MUNKEDAL, 7 Nov. (Reuters/EP) -
En medio de la crisis migratoria que sufre Europa, Suecia ha recibido a decenas de miles de peticionarios de asilo, pero en ciudades como Munkedal y otras pequeñas comunidades la bienvenida se ha traducido en amenazas de muerte e incendios provocados.
Cuando el centro que acogía a 14 peticionarios de asilo en esta región del sudeste sueco estalló en llamas el pasado 20 de octubre, sus ocupantes se vieron obligados a escapar a través de las ventanas y buscar refugio en un edificio cercano.
"Durante un día me sentí a salvo" ha declarado Mustafa, un estudiante de ingeniería informática llegado de Gaza la semana pasada a Munkedal. "Pero el día después de mi llegada la casa ardió hasta los cimientos".
Este ataque en Munkedal se suma a la ola de violencia contra los centros de acogida que la autoproclamada "superpotencia humanitaria" ha sufrido durante el último mes.
Las fuerzas policiales se esfuerzan por hacer frente a estos casos mientras se espera una afluencia sin precedentes de refugiados este año, cerca de 190.000.
Por otra parte, aunque no hubo víctimas mortales en los incendios, un enmascarado que portaba una espada asesinó a dos personas e hirió a otras tantas en un ataque de carácter racista en el colegio de mayoría inmigrante el pasado mes.
A pesar de los ataques, las encuestas de opinión muestran el apoyo de la población sueca a los inmigrantes, con voluntarios que les prestan ayuda en centros clínicos móviles a su llegada en tren al país.
CLIMA DE VIOLENCIA
Sin embargo, esta política de puertas abiertas se encuentra bajo la presión de los demócratas suecos, anti inmigración y la tercera fuerza en el país, lo que les otorga el control sobre la balanza de poder en el Parlamento.
No hay evidencia alguna que una a este partido con los ataques, que la agrupación dirigida por Jimmie Akesson ha condenado, pero la ministra de Exteriores, Margot Wallstrom, los ha acusado de incitar a un clima de violencia con su discurso sobre los peligros de la inmigración.
La ministra también ha condenado su decisión de publicar las direcciones planeadas para los centros de asilo, donde viven los refugiados hasta que sus peticiones son procesadas, y que ahora la Agencia de Inmigración sueca mantiene en secreto ante el temor de nuevos ataques.
Aún así, ante la falta de seguridad privada que sufre la Agencia y los esfuerzos realizados por la Policía, servicios de seguridad han tendido una mano para proteger a los peticionarios de asilo.
Aunque los ataques sobre agrupaciones de refugiados no es novedoso en otras zonas de Europa, como Alemania, han despertado una intensa alarma en Suecia, que se precia de ser un faro de tolerancia en el continente.
"Esta no es la Suecia que conocemos, no es la Suecia de la que estoy orgulloso", ha declarado el primer ministro, Stefan Lofven. El líder del país nórdico es el último en una larga lista de dirigentes suecos que han acogido a refugiados durante décadas, desde Vietnam en 1960 hasta los movilizados por la Guerra del Golfo en los 90.
ÚLTIMO AVISO
En el norte del país, una nota en árabe fue colocada en la puerta de un hotel reconvertido en centro de asilo para alrededor de 250 inmigrantes. "Este es el último aviso. Dejad la ciudad. No sobreviviréis al invierno" rezaba la nota, según han informado los medios locales. "Si no os marcháis, moriréis. Recordad, no hay policía aquí. Podemos hacer lo que queramos con vosotros".
Aprovechándose de los miedos de algunos suecos de que la llegada de inmigrantes aumente los índices de criminalidad y sobrecargue los colegios y el sistema sanitario, los demócratas suecos han distribuidos panfletos con la localización de los centros de asilo. Muchos de estos se encuentran en áreas rurales del país, donde el apoyo a la derecha es más fuerte.
"Todos aquellos que estáis aquí hoy y aplaudís, deberíais estar orgullosos de vosotros mismos, sois la punta de lanza que necesitamos para retomar nuestro país" ha declarado un legislador de los demócratas suecos, Kent Ekeroth, en una manifestación en el sur del país.
El comisario de la ONU por los Derechos Humanos, Zeid Raad Al Hussein, advirtió el mes pasado que aquellos políticos que utilizaran un lenguaje despectivo hacia los refugiados serían los responsables últimos de la violencia ejercida sobre ellos.