El grupo terrorista lleva a cabo un número creciente de ataques cada vez más audaces y sofisticados y no parece tener problemas de fondos
MADRID, 17 May. (EUROPA PRESS) -
El autoproclamado 'califato' de Estado Islámico dio sus últimos estertores en la ciudad siria de Baghuz en marzo de 2019 tras haber sido derrotado previamente en Irak en diciembre de 2017 y recibió la puntilla con la muerte de su líder, Abu Bakr al Baghdadi, haciéndose saltar por los aires tras verse arrinconado en una operación estadounidense el pasado 26 de octubre.
Sin embargo, pese a la celebración de estos hitos por los líderes políticos, los expertos en yihadismo y lucha antiterrorista fueron rotundos: el grupo estaba tocado pero no hundido. El tiempo les ha terminado dando la razón, como lo prueba el hecho de la creciente actividad del grupo yihadista en los dos países en los que otrora se extendía su 'califato'.
Ya en enero, un informe remitido al Consejo de Seguridad de la ONU advertía de que Estado Islámico se estaba reconstituyendo y estaba "organizando ataques insurgentes cada vez más audaces, pidiendo y planificando la fuga de combatientes que se encuentran en centros de detención y explotando las deficiencias del entorno de seguridad de ambos países". Además, cifraba entre 14.000 y 18.000 los combatientes en los dos países.
En Irak, según el último informe del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, Estado Islámico ha reivindicado "370 incidentes desde enero en comparación con los 187 en el mismo periodo en 2019" y precisaba que se trata de "ataques asimétricos" en particular en las provincias de Anbar, Bagdad, Diyala, Erbil, Kirkuk, Nínive y Saladino.
"En los últimos meses, las acciones de Estado Islámico en Irak han demostrado su resiliencia y dinamismo. Sigue manteniendo una significativa libertad de operación tanto en las zonas rurales como urbanas", subraya Husham al Hashimi, un experto iraquí, en un artículo para el Center for Global Policy (CGP). Además, añade, "ha demostrado que entiende su entorno y está explotando hábilmente las disputas políticas, la debilidad económica y el frágil entorno de seguridad" en el país.
El experto se refiere así al 'vacío' de poder provocado por las protestas antigubernamentales que en otoño forzaron la dimisión del primer ministro, Adel Abdul Mahdi, cuyo reemplazo, Mostafa al Kazemi, no fue elegido hasta hace una semana, así como al grave impacto que la caída de los precios del petróleo ha tenido sobre las arcas del Estado.
El grupo terrorista ha centrado sus ataques en el oeste, cerca de la frontera con Siria, y en el este, cerca de la frontera con Irán, por donde pasan las principales rutas comerciales, del gas y el petróleo así como las redes eléctricas y de comunicación.
SIN PROBLEMAS DE FINANCIACIÓN
Gracias a ello, según la información recabada por Al Hashimi, recaudaría unos 3 millones de dólares al mes en impuestos al transporte así como con otros negocios con medicamentos, armas o alimentos entre otros.
Además, tiene inversiones en Irak valoradas en al menos 100 millones de dólares que aportan unos 4 millones al mes. Con ello, según las fuentes consultadas por este experto, se puede permitir pagar unos 200 o 250 dólares al mes a sus combatientes y entre 500 y 600 a sus comandantes.
Por otra parte, según Al Hashimi, Estado Islámico está tratando de instalarse en las zonas desérticas del norte y el centro del país, donde la orografía le es más propicia, para evadir a las fuerzas iraquíes aprovechando sus cuevas y túneles.
Según este experto, con la intensificación de sus ataques el grupo terrorista busca en primer lugar "minar la moral de las fuerzas tribales suníes progubernamentales y de los líderes locales", al tiempo que intenta "establecer su libertad de movimiento y operaciones en zonas vacías y desérticas" pero también en los cinturones rurales en torno a grandes ciudades como Bagdad, Mosul o Kirkuk.
IMPEDIR LA VUELTA A LA NORMALIDAD EN IRAK
Por otra parte, el grupo terrorista que ahora comanda Abú Ibrahim al Hashimi busca con sus acciones "impedir la normalización, incluidos los esfuerzos de estabilizar las áreas liberadas, reconstruir sus economías y reasentar a los desplazados, como venganza contra las comunidades que rechazaron y expulsaron" a sus milicianos.
Según Charles Lister, director del Programa contra el Extremismo y el Terrorismo del Middle East Institute (MEI), el resurgir de Estado Islámico en Irak "ha venido facilitado por la retirada estadounidense a un pequeño número de grandes instalaciones militares y el abandono de los puestos en el frente, dejándolos en manos de las mucho menos capacitadas fuerzas de seguridad iraquíes" y también de las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), integradas principalmente por milicianos chiíes.
La llegada del coronavirus, subraya Lister en un artículo, ha traído consigo la reducción de la presencia de las fuerzas iraquíes por lo que, advierte, "de mantenerse esta postura debilitada de lucha contra Estado Islámico, el lento pero metódico resurgimiento del grupo será una realidad indisputable".
EN SIRIA, ATAQUES LETALES CONTRA EL RÉGIMEN Y LAS FDS
En la vecina Siria, la situación es muy similar. El grupo yihadista "se mueve con mayor facilidad, perpetrando ataques letales contra sus varios enemigos, y entrando en localidades para advertir a los residentes en contra de cooperar con los kurdos, con el régimen sirio o la coalición internacional", explica Abdulá al Ghadhawi, experto en este país en un artículo publicado por el CGP.
Estado Islámico ha atacado "en todas las regiones al este del río Éufrates hasta el desierto sirio", empleando para ello a "unidades de combate pequeñas pero organizadas" y dejando "un gran número de bajas en las filas de Ejército sirio y las Fuerzas de Defensa Sirias (FDS)", una alianza que lideran las milicias kurdas sirias, precisa el experto.
Además, añade, el grupo no parecer tener problemas de fondos. Antiguos comandantes han contado que antes de la caída de Raqqa se trasladaron millones de dólares hasta Abu Kamal, último bastión a principios de 2019, para evitar que el dinero cayera en manos de las FDS y la coalición. Dicho dinero, según Al Ghadhawi, permitiría financiar "durante años" al grupo.
De media, de acuerdo con este experto, el grupo ha perpetrado un ataque cada tres días desde que comenzó el año, y estos "recientemente se han vuelto más sofisticados" en comparación con los "ataques sorpresa y asesinatos que caracterizaron sus operaciones" en 2019.
CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN
Así pues, el grupo "una vez más ha demostrado ser una organización resiliente y con capacidad de adaptación" que, pese a los reveses sufridos, "sigue siendo financieramente solvente, creativa, letal y una vez más lo suficientemente confiada como para amenazar a quienes violan sus principios", como ya estaría ocurriendo por ejemplo en Raqqa.
En Siria, como en Irak, los recientes acontecimientos también han allanado el camino. Según Hassan Hassan, director de uno de los programas del CGP, "los acontecimientos favorables que comenzaron en octubre" han beneficiado al grupo. Así, cita "el anuncio estadounidense de retirada de Siria", "la breve invasión turca de algunas zonas del norte", así como las protestas sin precedentes en Irak y la consiguiente "parálisis política".
Las tendencias actuales, según Hassan, muestran que ha entrado en una "fase de recuperación" en la que sería "fácil de contener mediante operaciones militares renovadas en Irak y Siria". Según vaticina, los ataques y capacidades en el próximo año alcanzarán los niveles de 2012 y principios de 2013, pero no el "crecimiento exponencial" vivido en 2014.
"Aunque en este punto es relativamente fácil contener" al grupo, "el resurgimiento de Estado Islámico es un escenario más probable dadas las actuales realidades políticas y militares en ambos países", advierte.