MADRID, 1 Ago. (EUROPA PRESS) -
Cinco países del mundo --Siria, Libia, Sudán, Ucrania y Yemen-- han sido escenario en el último año de ataques con bombas de racimo, un tipo de armamento prohibido por su capacidad indiscriminada y destructora en la Convención de Oslo, de cuya entrada en vigor se cumplen precisamente seis años.
El 1 de agosto de 2010 entró en vigor dicho texto, que prohíbe el uso, la producción, el almacenamiento y el traslado de municiones de racimo. Sin embargo, y a pesar del éxito generalizado de dicho acuerdo, en cinco países se ha utilizado el armamento entre julio de 2014 y julio de 2015, según la ONG Handicap International.
Un total de 119 países han ratificado la Convención --cien de ellos de forma completa-- y 28 de estos estados han destruido 1,3 millones de equipos, el equivalente al 88 por ciento del arsenal declarado. Cuba es uno de los últimos países en incorporarse a la lista, pero potencias como Estados Unidos siguen al margen.
El Informe de Municiones de Racimo relativo a 2015 alertó de que el 92 por ciento de las víctimas de este tipo de armas son civiles. No en vano, la apertura de las bombas en el aire puede esparcir las submuniciones por un terreno equivalente a varios campos de fútbol y hasta el 40 por ciento de ellas no explotan al impactar contra el suelo, lo que les convierte en una amenaza incluso décadas después del fin de un conflicto.
Siria, Libia, Sudán, Ucrania y Yemen no son estados parte de la Convención de Oslo y, según Handicap International, son los únicos donde se han utilizado bombas de racimo en el último año. La semana pasada, la ONG Human Rights Watch acusó a las fuerzas de Damasco y Moscú de un "uso extensivo" de estos equipos en Siria.