ELLINIKO (GRECIA), 10 Oct. (Por Eleni Kotsoni, coordinadora de salud mental de Médicos Sin Fronteras (MSF) - en Grecia)
Como la mayoría de atenienses, cuando Eleni Kotsoni pasaba por delante del campo de refugiados de Elliniko, sabía muy poco de las personas que viven en su interior. Tras cuatro meses dirigiendo las actividades de salud mental de MSF en Grecia, conoce de primera mano la difícil situación que corren los refugiados atrapados en la orilla de Europa.
La primera vez que entré en un campo de refugiados fue en Atenas, hace cuatro meses. Esperaba escuchar historias trágicas de violencia y conflicto. Y así fue, pero también me sorprendió oír testimonios de familias con problemas para relacionarse, problemas como los que cualquiera de nosotros tenemos habitualmente.
Al principio, cuando comenzamos a proporcionarles asesoramiento y asistencia, necesitábamos establecer una relación de confianza y que nos hablaran de sus dificultades cotidianas. A medida que se fueron abriendo y la situación de los campos empeoraba, los relatos de los que nos hicieron partícipes fueron cada vez más duros.
Foto: Laetitia Martin/MSF
No son solo las terribles condiciones en las que viven en el campo de Elliniko lo que les debilita y les mina. También lo hace la incertidumbre; el hecho de no saber dónde estarán la siguiente semana, el mes que viene o el próximo año.
Algunos de los refugiados han pasado meses aquí. Han perdido la noción del tiempo y gran parte de su identidad. A pesar de todo lo que las ONG están haciendo en los campos, todavía carecen de respuestas a sus preguntas más básicas: ¿Irán mis hijos al colegio? ¿Permaneceremos aquí o seremos transferidos a otro campo? No se les proporciona ninguna información, y esta ausencia de noticias está teniendo un importante impacto en su salud mental.
Mis compañeros y yo escuchamos a las familias decir cosas como: "Podría vivir en este campo y soportar estas condiciones de vida durante dos años si supiera que después puedo continuar mi viaje hacia el norte de Europa".
ATRAPADOS SIN FUTURO
Foto: YVES BERNARD/MSF
Después de la euforia de su llegada a Grecia, los refugiados y solicitantes de asilo comienzan a darse cuenta de que están atrapados aquí, atrapados sin futuro. Hemos visto mujeres embarazadas que ya no quieren a sus hijos, un aumento de la violencia doméstica y a personas con pensamientos suicidas.
Hoy, nuestros equipos están especialmente preocupados por los casos de violencia sexual que les han relatado en las sesiones, incluidos casos de prostitución entre hombres jóvenes. La tensión aumenta entre las comunidades. Los afganos dicen que se sienten refugiados de segunda o tercera clase. "Piensan que nuestro país no está en guerra, que nuestras vidas no están en peligro como las de los sirios", nos dicen.
Vivo muy cerca del campo de Elliniko. Este emplazamiento se encuentra en medio de una zona residencial. El campamento radica en tres espacios diferentes: la terminal de un aeropuerto en desuso y dos estadios olímpicos abandonados.
ELLINIKO, UNA BURBUJA INVISIBLE
Foto: YVES BERNARD/MSF
Elliniko es como una burbuja invisible. Antes de trabajar en MSF, pasaba por aquí a menudo. Sabía que las familias de refugiados vivían ahí, pero era incapaz de imaginar lo que pasaba en su interior: desconocía cuántas personas, en qué condiciones vivían y la dimensión y alcance de sus problemas.
Cuando les digo a mis amigos lo que veo cada día, se quedan muy sorprendidos. Es como si esta gente no existiera. Y eso es exactamente lo que no necesitan. Se les debe permitir existir y ser reconocidos como individuos plenos, con sus propias identidades e historias de vida.
Su identidad parece haber sido reducida a una sola dimensión: son refugiados y nada más. Se sienten olvidados y necesitan interactuar con la comunidad que les rodea.
Foto: YVES BERNARD/MSF