Child who fled during an attack to his family is protected by members of the pol
Foto: STRINGER . / REUTERS
Actualizado: sábado, 19 septiembre 2015 10:39

   MADRID, 19 Sep. (Por UNICEF) -

   Todos los días, millones de niños en todo el mundo sufren situaciones de violencia que dejan cicatrices imborrables que les acompañan durante toda su etapa adulta. Muchas veces, las atrocidades quedan en el ámbito privado y son invisibles para la sociedad.

   Un grupo de 18 jóvenes de diferentes países han decidido hacer visible lo invisible y pedir a los líderes mundiales, que se reúnen a partir del 25 al 27 de septiembre en Nueva York en la cumbre de desarrollo convocada por la ONU, que pongan fin a la violencia contra todos los niños del mundo.

   Este es su mensaje:

   "Queridos líderes mundiales,

   Cada 5 minutos, en algún lugar del mundo, un niño muere a causa de la violencia. Somos 18 jóvenes de diferentes países del mundo, supervivientes de la violencia, el dolor y el abuso.

   Hay millones de niños como nosotros.

   Nos hemos visto obligados a huir de nuestras casas, luchar como niños soldados y trabajar como esclavos domésticos. Hemos sufrido violaciones, golpes y ataques en nuestras propias comunidades. Hemos vivido en primera persona el asesinato de nuestros padres, familiares y amigos. Recuerdos aterradores que nos revuelven el estómago.

   Ningún niño debería empezar así su vida.

   En septiembre, los líderes mundiales os reuniréis para establecer los nuevos Objetivos de Desarrollo para los próximos 15 años. Como jóvenes ciudadanos del mundo, os pedimos que, juntos, construyáis un mundo más seguro para los niños.

   Esperamos que llegue el día en el que los únicos moratones que tengan los niños sean los que se hagan jugando en el patio.

   Debéis actuar ya para poner fin a la violencia contra los niños.

   No esperéis ni cinco minutos más. Nuestras vidas dependen de ello".

   La misiva la firman: Parwana* (20), Australia; Joao* (18), Brasil; Ravid (16), Camboya; Laetitia (14), República Democrática del Congo; Sabreen (15), Estado de Palestina; Daldís (19), Islandia; Tommy* (16), Irlanda; Ashley* (23), Jamaica; Mohammad (15), Jordania; Akhrat (16), Países Bajos; Babagana* (12), Nigeria; Rabia* (9), Pakistán; Alice* (18), Portugal; Sane* (18), Sudáfrica; Boto* (16), Sudán del Sur; Magu* (17), España; Jodie (20), Reino Unido; Zina (10), Ucrania.

LAS HISTORIAS DETRÁS DE LAS FIRMAS

   "No salíamos de casa, no íbamos a ver a nuestros amigos; no estudíabamos o teníamos clases extraescolares como solíamos tener", cuenta Zina, de 10 años, recordando cuando los combatientes ocuparon su localidad natal, en Ucranai. "Y luego comenzaron los bombardeos. Los combatientes recorrían nuestra calle a bordo de un vehículo de asalto. Algunos fragmentos de minas rompieron nuestra ventana y partes del tejado. Mamá se dio cuenta de que podíamos morir un día y por eso nuestros padres hicieron las maletas, cogieron nuestros documentos, y nos marchamos".

   "Cuando la última guerra se intensificó en la Franja de Gaza, la aviación israelí bombardeó los alrededores de mi casa y la gente comenzó a chillar y gritar... mi familia decidió marcharse y huir de esta zona... Regresamos a la zona después de un mes de miedo y desplazamiento. No encontramos ningún resto de nuestra vida anterior... Me siento segura cuando duermo en mi cama sin tener miedo de despertarme por las noticias una nueva guerra", cuenta Sabreen, una palestina de 15 años.

   Boto* es un joven de 16 años de Sudán del Sur que está recibiendo tratamiento para extraerle una bala del cuello. Le dispararon cuando luchaba en Facción Cobra, un grupo armado del país. "Cuando me saquen la bala, me sentiré seguro. Si me encuentro bien después de mi operación y puedo ir al colegio, me convertiré en doctor o líder de mi comunidad. Puede que sea una persona importante. No quiero vivir más enfrentamientos y no quiero ser soldado. Quiero ser doctor y ayudar a la gente", dice.

   Con poco apoyo familiar, Alice, una joven de 18 años de Portugal, acabó en una relación en la que sufrió violencia física y psicológica. "Los juegos mentales y la presión psicológica me hacían sentir culpable. Me sentía responsable de su comportamiento, aunque sabía que yo no estaba haciendo nada malo. Cuando finalmente decidí poner fin a la violencia psicológica y hacerle frente, empezó la violencia física: empujones, bofetadas y agarrones, entre otras cosas", cuenta.

   "La violencia es la norma aquí y siempre estoy intentando evitarlo porque puede venir de cualquiera: la policía, adultos o incluso chicos de mi edad... Me siento seguro en mi estado, donde conozco a todo el mundo y me conocen... Nadie me hace sentirme realmente seguro fuera de mi zona, probablemente solo tus mejores amigos, pero eso es todo. No se puede confiar en nadie más", afirma Tommy*, de 16 años, de Irlanda. "Si me sintiera seguro todo el tiempo", añade, "podría ser yo mismo un poco más y no tener que mirar siempre detrás mío".

   Magu, de 17 años y de España, es una superviviente de abusos sexuales. Solo fue capaz de hablar sobre sus experiencias hace dos años, tras años de sufrimiento. "Cada vez que intentaba hablar sobre ello a mi madre, las palabras se quedaban atascadas en mi garganta, y no podía hacerlo... Si alguien me miraba... deseaba que se dieran cuenta de lo que estaba pasando. Era lo que más quería en el mundo, que alguien viniera a mi habitación sin decir nada, me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien", recuerda.

   Si tú también quieres sumarte al llamamiento de estos jóvenes por un mundo sin miedo para los niños, puedes unirte a nuestro movimiento contra la violencia infantil.

(Los nombres con * han sido cambiados para proteger su identidad)

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