población y líneas de suministro", destaca Carr en un reciente análisis sobre la situación en este país del Sahel.
El grupo está "explotando el vacío dejado por la retirada de las fuerzas de la ONU", acordada a finales de junio, y ha quintuplicado los ataques durante julio y agosto en comparación con la primera mitad de año. La filial de Al Qaeda ha centrado sus esfuerzos sobre todo en torno a las ciudades de Tombuctú y Gao, en un intento por "aislar estas capitales regionales", subraya el analista.
EL ASEDIO COMO TÁCTICA PARA DOBLEGAR
Además, "JNIM ha usado de forma regular tácticas de asedio para forzar a la población civil a acuerdos de paz en el centro de Malí", empujando a los líderes locales a aceptar "adoptar aspectos de la 'sharia', impuestos y no cooperar con las fuerzas de seguridad (malienses) a cambio de el fin del asedio", resalta Carr.
Esto sería precisamente lo que está ocurriendo actualmente en Tombuctú, la histórica ciudad que el grupo terrorista tiene bloqueada desde principios de agosto. La llegada de suministros por carretera ha quedado prácticamente interrumpida mientras que las comunicaciones fluviales y aéreas también lo están a raíz del ataque contra el ferry 'Tombuctú', ocurrido a principios de septiembre y que dejó más de 50 civiles muertos, y de los ataques contra el aeropuerto de la ciudad.
"El control del norte de Malí por parte de JNIM podría generar una amenaza de ataque transnacional", alerta Carr, recordando que la filial de Al Qaeda ya ha llevado a cabo ataques en la región y "el grupo sigue aspirando a forjar capacidades de ataque exterior contra Occidente, pese a haber dado prioridad a su insurgencia a nivel local en los últimos años".