MADRID, 20 Mar. (EUROPA PRESS) -
Unas 43.000 personas murieron en Somalia en 2022 por la grave sequía que padece el país africano, la mitad de ellas niños menores de cinco años, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) que por primera vez expone una cifra aproximada de fallecidos por la falta de lluvias en el Cuerno de África.
Tras seis estaciones de lluvia perdidas, los expertos han tenido en cuenta en este caso el exceso de muertes registradas con respecto a periodos previos y concluyen que, con las cifras en la mano, la crisis actual ya está siendo más mortífera que la del periodo 2017-2018. Además, su final se antoja lejano, según las previsiones que también aparecen en este informe.
Sólo en la primera mitad de 2023, morirán al día hasta 135 personas, de tal manera que la horquilla de fallecimientos en este semestre oscilará entre los 18.100 y los 34.200. El año pasado, la tasa diaria de mortalidad ya se disparó de 0,33 a 0,38 muertes por cada 10.000 habitantes --en menores de cinco años fue de casi el doble-- y en 2023 el dato se elevará al 0,42.
El estudio, elaborado por institutos británicos y avalado por el propio Gobierno de Somalia, sitúa como epicentro de la crisis las zonas del sur y el centro del país, con especial incidencia en las regiones de Bay, Bakool y Banadir. El ministro de Sanidad somalí, Ali Hadji Adam Abubakar, ha apelado a la solidaridad de la comunidad internacional para "salvar vidas" y "alejar para siempre el riesgo de hambruna".
El representante de la OMS, Mamunur Rahman Malik, ha coincidido en que es "una carrera contra el tiempo" para prevenir muertes que "son evitables", especialmente en colectivos vulnerables como pueden ser los niños. Para la jefe de UNICEF en Somalia, Wafaa Saeed, el informe publicado este lunes dibuja "una imagen sombría de la devastación" que ha llevado la sequía a muchos hogares.
No en vano, la ONU estima que 7,9 millones de personas necesitan ayuda humanitaria en Somalia, casi la mitad de la población, por una concatenación de crisis que entremezclan inestabilidad política, inseguridad, climas extremos y, más recientemente, un aumento de los precios derivada en cierta medida de la ofensiva militar lanzada por Rusia sobre Ucrania.