Protesta tras el atentado contra un autobús de la Guardia Presidencial en Túnez
ZOUBEIR SOUISSI / REUTERS
 
Actualizado: jueves, 17 diciembre 2015 18:11

MADRID, 17 Dic. (EDIZIONES) -

   Las revueltas desatadas en Túnez dentro de la denominada Primavera Árabe cumplen este jueves cinco años, un lustro marcado por los desafíos políticos y sociales y que han dado paso a un nuevo escenario de esperanza que ahora tiene, entre sus principales retos, el auge del terrorismo islamista.

   El 17 de diciembre de 2010, el joven vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouazizi decidió prenderse fuego en la localidad de Sidi Bouzid, en el centro del país, para protestar ante las autoridades por la incautación de sus productos en un control policial.

   Su acto de desesperación desencadenó una protesta masiva en todo el país amparada en las profundas desigualdades económicas y sociales entre las provincias del litoral y el empobrecido interior del país, reflejadas principalmente en la diferencia en la tasa de desempleo.

   Bouazizi agonizó durante dos semanas en el Centro de Quemados y Trauma de Ben Arous, mientras crecía el descontento popular, alimentado a través las redes sociales, contra el Gobierno del presidente Zine Abidine ben Alí. De hecho, el propio presidente visitó al joven en la unidad de cuidados intensivos, donde pasó sus últimos días.

LA CHISPA QUE ENCENDIÓ LA MECHA

   El caso de Túnez, en el que se considera que se inició el levantamiento popular en diversos países árabes, ha sido paradigmático en la región. Tras el derrocamiento y huida del país de Ben Alí en enero de 2011 se inició un proceso de transición hacia la democracia que, a pesar de los problemas que ha enfrentado, se ha saldado con un notable éxito.

   La celebración en octubre de 2011 de las primeras elecciones democráticas y limpias desde la independencia (1957) fue un hito que se saldó con la victoria del islamista Ennahda, que creó un tripartito con dos partidos laicos. Sin embargo, las tensiones entre laicos e islamistas provocaron el ascenso de algunos grupos radicales, lo que derivó en incidentes violentos como el asalto a la Embajada estadounidense en septiembre de 2012.

   La situación empeoró y llegó a su culmen a principios de 2013 con el asesinato de los políticos izquierdistas Chokri Belaid y Mohamed Brahmi, lo que sumió al país en una crisis política que llevó a la apertura de un diálogo nacional y la promulgación de la Constitución, con más de un año de retraso.

   Ennahda terminó apartándose del poder en octubre de 2013 y dejó paso a un Gobierno tecnócrata que tenía, como principal cometido, la organización de nuevas elecciones parlamentarias y presidenciales a finales de 2014. Fueron las primeras con la nueva Constitución ya en vigor y supusieron la derrota del islamismo.

   La Presidencia está ocupada por el veterano dirigente laico Béji Caid Essebsi, mientras que el Gobierno tiene al frente a Habib Essid, de Nida Tounes. Essid encabeza una coalición de varios partidos entre los que también se cuenta el islamista Ennahda.

PREMIO NOBEL

   El éxito interno ha sido aplaudido a nivel internacional y el proceso cuenta como principal reconocimiento con el Nobel de la Paz concedido este año al denominado Cuarteto de Diálogo, con el que la sociedad civil se implicó directamente en la resolución de una crisis de la que dependía la supervivencia de la revolución.

   La central sindical UGTT, la patronal UTICA, el sindicato de abogados y la Liga Tunecina para los Derechos Humanos unieron fuerzas en un gesto sin precedentes impulsado a raíz del asesinato de los dos dirigentes opositores en 2013, en un momento en el que la Revolución de los Jazmines se tambaleaba.

   La recogida del Nobel por parte del Cuarteto el pasado 10 de diciembre simbolizó el trabajado éxito en una larga carrera de obstáculos que, como reconocieron los propios galardonados, debe hacer ahora de la lucha contra el terrorismo una "prioridad".

ATENTADOS

   En este sentido, el país teme ahora la expansión del yihadismo, con Estado Islámico como principal amenaza no sólo para la seguridad y la estabilidad política, sino también para el desarrollo económico y la inversión turística.

   El 18 de marzo, varios islamistas irrumpieron en el Museo del Bardo de la capital y mataron a una veintena de turistas extranjeros y a cuatro ciudadanos tunecinos antes de ser abatidos. La escena se repitió el 26 de junio, cuando un terrorista mató a tiros a 38 personas en un complejo turístico de Susa.

   La tensión volvió a la capital el 24 de noviembre, con la explosión de un autobús que transportaba a efectivos de la Guardia Presidencial. El atentado, reivindicado por Estado Islámico, se cobró la vida de doce agentes y motivó la recuperación del estado de emergencia.

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