MADRID 9 Mar. (EUROPA PRESS) -
Más de diez millones de portugueses están llamados este domingo a las urnas en unas elecciones que buscarán manejar la zozobra desatada tras la renuncia de António Costa en noviembre de 2023. La reñida disputa entre los principales contendientes, con el socialista Pedro Nuno Santos y el conservador Luís Montenegro podría ser la antesala de un nuevo episodio más de esta crisis política.
La última encuesta elaborada por el Centro de Estudios y Sondeos de Opinión (Cesop) de la Universidad Católica sitúa a Montenegro con el 34 por ciento de los votos, por el 28 por ciento de Santos, si bien la unión de las izquierdas le da una ligera ventaja siempre que su rival no pacte con la ultraderecha como dijo.
Así, se espera que ninguno de los bloques logre los votos suficientes para lograr una mayoría que se sitúa en 116 escaños de los 230 que conforman la Asamblea de la República. No parecen dispuestos a una repetición de las elecciones, pero ambos han señalado que de no ganar, estarían abiertos a negociar medidas clave.
SANTOS, LA IZQUIERDA QUE BUSCA AHORA EL CENTRO
Santos siempre quiso ser secretario general del Partido, o al menos eso dicen en Portugal. Sobre cuándo surgió el deseo no se ponen de acuerdo, quizás desde que obtuvo su primer cargo de relevancia del partido, allá por 2004 cuando se puso al frente de las juventudes de la formación.
Sus aspiraciones se cumplieron en diciembre de 2023, tras la sorpresiva salida de Costa por unas sospechas de corrupción que al final no fueron como consecuencia de una sonrojante confusión de nombres y después de imponerse con superioridad al ministro del Interior, José Luís Carneiro, en las primarias del partido .
Nacido en Aveiro, tiene 46 años y es licenciado en Economía por la Universidad de Lisboa, en 2005 ocupó por primera vez un escaño como diputado en la Asamblea de la República. Ya en 2019 fue designado por Costa como ministro de Infraestructuras, puesto que ocupó hasta su abrupta salida cuatro años después.
Antes de eso adquirió notoriedad como uno de los nuevos valores del partido, siendo uno de los principales artífices de esas negociaciones con esas fuerzas más a la izquierda del Partido Socialista de las que nació la llamada 'geringonça', con la que Costa pudo formar gobierno en 2015.
En 2019, en el segundo gabinete de Costa, fue elegido para ponerse al frente de Infraestructuras y Vivienda, un cartera de peso importante en Portugal, a pesar de que ya había tenido sus desavenencias con el propio Costa en 2018, en un congreso del partido cuando defendió la necesidad de un secretario general más joven.
La relación entre Santos y Costa no dio más de sí en 2022. En junio el primer ministro anuló una resolución que el ahora aspirante aprobó de forma unilateral sobre la ubicación del nuevo aeropuerto de Lisboa y ya en noviembre tras renunciar por una indemnización irregular de 500.000 euros que la aerolínea estatal TAP --entonces recién nacionalizada-- pagó a su directora ejecutiva.
Ahora ya como candidato socialista a estas elecciones ha moderado el tono y ha ido a la búsqueda del caladero de votos más al centro del electorado, sabedor de que cuenta no solo con el voto socialdemócrata sino también incluso con las simpatías de sus oponentes más a la izquierda.
Santos ha hablado en campaña de subir sueldos y pensiones, poner límites al precio de la vivienda --uno de los principales problemas de los jóvenes en urbes como Lisboa--, mejorar los servicios públicos e industrializar el país.
MONTENEGRO, EL ASPIRANTE DE LA DERECHA TRADICIONAL
Luís Montenegro también es la primera vez que se presenta como candidato principal del partido a unas elecciones generales. Nacido en Oporto, este abogado de 51 años se puso al frente del conservador Partido Social Demócrata (PSD) en mayo de 2022 después de vencer en unas primarias provocadas por la debacle de la formación en aquellas legislativas en las que Costa obtuvo mayoría absoluta.
En estas elecciones lidera una coalición a tres conocida como Alianza Democrática, una unión con buenos resultados en el pasado con la que la derecha confía ahora salir de ese estancamiento de ocho años en el que ha estado sumida, sin líderes de enjundia que pudieran poner en aprietos a los socialistas.
Con una experiencia como parlamentario desde hace dos décadas, en esta campaña ha buscado mostrarse como el candidato que aúna a las derechas, negando en varias ocasiones la hipótesis de acordar con la ultraderecha, un compromiso que ha hecho que Santos garantice que no dificultara su gobierno siempre y cuando lo cumpla.
Después de una campaña sorteando las pullas de la ultraderecha y evitando enzarzarse en ataques directos contra Santos, una cuestión que ha dejado para sus compañeros de partido, algunos de los cuales le han colocado en un aprieto cuando han dejado la puerta abierta a posibles restricciones a la ley del aborto.
A pesar de ello, aventaja en seis puntos a su oponente socialista. Partidario de no despenalizar la eutanasia y una nueva política migratoria más restrictiva, ha prometido aumentar el salario mínimo, las pensiones, realizar mejoras en los servicios públicos y bajar los impuestos sobre las rentas.