Aunque siga en Downing Street, May ha quedado tocada, frente a un Corbyn que ve esta votación solo el principio
LONDRES, 8 Jun. (EUROPA PRESS) -
Reino Unido protagoniza esta jornada una cita con la historia en la que decide quién está mejor capacitado para pilotar la travesía de salida de la Unión Europea, si la aspirante a la reelección, la conservadora Theresa May, cuyo "liderazgo fuerte y estable" ha quedado severamente menoscabado durante una complicada campaña, o el candidato laborista, Jeremy Corby, quien ha recuperado las esencias socialistas defendidas en sus más de 30 años de trayectoria.
Las segundas generales convocadas en dos años, tras el inesperado adelanto anunciado en abril por May, se disputan en clave de Brexit, pero lo que está en juego es una dicotomía entre las propuestas ideológicas más antagónicas presentadas al electorado en décadas. El divorcio comunitario fue la justificación, pero la difusión de los programas revolucionó la contienda y los dos atentados terroristas acaecidos en menos de dos semanas llevaron a la seguridad al punto de mira.
La coronación que Theresa May esperaba protagonizar dio paso a una carrera más disputada en la que Jeremy Corbyn acabó desafiando, al menos en las encuestas, los pronósticos que le auguraban una aniquilación. Además, siete semanas de campaña han dejado una importante conclusión ante la inminencia del arranque formal del divorcio, previsto para la semana del 19 de junio: la 'premier' no es inmune a las críticas.
Aunque los estudios demoscópicos siempre la han mantenido por delante, la contienda ha dejado su liderazgo debilitado, una evolución especialmente inconveniente para una dirigente que, de ratificar su presencia en Downing Street, está obligada a mostrar autoridad suficiente para convencer a veintisiete países y al aparato comunitario de que permitan a Londres acceso de referencia al mercado común.
LÍNEA ENTRE LA VICTORIA Y LA DERROTA
Además, cualquier resultado que no implique una notable ampliación de su pírrica hegemonía de 17 diputados, objetivo último del adelanto electoral, tendría un sabor de derrota y desgastaría severamente su posición ante una UE que no tendría piedad ante una mandataria vulnerable en casa y con una autoridad sustancialmente menor de la que pensaba.
En consecuencia, a May no le sirve exclusivamente con ganar: necesita hacerlo fuera de duda, o de lo contrario, no solo daría espacio al bloque comunitario para mostrar una dureza mayor contra quien está a punto de abandonar, sino que amenaza con reabrir las heridas todavía sin cicatrizar del referéndum del pasado año.
Para Corbyn, por el contrario, la aspiración es diferente. Como el más improbable de los candidatos de la izquierda para intentar revertir dos derrotas electorales consecutivas, sus expectativas no pasan necesariamente por acceder al Número 10, sino por evitar la humillación y demostrar que su apuesta por un regreso a las esencias ideológicas tiene cabida en la agenda del Reino Unido post-Brexit.
La mejora de la percepción de un Laborismo que, hasta hace meses, coqueteaba con la marginalidad responde a una estrategia de generación de ilusión que ha dinamizado la batalla y que podría cambiar para siempre el mapa político británico, incluso si en esta ocasión no se produce un cambio de inquilino en la residencia oficial.
VISIÓN DE PAÍS
Así, la visión de país de conservadores y laboristas no podría ser más divergente y el escenario que cada uno abriría con el Brexit influiría sustancialmente en la dureza del mismo. La totalidad de las encuestas han indicado que la fórmula que imperará es la marcada por May, quien ha confirmado la salida del mercado común, de la unión aduanera y de la jurisprudencia comunitaria.
Su capacidad de imponer su criterio tanto en casa como en Bruselas dependerá, no obstante, del alcance de la mayoría que potencialmente recabe en Westminster. Consecuentemente, este 8 de junio importa más allá de los confines británicos, puesto que su resultado determinará el encaje de la segunda economía europea una vez haya puesto fin a sus más de cuarenta años de matrimonio de conveniencia con su principal socio comercial.
AFIANZAMIENTO DEL BIPARTIDISMO
Además, estas generales rompen una tendencia cada vez más extendida en un continente en el que las formaciones tradicionales están perdiendo fuelle frente al auge de nuevas propuestas que, cada vez más, amplían la oferta ideológica y de siglas para los votantes. La peculiaridad británica es que el bipartidismo no solo continúa, sino que se refuerza.
Siete años después del primer parlamento sin mayorías absolutas desde principio de los 70, conservadores y laboristas han extendido sus tentáculos hasta reducir a sus rivales a la mínima expresión, con la excepción de los nacionalistas escoceses. Así, si PP y PSOE habían recabado conjuntamente apenas el 55 por ciento en las últimas generales, sus equivalentes en Reino Unido se encaminan a acaparar hasta el 80 por ciento.