Calles del centro de Raqqa, ciudad siria capital del Estado Islámico
STRINGER . / REUTERS
     
Actualizado: martes, 12 enero 2016 12:58

La capital del 'califato' es una sombra de la ciudad que fue en la que sus habitantes viven aterrorizados

   MADRID, 12 Ene. (EDIZIONES) -

   Raqqa, capital del autoproclamado califato que controla el grupo terrorista Estado Islámico, fue arrebatada a las fuerzas rebeldes sirias el 12 de enero de 2014. Dos años después, la ciudad continúa bajo su yugo sin visos de que la situación vaya a cambiar en un futuro próximo.

   "El 12 de enero es un día negro para Raqqa como lo fue este día en 2014 cuando Estado Islámico se hizo con el pleno control de la ciudad tras combates con el Ejército Libre Sirio", ha recordado este martes la campaña Raqqa está siendo masacrada en silencio, que denuncia la situación en la que vive esta ciudad del norte de Siria.

   "Dos años bajo control de Estado Islámico, dos años de negro para Raqqa", ha añadido en otro mensaje en Twitter esta campaña que trabaja para dar voz a los que viven bajo la opresión del grupo que lidera Abú Bakr al Baghdadi desde hace dos años.

   Tras días de intensos combates, Estado Islámico, al que por entonces se conocía como ISIS --siglas de Estado Islámico en Irak y Siria-- y del que no se ha había oído hablar mucho por esas fechas, se hizo con su primera capital de provincia en Siria, arrebatándosela a los rebeldes, para los que también era la primera que controlaba.

   Según relató entonces Abú Jaled al Walid, un activista sirio, los milicianos de Ahrar al Sham, uno de los grupos armados islamistas más importantes, optaron por no enfrentarse a Estado Islámico porque entonces no había animosidad entre ellos, algo que sí hicieron otros grupos como el Frente al Nusra, filial de Al Qaeda, que trataron de resistir sin éxito.

   La experiencia de los yihadistas extranjeros en las filas de Estado Islámico fue determinante para decantar la balanza en su favor, ante el menor nivel de entrenamiento y organización de los rebeldes sirios. Uno de los artífices de la victoria en Raqqa fue Omar al Shishani, un yihadista georgiano que es uno de los principales comandantes de Estado Islámico en Siria.

RÉGIMEN DE TERROR

   Poco después de la toma de Raqqa se comenzó a vislumbrar el régimen de terror y de atropello de los Derechos Humanos que Estado Islámico iba a imponer en lo sucesivo en los territorios bajo su control. Una semana después la organización publicaba cuatro comunicados en los que estableció la obligación de que todas las mujeres lleven el niqab --velo que sólo deja al descubierto los ojos-- e impuso a los hombres a acudir a la mezquita todos los viernes.

   Además, prohibió la reproducción de música y de imágenes o fotografías de personas en público, la venta de cigarrillos y narguiles --la tradicional pipa-- y advirtió de que las violaciones a estas reglas serán juzgadas a través de la 'sharia' o ley islámica.

   Desde entonces, ha aplicado estas y otras medidas restrictivas de las libertades de sus habitantes al pie de la letra, con ejecuciones frecuentes de distintas personas y por motivos de todo tipo en público.

   La semana pasada el mundo conoció con horror el caso de una mujer, que trabajaba para el servicio postal de la ciudad, a la que había ejecutado su propio hijo en público ante cientos de personas, presuntamente por "apostasía".

PERSECUCIÓN DE LAS MUJERES

   La presión y la persecución ha sido especialmente acusada en el caso de las mujeres, cuyo control ha corrido a cargo en este tiempo de la brigada Jansa, conformada solo por mujeres solteras y de entre 18 y 25 años de edad y cuyo único cometido es vigilar el cumplimiento de las normas, principalmente en lo relativo a la vestimenta.

   A la situación interna de férreo control de Estado Islámico, se han sumado las consecuencias de los bombardeos que desde septiembre de 2014 lanzó la coalición liderada por Estados Unidos contra la organización terrorista en Siria y los llevados a cabo por la aviación del régimen de Bashar al Assad, que se han cobrado la vida de numerosos civiles.

   Los habitantes de Raqqa que han podido en este tiempo han huido de la ciudad. Los que se han tenido que quedar, en la mayoría de los casos por la falta de medios para poder escapar, se lamentan de su suerte y recuerdan tiempos mejores en esta ciudad.

UN DÍA EN LA NUEVA RAQQA

   En un reciente artículo publicado en la web de Raqqa está siendo masacrada lentamente, el activista Abu Mohamed relataba como es "un día en la nueva Raqqa". "Todo parece normal cuando sales de casa, exactamente como antes, pero solo hacen falta unos momentos para que aparezcan las diferencias", explica.

   "Se ven hombres con largas barbas y con túnicas por órdenes de Estado Islámico, también las mujeres no son reconocibles, incluso si se trata de tu madre", añade, mientras que los milicianos son fáciles de detectar en algunas zonas porque "llevan ropas limpias y van dejando un rastro de almizcle a su paso".

   Además, según Mohamed, lo habitual es que los milicianos vayan "fuertemente armados y muchos de ellos portan cinturones de explosivos".

   "La vida en Raqqa está llena de altibajos", destaca el activista, que subraya que antiguamente la ciudad estaba llena de estudiantes y trabajadores, de personas que iban de compras o que iban a visitar a sus familiares. Todas estas cosas, explica, aunque parezcan simples son hoy en día "casi imposibles".

   "Ahora hay que tener cuidado antes de pensar en salir, acompañado por tu mujer o tu madre, y debes comprobar los detalles más triviales de la vestimenta de las mujeres, ya que cualquier pequeño detalle podría convertirte en detenido" y en último término, "ese pequeño error en el vestido de tu mujer puede matarte".

   Cuando se va al mercado, explica Mohamed, "hay que saber exactamente cuando cerrar la boca y cerrar los ojos" y limitarse a comprar lo que se necesita y volver a casa "antes de que te calientes y digas algo que pueda ser considerado blasfemo" y puedas ser castigado por ello.

   "Todo el mundo está obligado a quedarse en Raqqa y a no comunicarse con sus familias en el extranjero, ya que solo existen unos pocos cibercafés controlados por la organización", relata el activista, que confiesa que cada día que pasa piensa más en luchar contra Estado Islámico pero lo que le "frena" es que sabe que su familia podría ser víctima de la ira de esta organización terrorista por su culpa.

Más noticias

Leer más acerca de: