A pesar del proceso de transición, la población sigue expuesta a ataques cotidianos
BANGUI, 14 Feb. (Por María José Agejas, responsable de medios de Oxfam Intermón en República Centroafricana) -
Las cifras de Naciones Unidas son tozudas: hay unos 450.000 desplazados y 450.000 refugiados en República Centroafricana. En un país que no alcanza los 5 millones de habitantes, esto quiere decir que una de cada cinco personas está fuera de su hogar.
Teóricamente podrían volver: el alto el fuego se firmó en 2014 y estamos en un proceso de transición que este domingo, con las elecciones, vive uno de sus momentos clave. La campaña se desarrolla más o menos dentro de un orden, la vida continúa y el país ha vuelto a ser olvidado por los grandes medios internacionales tras alcanzar una fugaz y sangrienta notoriedad.
¿Qué pasa entonces? ¿Por qué toda esa gente no puede volver a retomar su vida? La respuesta en la mayoría de los casos es la violencia. Tras el momento más cruento del conflicto que se vivió a fines de 2013, las estructuras de seguridad y justicia se desintegraron. Unos huyeron, otros fueron asesinados...
En el caso del Ejército, mandos y soldados se alinearon masivamente con los bandos en conflicto, y participaron de las barbaridades que estos cometían contra la población. El resultado es que en la actualidad las Fuerzas Armadas centroafricanas no consiguen ser dignas de ese nombre, a pesar de los esfuerzos para ponerlas de nuevo en pie que realizan, entre otros, los militares españoles que forman parte de la misión de la UE encargada de ello. Es más: sobre ellas pesa un embargo de armas decretado por el Consejo de Seguridad de la ONU.
ACUERDO DE PAZ
Tras la firma de la paz no se ha procedido al desarme de los grupos armados, a pesar de que hay un acuerdo firmado en ese sentido. Tan sólo hay 2.100 excombatientes que han iniciado el proceso (ni siquiera han entregado las armas), cuando se calcula que llegó a haber más de 80.000.
A estas alturas muchas milicias se han disgregado o desintegrado, y muchos de sus miembros se han separado de la cadena de mando y han pasado a convertirse en simples bandidos. Así que la amenaza se ha dispersado y ha cambiado de forma, pero no ha desaparecido. La proliferación de armas incrementa aún más el sufrimiento de los centroafricanos.
Los cascos azules y las tropas francesas son los únicos que pueden proteger a la población en RCA. Hay unos 12.000 cascos azules (10.000 soldados y 2.000 policías), y 900 soldados galos en el operativo 'Sangaris' (nombre de una especie de mariposa, para los legos en lepidópteros). Los franceses en cualquier caso comenzarán a irse después de las elecciones.
Sin duda y a pesar de las gravísimas acusaciones de abusos que pesan sobre algunos de sus efectivos, las tropas extranjeras han salvado muchas vidas en la República Centroafricana.
Su presencia en las principales ciudades, sobre todo en Bangui, ha logrado sacar de ellas a los grupos armados, pero dado el carácter mayoritariamente militar y no policial de la fuerza, no han podido con los delincuentes comunes y grupos de "autodefensa" que convierten en un calvario los desplazamientos al mercado o a los huertos cercanos de la población, especialmente de las mujeres, que han contado a Oxfam Intermón casos constantes de atracos, secuestros, torturas y violaciones.
GRUPOS ARMADOS ACTIVOS
A la vez en las zonas rurales la gente sufre la violencia de los grupos armados que todavía mantienen sus estructuras. Los que participaron en el conflicto centroafricano, pero no sólo ellos, como estamos viendo ahora mismo con los ataques en el este del país del Ejército de Resistencia del Señor (LRA), el grupo armado ugandés dirigido por Joseph Kony, uno de los señores de la guerra más buscados.
Entran en los pueblos, queman las casas, roban víveres, ropas y herramientas, y secuestran a gente. A los adultos para que les ayuden a transportar lo robado. A los niños para convertirlos en soldados. A las niñas para utilizarlas como esclavas sexuales. Las prefieren a las mujeres debido a la alta incidencia del sida en la región.
DELINCUENCIA COMÚN Y GRUPOS ARMADOS
En estos momentos la MINUSCA no está afrontando de manera adecuada los dos tipos de violencia: la delincuencia común en las ciudades y la de los grupos armados en el campo. Para las ciudades sería necesaria una policía militarizada.
Como parte de una misión de la UE, la Guardia Civil patrulló algunas de las zonas más complicadas de Bangui durante algunos meses en 2014. Eran apenas 25, pero lograron mejorar la seguridad con patrullas a pie y contacto directo con los vecinos.
Ahora mismo hay muchos soldados y pocos policías en la fuerza de la ONU. En cuanto a las zonas rurales, el problema es que las tropas de la MINUSCA no salen de las localidades más importantes, y es en los caminos y las pequeñas aldeas donde la población se encuentra en la situación más vulnerable.
En el último año el número de hambrientos se ha duplicado en este país, y ahora la mitad de la población se encuentra en esa situación. La gente no puede trabajar, no puede comprar y vender, no puede cultivar los campos, no puede volver a sus casas. La violencia mata de muchas formas.