NUEVA YORK 25 Nov. (Por Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres) -
Hace cinco años, el movimiento mundial #MeToo (#YoTambién) imprimió renovada urgencia y dio mayor visibilidad al alcance de la violencia contra las mujeres y las niñas. Millones de supervivientes se presentaron para compartir su experiencia. Obligaron al mundo a reconocer una realidad que nos avergüenza a todas y todos. Su valentía y voz dieron lugar a un poderoso activismo colectivo y a un cambio radical en la conciencia.
Esta llamada de atención, junto con otras iniciativas de valor incalculable en todo el mundo, sigue resonando. Las activistas de base, las defensoras y los defensores de los Derechos Humanos de las mujeres y las abogadas y abogados de las supervivientes nos lo recuerdan cada día, en todas partes. Revelan el alcance de esa violencia, recogen y dan forma a las estadísticas, documentan los ataques y traen a la luz la violencia que sucede desde las sombras. Su trabajo sigue siendo tan crucial como lo fue siempre. Nos señalan el camino para poner fin a esta violación de los derechos de las mujeres.
El trabajo de los movimientos y activistas por los derechos de las mujeres es la base de la rendición de cuentas y para asegurar que las promesas hechas en diversas oportunidades se hagan realidad. Se están movilizando y son poderosos. Hoy son los protagonistas de nuestro homenaje.
Las pruebas son claras. Tenemos que invertir con urgencia en la creación de organizaciones de mujeres fuertes y autónomas para lograr soluciones eficaces.
Aprendimos esta lección hace poco durante la pandemia de COVID-19. Los países con poderosos movimientos feministas, democracias más sólidas y una mayor cantidad de mujeres en el parlamento fueron los más eficaces para responder al aumento de los casos de violencia de género, la pandemia oculta de COVID.
En esta área, como en otras, vemos una y otra vez que, cuando las mujeres ocupan puestos de liderazgo, todo el mundo sale ganando. Todas y todos nos beneficiamos de una respuesta más inclusiva y eficaz a los desafíos que enfrentamos. Todas y todos nos beneficiamos de economías y sociedades más resilientes.
Junto con estos esfuerzos, los hombres deben dar un paso adelante. Deben desempeñar su papel en el cambio. Pueden comenzar donde viven. La triste realidad es que, para algunas mujeres y niñas, el hogar puede ser un lugar donde su vida corre peligro en vez de ser un lugar donde se sienten seguras.
De acuerdo con las últimas estimaciones mundiales sobre femicidios, el panorama es alarmante, y se vio agravado por las medidas de confinamiento impuestas como consecuencia de la COVID-19. Nuestro nuevo informe, publicado con la UNODC, revela que en promedio, en todo el mundo, más de cinco mujeres o niñas son asesinadas cada hora por alguien de su propia familia.
Estas muertes se pueden evitar. Esta violencia contra las mujeres no tiene por qué ocurrir. Las soluciones son analizadas y comprobadas e incluyen la intervención temprana, con servicios policiales y judiciales capacitados y de apoyo, y el acceso a apoyo y protección centrados en las supervivientes.
HAY QUE ACTUAR
Hago tres llamadas a la acción. Creo que estas son nuestras prioridades y necesidades básicas. Son la base a partir de la cual podemos avanzar y hacer realidad los compromisos declarados para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas.
En primer lugar, insto a los Gobiernos y socios de todo el mundo a que aumenten la financiación y el apoyo a largo plazo destinado a las organizaciones de mujeres, a que asuman compromisos con la Coalición para la Acción sobre Violencia de Género de Generación Igualdad y a realizar donaciones a organizaciones de la sociedad civil a través del Fondo Fiduciario de la ONU y el apoyo a la Iniciativa Spotlight.
Los recursos son importantes, y el nivel de apoyo financiero para esta causa no coincide con la magnitud del problema ni con las declaraciones de preocupación formuladas por quienes desempeñan funciones de liderazgo.
En segundo lugar, pido que todas y todos, a nuestro modo, nos opongamos a retroceder en materia de derechos de las mujeres, amplifiquemos las voces de los movimientos feministas de mujeres y movilicemos a más actores. Todas y todos podemos ser defensoras y defensores, y nuestras voces combinadas pueden impulsar el cambio que buscamos.
Al hacerlo, también debemos garantizar la promoción del liderazgo y la participación plena e igualitaria de las mujeres y las niñas en todos los niveles de los espacios políticos, de elaboración de políticas y de toma de decisiones. El progreso acelerado hacia la eliminación de la violencia contra las mujeres y las niñas es sólo uno de los beneficios.
En tercer lugar, pido reforzar los mecanismos de protección para las defensoras de los derechos humanos y las activistas por los derechos de las mujeres. Nadie, en ningún lugar, debería sufrir violencia o acoso por defender lo que es correcto y pedir lo que es necesario.
No podemos permitir que flaquee nuestra determinación de "seguir avanzando"; en pro de la igualdad de género. Nuestro objetivo de un mundo donde no sólo se condene, sino también se erradique la violencia contra las mujeres y las niñas es posible. Si avanzamos juntas y juntos, podemos lograrlo.